miércoles, 7 de julio de 2010

En el nombre del padre

Arthur Rimbaud, como es sabido, renunció a la literatura hacia finales de 1873, cuando aún no había cumplido los 20 años (en rigor no dejó de escribir porque ya no tuviese deseos de hacerlo, sino que desatendió a la pluma artística porque su vida se volvió demasiado amarga y turbulenta como para hacerla compatible con la creación de belleza al nivel que venía haciéndolo, es decir él no abandonó a la poesía sino que la poesía lo abandonó a él). Con sólo dos décadas de existencia, Rimbaud ya era artífice de una vida y una obra lo suficientemente interesante como para generar una apasionante biografía a partir de ella. Eso hizo Jean-Marie Carré en 1926, cuando publicó –a través de la casa editorial Plon– La vie aventureuse de Jean Arthur Rimbaud, un libro muy popular en su momento y pionero en los estudios rimbaldianos, que dedica la primera mitad a reconstruir la vida del poeta, y consagra la segunda a seguirle el rastro a una especie de buscavidas arrojado a la deriva del mundo moderno.

Nulo en el rol de poeta pero exitoso en el rol de buscavidas, Jean Sarkozy (el hijo menor de Nicolas Sarkozy) comparte con Rimbaud su precocidad para destacarse en lo suyo. Quizás una biografía de este muchacho vaya en algún momento a ser algo atractivo para leer, pero actualmente, teniendo él solamente 23 años, su currículum resulta en intensidad de vida y en importancia de obras ampliamente superado por el del poeta maldito decimonónico. Por ese motivo al abordar Jean Sarkozy, le fils doré del periodista Jean-Marc Philibert uno siente que está perdiendo el tiempo, o al menos que está ocupándolo en algo poco gratificante.

El libro de Philibert no es incisivo, y pretende no ser complaciente. Tanta simpatía con este personaje levanta la sospecha de que el texto tiene por principal objetivo el de favorecer la imagen del hijo del famoso padre. El año pasado la editorial Nova publicó una obra satírica –de autor anónimo pero atribuida al propio Jean Sarkozy– titulada “Ma vie, mon œuvre, mon scooter”. En las falsas memorias del principito el principal parodiado es su padre, pero sus momentos más destacados están presentes. Así hay una referencia al escándalo que desató un chiste que hizo el caricaturista Siné cuando Jean se casó con Jessica, una joven perteneciente al clan hebreo Darty, dueños de una importante cadena comercial de electrodomésticos en Francia: al tomar el rumor que sugería que el hijo de Nicolas se iba a convertir al judaísmo al contraer matrimonio, Siné –entonces miembro de la redacción de la ahora domesticada Charlie Hebdo– dijo que iba a “irle bien en la vida, a ese muchacho”. La frase fue interpretada como si Siné sostuviese que la presunta conversión al judaísmo de Jean Sarkozy se produciría únicamente como un oportuno medio para enriquecerse y ascender socialmente, lo que le costó afrontar al satirista un proceso judicial bajo la acusación de antisemitismo, del cual salió finalmente exonerado (pese a la indignación de personajes como Bernard-Henri Lévy, Claude Askolovitch o Alexandre Adler, quien llegó a afirmar que todo antisarkozysmo es en realidad un antisemitismo, pues se sabe que el abuelo materno de Nicolas Sarkozy era un judío griego emigrado a Francia que, si bien se convirtió al catolicismo, nunca cortó sus lazos con sus parientes o su colectividad).

Ma vie, mon œuvre, mon scooter también ridiculiza el incidente del EPAD. Jean Sarkozy, un estudiante nada avanzado de abogacía, estuvo a punto de asumir la dirección del órgano administrativo de La Défense, el distrito financiero más grande de Europa, lo que le generó innumerables críticas hacia él y hacia su padre por manejar asuntos públicos a través del nepotismo. Las presiones de la prensa opositora fueron tan fuertes, que Jean renunció a su candidatura, arguyendo que era víctima de una campaña mediática en su contra y en contra de la UMP, el partido político al cual pertenece.

Y, por supuesto, el texto atribuido a Jean Sarkozy aborda con ácido humor los episodios del joven heredero y su ciclomotor: además de recordar aquella vez en que la policía francesa, tras recibir la denuncia del robo del rodado, se movilizó para recuperar el vehículo como si se tratase de un asunto de Estado, se burla despiadadamente del accidente que protagonizó contra un BMW en 2005 y del que no quiso hacerse cargo.  

La obra de Philibert dice más o menos lo mismo que Ma vie, mon œuvre, mon scooter pero desde otra perspectiva. El retrato escrito pretende mostrar a un joven ambicioso, muy similar al padre, pero libre de sus defectos (como el gusto por la exposición de la vida privada o el carácter explosivo), ya que en ese sentido sería un digno hijo de su "discreta" madre. También intenta mostrarlo centrado, como si él no hubiese sido responsable de pasar meteóricamente de la sombra de la vida privada a la luz de la vida pública. Pretendiendo algo de distancia, Philibert entrevista a la víctima del accidente del ciclomotor, quien comenta sobre las amenazas que recibió. El libro también agrega datos sobre la tentativa de afiliación a la masonería (que el joven Sarkozy, según Philibert, finalmente rechazó), y confirma la relación amistosa que alguna vez existió entre Jean e Yvan Colonna, un independentista corso que está acusado de asesinar a un funcionario francés en la isla.

En 1964 la oportunista colección “Voici ceux dont on parle” de la Union Général d’Édition puso en circulación Je chante donc je suis, un libro que relataba las aventuras de una joven de sólo 20 años llamada “Françoise Hardy” (un tanto distintas a las que la anciana del mismo nombre escribió casi 45 años después). Si se compara lo narrado allí con lo narrado por Carré sobre Rimbaud la historia suena insulsa, pero si se lo compara con lo que Philibert narra sobre Sarkozy, se puede llegar a ver en la "afabulada" historia de la adolescente convertida en ídola de la chanson algo mucho más atrapante que la historia del muchacho autor de escándalos menores pero sin méritos de ningún tipo que justifiquen la lectura de un libro dedicado a su vida.     

* Philibert, Jean-Marc. Jean Sarkozy, le fils doré. Max Milo, Chevilly-Larue, 2010, 18 €

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