martes, 10 de marzo de 2015

Los niños cantores de Sarcelles

Sarcelles, un suburbio de París, es cuna de raperos: Passi, Stomy Bugsy, Doc Gynéco, Hamed Daye y muchos otros están vinculados a esa localidad. De hecho el rap está tan arraigado en Sarcelles, que las autoridades de la ciudad no vacilan a la hora de subvencionar a quienes cultivan este estilo musical.

Es por ello que muchos en el Hexágono se ofuscaron al ver el video que el grupo Sarcelleslite filmó para difundir su canción “Premier pocheton” [“Primer papel” o “Primera papelina”]: en el mismo se ve a una decena de jóvenes rimando acerca de prostitutas, homicidios y microtráfico de drogas mientras apuntan con pistolas a la cámara, muestran billetes de 20 euros y realizan maniobras imprudentes con sus motocicletas. Nada extraordinario, salvo por el hecho de que, cuando digo “jóvenes”, me refiero a niños y adolescentes de entre 10 y 14 años.   


Ante el escándalo, François Pupponi, el alcalde socialista de Sarcelles, afirmó que era inaceptable un video de esas características, y aseguró que iba a hacer todo lo posible para que el responsable de la filmación pague por ello. Apenas un par de semanas antes, el alcalde de Compiègne –el histórico Philippe Marini de la UMP– había propuesto censurar y multar al rapero Papiss por infracciones de tránsito y apología de la droga, tras la difusión de su video “Mes negros”. A raíz de ello muchos amantes del rap empezaron a decir que el gobierno francés los ataca con fines demagógicos, algo que no sería nuevo (las canciones “Sacrifice de poulets” de Ministère A.M.E.R., “Sale pute” de Orelsan, y “À force de le dire” de Youssoupha también generaron polémica, pusieron a los periodistas a hablar durante unos días sobre la violencia en los banlieus y todo quedó después en el olvido).

Una discusión que se desató en torno a esto es que como la poética del rap gira en torno a la droga y la violencia, resulta muy fácil ver en los raperos a potenciales delincuentes, negándoles de ese modo mérito artístico. Pero creo que este tipo de planteamientos son inexactos: si bien es cierto que el rap puede perturbar a más de uno, lo chocante de este caso es ver a gente tan joven haciendo y diciendo esas cosas con la complicidad de los adultos. Un video parecido circuló hace unos años con niños gitanos rapeando sobre aquello con lo que conviven todos los días. Si bien en ese caso no se hablaba de drogas y prostitutas, si estaba presente esa actitud del rapero típico a través de la cual manifiesta una autoestima tan excesiva que termina asemejándose a la soberbia (como si los raperos fuesen miembros de una raza superior). Ver a un niño rapero es como ver a un niño soldado, es algo así como una forma de abuso. Quizás por ello algún bloguero, irónicamente, señaló que Sarcelleslite es la versión actualizada de Les Poppys, aquel grupo de niños que cantaban letras de inspiración hippie, predicando la paz mundial, la fraternidad entre naciones y el respeto por el medio ambiente.

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