De Emmanuel Gras conocíamos Bovines ou la vraie vie des vaches, una
pequeña joya del cine rural estrenada en 2012. De Alina Dalbis sabíamos que
desde hace más de una década trabaja en torno al tema de la exclusión, de la
precariedad más extrema y la marginación más profunda, y que con esa
experiencia filmó en 2006 el cortometraje Nadia,
el cual documenta la vida en un refugio para gente sin hogar en Marsella.
Juntos los dos cineastas realizaron 300
hommes, un impactante registro del interior de un centro de reinserción
social que administra la Fondation Saint-Jean -de-Dieu (avatar contemporáneo
de la Orden Hospitalaria
de San Juan de Dios) en el sureste de Francia.
Al igual que L’abri del documentalista suizo Fernand Melgar, 300 hommes focaliza sobre uno de esos
lugares en los que encuentran contención aquellas personas que no nada tienen.
En ambas películas, entonces, la misma incomodidad. Empero el propósito de las
dos obras es diferente. Fiel a su estilo, Melgar ubica la cámara allí donde una
barrera invisible separa a las personas, testimoniando de ese modo que esa
situación produce la injusticia en un país como Suiza, el cual vive obnubilado
con la idea de contener a la miseria del mundo que a diario le golpea la
puerta.
Gras y Dalbis, a diferencia de
Melgar, demuestran poco interés por el funcionamiento de los refugios para
desamparados, pues lo que a ellos parece importarles es más bien la gente misma
que los frecuenta. Sin detenerse en la mecánica que rige sobre ese tipo de
institución, los cineastas franceses trabajan por visualizar a esa
microsociedad de la carencia, a la cual la rige el drama cotidiano de asegurar
un plato de comida para comer y un techo debajo del cual dormir.
300 hommes escruta la humanidad que queda en esos sitios donde la
mayoría parece escapar de una durísima vida de subsistencia y sin expectativas,
refugiándose en el silencio, el humor, la desesperación, el llanto y también la
locura.
El lugar en donde el documental
fue filmado no es un hallazgo de Gras y Dalbis: desde hace siglos ya que los
Hermanos de San Juan de Dios albergan a los desamparados en sus noches de
padecimiento, practicando así lo que antaño se llamaba “caridad” y hoy en día
es visto como mero “trabajo social”. Los que concurren al Centro Forbin buscan
urgentemente un refugio, sin embargo otros van para que los ayuden en el arduo
proceso de reinsertarse a un mundo que los ha expulsado.
Tanto 300 hommes como L’abri
pueden ser vistos como contrapuntos de otros dos excelentes documentales: Au bord du monde (de Claus Drexel), que
aborda el tema de la exclusión en París, y Se
battre (de Andrea Santana y Jean-Pierre Duret), una magnífica obra sobre la
dignidad humana. Obras que capturan esos rostros que muchos se ocupan de
ocultar, obras que obligan a ver lo que los ojos habitualmente desean negar.
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