viernes, 26 de marzo de 2010

Fat Bastard

En Francia existe un vino llamado “FAT bastard”, cuya etiqueta muestra la simpática imagen de un hipopótamo. El nombre de la bebida es extraño y la presentación del producto es atípica, pero el contenido es de muy buena calidad. La marca tiene mucho éxito en EEUU y en varias partes de Europa, como también en la propia Francia, y más precisamente, en Languedoc, el lugar donde se fabrica.

Languedoc es una hermosa región en el suroeste del Hexágono. Por cuestiones administrativas, se la considera hermana de Rosellón. La región Languedoc-Rosellón limita con la región Provenza-Alpes-Costa Azul (PACA). PACA es la región en la que reside Jean Marie Le Pen, un polémico dirigente político de ultraderecha, que desde la década de 1970 es un activo protagonista de la vida política de Francia. Frecuentemente Le Pen emite declaraciones que lo obligan a enfrentar juicios civiles, pero que también le consiguen la simpatía de una franja nada desestimable de la población –la franja que lo termina votando el día de las elecciones. Entre sus muchos comentarios políticamente incorrectos ha dicho cosas como que “el mundo islamoárabe constituirá un peligro mundial”, que “las cámaras de gas en la Segunda Guerra Mundial fueron sólo un mero detalle”, que él “cree en la desigualdad de razas”, que a los inmigrantes infectados con SIDA habría que “encerrarlos como a leprosos”, que su partido iba a expulsar a los sionistas de Francia “así como Jesús expulsó a los mercaderes del templo”, y un largo etcétera. En Languedoc-Rosellón, por su parte, reside otro líder político muy controvertido, panzón y de boca floja como Le Pen, aunque éste encabeza una alianza independiente de centroizquierda: nos referimos a Georges Frêche.

Frêche –como Le Pen– cultiva el provincialismo, criticando a París por pretender vivir en un mundo diferente al del resto de Francia. Maoísta en sus inicios, luego se unió al Partido Socialista desde donde hizo una larga carrera, primero como alcalde de Montpellier, y luego como máximo representante de la región Languedoc-Rosellón. En 2007 fue expulsado de su partido por haber hecho declaraciones demasiado polémicas: sostuvo que el número de jugadores negros en la selección francesa era curiosamente alto para un país cuya población es mayormente blanca, algo que ya había dicho Le Pen (pero, a diferencia del líder del Frente Nacional, Frêche no lo dijo por mera xenofobia, sino que lo hizo para señalar que lamentablemente la población negra de su país pareciera tener oportunidades para encontrar la movilidad social solamente a través del deporte). También ha ofendido a algunos harkis (argelinos que estuvieron del lado francés en las guerras de descolonización) pero ha apoyado a los pieds-noirs (franceses que, tras ser expulsados de Argelia, no dejaron de considerar a esa república independiente como una provincia más de Francia). Del mismo modo, acusó a un líder opositor de ascendencia judía de “no tener una nariz demasiado católica” como para gobernar honestamente, pero al mismo tiempo ha apoyado públicamente la mayor parte de las políticas promovidas por el Estado de Israel.  

Lo cierto es que Frêche es un político muy hábil y capaz -astutamente maquiavélico-, que convirtió a Montpellier en una de las ciudades francesas más pujantes, económica y socialmente hablando. Durante su gestión de más de 25 años al frente de la sureña ciudad, ésta devino un lugar próspero y abierto tanto al éxito deportivo (especialmente en fútbol, rugby, handball y waterpolo) como al cultural (la ciudad es famosa por sus festivales musicales y teatrales). Luego dio un salto a nivel regional, con la esperanza de lanzarse eventualmente a la conquista del país entero. Actualmente, rodeado de gente de izquierda –muchos socialdemócratas suspendidos por el PS por acompañarlo, algunos verdes y eurocomunistas disidentes, y hasta uno que otro agitador anarquista– y de gente de derecha –diversos liberales y gaullistas que en su momento apoyaron a Chirac–, Frêche critica a la centroizquierda nacional por haberse convertido en un movimiento moral antes que político, más preocupado por fabricar una imagen para el elector que por establecer un coherente programa de acción: “el Partido Socialista se ha erigido a sí mismo como un garante de los valores universales, un portador de valores inefables, son anti-discriminadores, anti-bebedores, anti-fumadores, anti-racistas, pro-homosexuales, pro-negros, pro-blancos, pro-amarillos, pro-rojos, pro-judíos, pro-musulmanes, pro-ortodoxos, pro-japoneses, pro-gnomos de jardín, anti-pitbulls, anti-infelicidad, anti-enojo, anti-vulgaridad, anti-todo”.

Ha sido tan minuciosa su construcción de poder –empleando prácticas clientelares y presionando a la prensa local para que hable sólo a su favor, al tiempo que montaba estratégicas campañas propagandísticas– que sus adversarios políticos sólo pueden venir de su entorno más cercano, ya que los opositores han quedado marginados frente a este líder sospechado de tener vínculos con la masonería. Por ello André Ferran, un abogado penalista que defendió ante la justicia incontables veces a Frêche por las polémicas suscitadas en torno a sus dichos o hechos, ha publicado un libro panfletario cuyo objetivo era el de complicarle la elección de este año al “emperador” de Languedoc-Rosellón. Tal cosa no sucedió.

De dérapages en déraison, Frêche se démasque nos trae un retrato más personal que político de aquel que ha sabido decir –o que lo han acusado de decir– “la izquierda soy yo”. Ferran acusa a Frêche, básicamente, de haber ido abandonando poco a poco los valores socialistas que le permitieron acceder a su puesto en primer lugar, de haber cultivado cínica y deliberadamente la vulgaridad para acercarse a los electores de los estratos socioeconómicos más bajos, de haber utilizados métodos democráticos poco ortodoxos cada vez que le tocó debatir, de rechazar violentamente toda crítica o disonancia, de burlarse del ecologismo y de los opositores del libre mercado, en fin, Ferran acusa a Frêche de pensar el futuro sólo para si. El libro, loado por el ecologista Cohn-Bendit, parece querer mostrar a la máxima autoridad de Languedoc-Rosellón como una persona miserable, sin amigos auténticos, y enfermo de egoísmo y egolatría. Es decir, Ferran ha escrito un libro en el que sanciona moralmente a un líder político.

Moraleja: en la selva los hipopótamos no tienen depredadores naturales. Ningún otro animal, con sus garras, sus dientes o su tamaño, puede molestarlos. Sólo un hipopótamo es capaz de desplazar a otro hipopótamo que reina sobre su terreno.

* Ferran, André. De dérapages en déraison, Frêche se démasque. Chicxulub, Montpellier, 2010, 15 €

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