viernes, 17 de junio de 2011

La elegante simplicidad del componer

Con Hypernuit, su tercer álbum, Bertrand Belin final y felizmente se ha convertido en un cantautor a tiempo completo. En más de 20 años de carrera, Belin escribió para otros (Néry Catineau, Caroline Loeb, Olivia Ruiz y Pauline Croze), eludiendo su compromiso hereditario con Georges Brassens y Jacques Brel y escapándole al público que deseaba verlo actuando sobre un escenario del mismo modo en que habitualmente lo hacen Dominique A o Benjamin Biolay. 

Sin embargo, pese a que comparte con los grandes cultores de la chanson la obligación de la profundidad lírica y cierta exigencia sonora, su exagerada sobriedad y su sincera humildad lo colocan a cierta distancia del centro de la escena contemporánea y del tronco principal de la tradición. 

Las doce canciones de Hypernuit invitan a sumergirse en la música que compone Belin. Quizás propongan un viaje, pero es difícil saber si tal acción se desarrolla espacial o temporalmente. Con una voz calma y profunda que recuerda por momentos a la de Yves Montand y por momentos a la de Alain Bashung, Belin va sumando palabra tras palabra en cada una de sus canciones para dibujar muchos contornos imprecisos e imágenes que golpean los sentidos (un perro, una casa, un bosque, un estanque, un lago, la nieve, una venganza, etc). Es como si el autor deseara trabajar con bosquejos y sugerencias, para narrar una serie de dramas cotidianos sin tener que apelar al exceso, de la misma manera en que, desde la literatura, lo hacen Philippe Claudel (autor de Rapport de Brodeck) o Laurent Mauvignier (autor de Des hommes).

La austeridad que Belin ensaya al minimizar todos los artificios y apostar sólo a los arreglos musicales exactos, tal vez generen la imagen de una simplicidad espontánea, cuando en realidad el compositor casi no ha dejado espacio al azar. Su maestría para tocar la guitarra es aprovechada inteligentemente a lo largo de todo Hypernuit. Hay canciones que, al comenzar a escucharlas, uno espera oír la voz de Johnny Cash, Leonard Cohen o Bill Callahan, pero las voces francesas se encargan de corregir ese vicio.

La elegancia es el fruto más admirable del trabajo de Belin. Su afán es escribir lo mínimo posible para decir lo máximo imaginable. Por momentos parece que canta para Dios, pero probablemente Belin se dedique a cantarse a si mismo, explorando sus obsesiones, sus temores, sus fidelidades y sus desengaños. No se deja cegar por los fuegos de artificio de su propia experiencia, y, si bien logra descender bastante en el interior de su propio abismo, al final termina siendo piadoso y regalándose el perdón, por lo que Hypernuit termina siendo una obra muy recomendable.

Video:



0 comentarios:

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails