jueves, 1 de julio de 2010

El paraíso son los otros

El jet set francés está plagado de gente adinerada. Uno de ellos es Warren de Rajewicz, un muchacho nacido en la Francia continental pero criado en los departamentos franceses del océano Pacífico, al que se lo sindica como modelo publicitario (pues es de aquellos a los que les pagan para usar su imagen con fines comerciales) y pequeño empresario (pues es dueño de Warren, su propia marca de indumentaria y accesorios masculinos).
Algunos lo creen un dandy, pero si bien es evidente que ha asumido poses de dandy, no se puede decir lo mismo con respecto a sus posturas. Expliquemos esto: hacia finales del siglo XIX podía contraponerse al personaje del dandy con el del industrial, como si ambos fuesen dos modelos sociales diametralmente opuestos, ya que, por un lado, el último encarnaba la vida dedicada a la producción y acumulación de bienes, mientras que, por el otro, el primero aparecía como un ejemplo de la diletancia y el dilapidamiento del propio patrimonio. El enfrentamiento era entre la pasión por el dinero contra el desprecio del mismo. En ese escenario de lucha entre dandies e industriales, se consolidaba el banquero, que era un ser con un semblante similar al del dandy pero con prácticas muchas más vulgares que las del industrial, lo que le permitía desplazarse con total cinismo e hipocresía a través del mundo moderno (cosa que los banqueros siguen haciendo hasta el día de hoy). El dandismo fue una manera de promover una revolución conservadora ante las máquinas del progreso. Por este motivo se consideró a los dandis como “decadentistas”, y se vio en la novela À rebours de Joris-Karl Huysmans el mejor retrato dibujado acerca del tema.
Ahora bien, afirmar que Warren de Rajewicz se asemeja a un personaje escapado de una novela de Huysmans sería faltarle el respeto a tan tremendo escritor. Más correcto sería decir que Warren es una suerte de bosquejo abortado por la pluma de aquel famoso autor admirado por Oscar Wilde.
A Warren se lo encuentra mucho en las páginas de ciertas revistas como Jeune & Jolie y Public, como también solía aparecer en Filles TV, el canal de cable para mujeres de entre 10 y 18 años actualmente rebautizado como “June”. Pero este objeto de deseo de las quinceañeras no vive sólo de ser él mismo o de vender su estilo de vida –más cercano al que uno puede comprar en la revista Monsieur que al que se puede adquirir siguiendo las directivas de FHM–: al joven Warren le interesa el derecho y la economía. Más puntualmente, le interesa el punto en que lo financiero escapa de las “garras” de la ley. Por este motivo recientemente ha escrito y publicado Guide des nouveaux paradis fiscaux à l’usage des sociétés et des particuliers, en donde recoge su experiencia como inversor y expone sus conocimientos sobre especulación financiera.
Existen muchas maneras de definir qué es un paraíso fiscal, por lo que, dependiendo del criterio adoptado, cada país tiene su propia lista de paraísos fiscales. Pese a ello hay al menos cuatro características que todos los paraísos comparten:

(1) Son territorios autogobernados (Estados independientes o bien regiones autónomas dentro de otros Estados más grandes) que tienen el poder suficiente como para determinar sus propias normas de regulación en materia fiscal.
(2) Son enclaves, es decir, son territorios con un sistema regulatorio dual: uno que rige para los habitantes locales y otro para los extranjeros. Esto hace que la economía real de un paraíso fiscal se vea ampliamente superada por la actividad artificial financiera que allí se desarrolla.
(3) Poseen una fiscalidad nula o reducida, que se utiliza para revalorizar el dinero. Es decir ayudan a inversores a reducir cargas impositivas permitiéndoles maximizar su rentabilidad.
(4) Su normativa financiera es laxa y permisiva. Ello permite que en un paraíso fiscal cualquiera que posea dinero pueda, en cuestión de minutos, realizar todas las gestiones que crea pertinentes para hacer funcionar sus negocios, desde crear instituciones financieras (como bancos) hasta hacer aparecer holdings como si fuesen kioscos.

En su libro, Warren quiere recordarles a los francófonos que –pese a la crisis capitalista que el mundo enfrenta– los lugares con esas características no han muerto, por lo que aún se puede seguir ejerciendo impunemente la crematística.
Escrito sin demasiado rigor y pensado para aproximarse a un público poco especializado, esta guía ofrece información sobre qué son, cómo funcionan y dónde están los paraísos fiscales más seguros de la actualidad. La obra intenta seducir, principalmente, a gente con patrimonios grandes y a directorios de empresas medianas, pues mientras que los bancos y las corporaciones transnacionales conocen a la perfección todo lo que el libro explica, a los trabajadores y pequeños emprendedores no les conviene afrontar el gasto de transferir dinero a uno de esos sitios, por lo que es sólo a una pequeña franja del mundo de lectores a los que puede llegarles a interesar el texto que comentamos.
Este elogio de la evasión fiscal escrito por nuestro bon vivant considera a toda iniciativa para fortalecer las políticas de transparencia tributaria como un acto de violencia impulsado por un gobierno que si no se considera abiertamente dictatorial, al menos copia en sus “modalidades perversas” a ese tipo de regímenes. Del mismo modo sostiene que la urgente armonización del sistema fiscal europeo es una utopia, sólo útil y factible en los cuentos de hadas. Recomienda que al que pueda hacerlo le conviene transferir sus activos a empresas virtuales constituidas en algún paraíso fiscal del mundo, como también es útil crear empresas en el extranjero para efectuar servicios en el país de origen, evitando de ambos modos tener que pagar los impuestos establecidos por las leyes locales.
Cabe recordar que los paraísos fiscales no son necesariamente parte de operaciones ilegales, ya que quienes evaden impuestos lo hacen por intermedio de la “contabilidad creativa”, que se basa en la búsqueda de vacíos legales y en el diseño de mecanismos que permitan reducir las tributaciones al mínimo. Sin embargo muchas veces también se utilizan a estos sitios como un instrumento para cometer fraude fiscal, ya que todos suelen defender con uñas y dientes la vigencia del concepto de “secreto bancario”. De cualquier manera su mera existencia ya significa un elemento de presión contra los regímenes fiscales de un Estado, especialmente contra los de los países centrales: ante un paraíso fiscal, los Estados más ricos del mundo se ven cada vez presionados a menguar sus cargas impositivas con el propósito de evitar la fuga de capitales, lo que genera un achique en las recaudaciones y ello repercute en la calidad de los servicios públicos, perjudicando así a la gente de menores ingresos y que posee patrimonios pequeños. Un libro como el de Warren de Rajewicz nos recuerda que, hoy por hoy, el dinero es más libre que la gente.

* Rajewicz, Warren de. Guide des nouveaux paradis fiscaux à l’usage des sociétés et des particuliers. Éditions Favre, Lausana, 2010, 45 CHF (32,50 € aproximadamente)

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