El vampiro es una suerte de criatura
maligna que se alimenta de sangre. Las leyendas sobre la existencia de vampiros
circulan entre nosotros desde la
Antigüedad , aunque en aquella época el vampiro era visto como
un demonio o un espíritu que no gozaba de todas las características distintivas
de las que goza hoy en día. Fue entre los siglos XVII y XVIII que se registró
una invasión gigantesca de vampiros en Europa, la cual azotó a poblaciones
enteras y empujó a mucha gente al borde de la histeria colectiva. Voltaire, en
su célebre Dictionnaire philosophique,
ironizó sobre los muertos que salían de sus tumbas para beber sangre: “En
Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria y en Lorena, eran los
países donde los muertos practicaban esa operación. Nadie oía hablar de
vampiros en Londres ni en París. Confieso que en esas dos ciudades hubo
agiotistas, mercaderes, gentes de negocios que chuparon a la luz del día la
sangre del pueblo; pero no estaban muertos, sino corrompidos”.
Fue a partir del cuento “The
Vampyre” de John Polidori que, durante el siglo XIX, los vampiros fueron
domesticados, pasando de ser terroríficos seres sobrenaturales que asustaban
pueblerinos a refinados caballeros o fatales damas que seducían a hombres y
mujeres por igual para extraerles la sangre y pervertirles el espíritu. Sin
embargo, pese a esa construcción literaria sofisticada, el vampiro no ha dejado
de habitar en el imaginario popular de Occidente como si fuese una bestia horrorosa, pues
cada vez que a un muerto le falta la sangre en el cuerpo se señala a los
vampiros como culpables.
Un caso de vampirismo histórico sucedió
en Argelia durante el año 1962, cuando la guerra entre los franceses y el
Frente de Liberación Nacional (FLN) llegaba a su fin: por esos meses gendarmes
y legionarios hicieron correr el rumor de que, en territorio argelino, habían
hallado cadáveres de europeos cuya piel estaba pegada a sus huesos, como si le
hubiesen sustraído toda la sangre del cuerpo.
La cuestión de si en efecto hubo
muertos en Argelia a los que le extrajeron su sangre nunca se aclaró
oficialmente. Por ello se especuló con la existencia de “vampiros”, los cuales
representarían a argelinos perversos, que –según las diversas hipótesis–
podrían ser culpables de haber ejecutado toda clase de actos horrorosos contra sus
víctimas, actos que irían desde someterlas a terroríficos rituales de magia negra hasta
despojarlos de su sangre para alimentar los hemobancos del país.
La segunda hipótesis es la que
trata de probar Gregor Mathias, autor de Les
vampires à la fin de la guerre d’Algérie, mythe ou réalité ? Con la
paciencia del historiador profesional, Mathias recoge documentos y testimonios
de 1962 en los que queda en claro que la gente del FLN realizó extracción
compulsiva de sangre sobre prisioneros militares y rehenes civiles pieds-noirs.
Durante el periodo de
descolonización de África, las historias de los extractores compulsivos de
sangre circulaban por todo el continente. En el África oriental a esos
personajes se los llamaba “wazimamoto”, en tanto que en el África central
recibían el nombre de “banyama”. Lo particular de estos casos es que eran las
fuerzas coloniales las que eran tratadas de vampiros por los locales. En
Argelia fue al revés.
La explicación que ofrece Mathias
sobre este acontecimiento está vinculada a la costumbre musulmana de no donar
sangre. Cuando la guerra llegó a su fin, los hospitales argelinos contemplaron
la escasez de sangre apta para transfusiones. Es decir, al retirarse los
europeos de África, los responsables de la salud pública perdieron una fuente
de sangre vital: pese a las enemistades entre facciones, médicos y enfermeros
de uno y otro bando contribuían entre si por razones humanitarias; de esa
manera los rebeldes del FLN habitualmente conseguían sangre para curar a sus
heridos, la cual normalmente era donada por militares en actividad; con la
guerra eclipsándose y la
Organización del Ejército Secreto (OAS) ejecutando una serie
de atentados para repudiar a los acuerdos de Evian, el FLN tuvo que proveerse
del vital líquido rojo como pudiese, ya que, por falta de insumos, los
hospitales sostenidos y administrados por europeos habían reducido enormemente
su capacidad para atender a enfermos y heridos; a causa de ello, abusando de su
poder, los argelinos iniciaron una campaña para llevar a cabo extracciones
forzosas, ya que les resultaba más sencillo usar sus armas para ejercer la
violencia contra gente inerme que emplear alguna estrategia para convencer a la
población local de ayudarlos. Les
vampires à la fin de la guerre d’Algérie, mythe ou réalité ? describe
el dramático escenario en el que –debido a las amenazas del FLN– los civiles se
negaban a donarle sangre a los militares, y –a causa del temor de estar
ayudando a un grupo con un comportamiento cada vez más violento– los militares les
retribuían la falta de cortesía a los civiles.
Según la información reunida por
Mathias, el FLN fue responsable de secuestrar gente, ejecutarla a través de la
extracción total de su sangre y arrojar sus cadáveres en descampados, lo que
constituye claramente un crimen de lesa humanidad y justifica a quienes
acusaban a los insurgentes argelinos de ser un grupo genocida. El número de
personas que habrían padecido de este tipo de tortura y asesinato rondaría la
espeluznante cifra de 630.
* Mathias, Gregor. Les vampires à la
fin de la guerre d’Algérie, mythe ou réalité ? París, Michalon,
2014, 16 €
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