viernes, 5 de diciembre de 2014

Los vampiros descoloniales

El vampiro es una suerte de criatura maligna que se alimenta de sangre. Las leyendas sobre la existencia de vampiros circulan entre nosotros desde la Antigüedad, aunque en aquella época el vampiro era visto como un demonio o un espíritu que no gozaba de todas las características distintivas de las que goza hoy en día. Fue entre los siglos XVII y XVIII que se registró una invasión gigantesca de vampiros en Europa, la cual azotó a poblaciones enteras y empujó a mucha gente al borde de la histeria colectiva. Voltaire, en su célebre Dictionnaire philosophique, ironizó sobre los muertos que salían de sus tumbas para beber sangre: “En Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria y en Lorena, eran los países donde los muertos practicaban esa operación. Nadie oía hablar de vampiros en Londres ni en París. Confieso que en esas dos ciudades hubo agiotistas, mercaderes, gentes de negocios que chuparon a la luz del día la sangre del pueblo; pero no estaban muertos, sino corrompidos”.

Fue a partir del cuento “The Vampyre” de John Polidori que, durante el siglo XIX, los vampiros fueron domesticados, pasando de ser terroríficos seres sobrenaturales que asustaban pueblerinos a refinados caballeros o fatales damas que seducían a hombres y mujeres por igual para extraerles la sangre y pervertirles el espíritu. Sin embargo, pese a esa construcción literaria sofisticada, el vampiro no ha dejado de habitar en el imaginario popular de Occidente como si fuese una bestia horrorosa, pues cada vez que a un muerto le falta la sangre en el cuerpo se señala a los vampiros como culpables.

Un caso de vampirismo histórico sucedió en Argelia durante el año 1962, cuando la guerra entre los franceses y el Frente de Liberación Nacional (FLN) llegaba a su fin: por esos meses gendarmes y legionarios hicieron correr el rumor de que, en territorio argelino, habían hallado cadáveres de europeos cuya piel estaba pegada a sus huesos, como si le hubiesen sustraído toda la sangre del cuerpo.

La cuestión de si en efecto hubo muertos en Argelia a los que le extrajeron su sangre nunca se aclaró oficialmente. Por ello se especuló con la existencia de “vampiros”, los cuales representarían a argelinos perversos, que –según las diversas hipótesis– podrían ser culpables de haber ejecutado toda clase de actos horrorosos contra sus víctimas, actos que irían desde someterlas a terroríficos rituales de magia negra hasta despojarlos de su sangre para alimentar los hemobancos del país.

La segunda hipótesis es la que trata de probar Gregor Mathias, autor de Les vampires à la fin de la guerre d’Algérie, mythe ou réalité ? Con la paciencia del historiador profesional, Mathias recoge documentos y testimonios de 1962 en los que queda en claro que la gente del FLN realizó extracción compulsiva de sangre sobre prisioneros militares y rehenes civiles pieds-noirs.

Durante el periodo de descolonización de África, las historias de los extractores compulsivos de sangre circulaban por todo el continente. En el África oriental a esos personajes se los llamaba “wazimamoto”, en tanto que en el África central recibían el nombre de “banyama”. Lo particular de estos casos es que eran las fuerzas coloniales las que eran tratadas de vampiros por los locales. En Argelia fue al revés.  

La explicación que ofrece Mathias sobre este acontecimiento está vinculada a la costumbre musulmana de no donar sangre. Cuando la guerra llegó a su fin, los hospitales argelinos contemplaron la escasez de sangre apta para transfusiones. Es decir, al retirarse los europeos de África, los responsables de la salud pública perdieron una fuente de sangre vital: pese a las enemistades entre facciones, médicos y enfermeros de uno y otro bando contribuían entre si por razones humanitarias; de esa manera los rebeldes del FLN habitualmente conseguían sangre para curar a sus heridos, la cual normalmente era donada por militares en actividad; con la guerra eclipsándose y la Organización del Ejército Secreto (OAS) ejecutando una serie de atentados para repudiar a los acuerdos de Evian, el FLN tuvo que proveerse del vital líquido rojo como pudiese, ya que, por falta de insumos, los hospitales sostenidos y administrados por europeos habían reducido enormemente su capacidad para atender a enfermos y heridos; a causa de ello, abusando de su poder, los argelinos iniciaron una campaña para llevar a cabo extracciones forzosas, ya que les resultaba más sencillo usar sus armas para ejercer la violencia contra gente inerme que emplear alguna estrategia para convencer a la población local de ayudarlos. Les vampires à la fin de la guerre d’Algérie, mythe ou réalité ? describe el dramático escenario en el que –debido a las amenazas del FLN– los civiles se negaban a donarle sangre a los militares, y –a causa del temor de estar ayudando a un grupo con un comportamiento cada vez más violento– los militares les retribuían la falta de cortesía a los civiles.

Según la información reunida por Mathias, el FLN fue responsable de secuestrar gente, ejecutarla a través de la extracción total de su sangre y arrojar sus cadáveres en descampados, lo que constituye claramente un crimen de lesa humanidad y justifica a quienes acusaban a los insurgentes argelinos de ser un grupo genocida. El número de personas que habrían padecido de este tipo de tortura y asesinato rondaría la espeluznante cifra de 630. 

* Mathias, Gregor. Les vampires à la fin de la guerre d’Algérie, mythe ou réalité ? París, Michalon, 2014, 16 €

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