martes, 26 de julio de 2011

Tan cerca, tan lejos

En el andén de una estación de ferrocarril, escasos momentos antes de abordar un tren que lo llevará de París a Venecia, un hombre le anuncia a su mujer que finalizará su relación afectiva con ella. La mujer está embarazada, y el padre no es otro más que el hombre que ha decidido abandonarla.

Semejante situación es un buen preámbulo para el desarrollo de un lacrimoso drama en el que se muestre el descenso en la miseria de una mujer desafortunada. Sin embargo ello no acontece en Belleville Tokyo, la película de Elise Girard que comienza con la escena que describí.

En efecto, el más reciente proyecto cinematográfico de la directora parisina es una historia de desamor que elude representar el costado trágico del asunto: el hombre que se ha marchado hacia Venecia retorna a París e intenta recuperar la rutina como si nada hubiese pasado sobre aquel andén; la mujer embarazada, por supuesto, no se lo permitirá. Con esos elementos Girard construye un relato lleno de vaivenes, desplazamientos y mentiras improbables (fingiendo que está en la lejana Tokio, el hombre, Julien, telefonea varias veces desde el barrio parisino de Belleville a la mujer, Marie, con la intención de hacerle creer que él tolera la distancia que ella pretende establecer para ambos).    

Belleville Tokyo es una comedia triste que se construye sobre la dicotomía que encarnan los protagonistas: Julien es un crítico de cine que, intentando intelectualizar su propia experiencia, reduce todo a una aventura estética a la que intenta observar desde afuera, mientras que Marie, por el contrario, reconoce el peso de su participación en el drama de su propia vida, y procura empezar a concretizar lo que hasta ese entonces era una mera proyección idealizada, aprendiendo a resignarse ante circunstancias que, a diferencia de las películas, no pueden ser asumidas con la iluminación más óptima y el maquillaje más adecuado. El desvanecimiento del mundo imaginario de él, la solidificación de la discreta rutina de ella, y la irrupción (en forma de infante) de la suma de ambos: es el proceso de ese desencantamiento lo que le interesa mostrar a Girard.

Con un cierto eco de Hong Sang-soo y de Éric Rohmer, Belleville Tokyo sigue a dos jóvenes inseguros, incapaces de comprender (o, quizás, de aceptar) los mensajes sentimentales que se envían el uno al otro, y dispuestos a hacer de algo tan simple como el amor una cuestión complicada y absurda.    

Cinematográficamente Elise Girard ha dado forma a un producto muy bueno. Cargada de bromas privadas y guiños autobiográficos, la narración entra y sale permanentemente del mundo mágico del cine en el que Julien insiste y del ámbito polvoriento de las cintas entre las que Marie existe (el personaje principal es empleada en un pequeño cine especializado en la proyección de clásicos hollywoodenses, similar al famoso Action de París en el que Girard trabajó durante varios años). La música envolvente de Bertrand Burgalat, el encanto malicioso, triste y etéreo de Valérie Donzelli en el rol de “Marie”, la versatilidad de Jérémie Elkaïm en el rol de “Julien”, y una puesta en escena austera que trabaja constantemente en el encuadre de la soledad de los personajes hacen de Belleville Tokyo un momento recomendable.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

actualizá.

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