El Salón del Libro de París es el
mayor evento de la industria editorial en Francia. También es una excelente
oportunidad para que el gran público acceda a descuentos para la compra de
libros y pueda asistir, en una misma jornada, a las charlas y conferencias que
suelen brindar sus autores predilectos.
Sin embargo este año el Consejo
Permanente de Escritores (CPE), una suerte de federación sindical de autores, alzó su voz
en contra del evento. A esa gente le preocupa que el escritor, quizás la pieza clave
en el negocio de los libros, resulte ser el elemento más débil de la cadena
comercial editorial.
El CPE publicó una carta abierta
y organizó una manifestación para exigir reformas legislativas que mejoren los
beneficios sociales de los escritores. También aprovecharon para protestar en
contra de las maniobras contractuales que afectan a los derechos de autor y
quejarse porque sus ganancias se han visto reducidas en los últimos años
(fenómeno que ocurrió sin que las ventas de libros decaigan).
Según la carta que publicó el
CPE, los escritores reciben, aproximadamente, sólo 1 euro por cada ejemplar
vendido, “lo mismo que vale una baguette”. El texto también afirma que es
normal que un escritor empiece a facturar dinero con los libros recién varios años
después de empezar a escribir. El contexto internacional no ayuda en nada,
puesto que la Unión Europea
–al pasar por encima de las especificidades económicas y culturales de los
países que la integran– perjudica el mercado libresco francés. Y para rematar
está el problema de la piratería, la cual ha crecido enormemente gracias a la Internet.
Entre los adherentes a los
reclamos figuran escritores como David Foenkinos, Nathalie Kuperman, Elisabeth Brami, Joy Sorman, Annie Ernaux, Joann
Sfar, Marie N’Diaye, Philippe Djian, Didier Daeninckx, Maylis de Kerangal, Jeanne-A Debats, Carole Martinez y Jérôme
Ferrari.
Mientras los escritores
manifestaban su descontento, la consultora OpinionWay dio a conocer una
encuesta que indaga sobre las preferencias de los lectores franceses.
Concretamente el trabajo tenía por objetivo determinar quienes son los autores
favoritos tanto clásicos como contemporáneos en el Hexágono. El podio de los
clásicos revela que a los franceses les gustan las lecturas fáciles (aunque no
necesariamente amenas): Victor Hugo, Marcel Pagnol, Jules Verne, Emile Zola y
Guy de Maupassant son los cinco mejor ubicados en la encuesta.
En materia de autor
contemporáneos la tendencia es similar: el podio lo integran Marc Levy, Jean
d’Ormesson y Guillaume Musso, ubicándose Max Gallo en cuarto lugar, y la belga Amélie
Nothomb en quinto. Gallo es un historiador que desde hace décadas viene
escribiendo libros sobre Francia –primero con una perspectiva marxista, y luego
con una bonapartista– que suelen ser bien recibidos por el público lector;
d’Ormesson, alguna vez apodado “El escritor de la felicidad”, es un periodista
casi nonagenario que también tiene una larga trayectoria en la prensa francesa;
y Levy, Musso y Nothomb son de esos novelistas que tienen la fórmula para el best-seller y no suelen arrepentirse de
usarla. Con lectores así de criteriosos, es entendible que los escritores se
quejen de los negocios que montan las editoriales para generar ganancias.
0 comentarios:
Publicar un comentario