domingo, 9 de noviembre de 2014

El Historial de Péronne contra el CRID 14-18

El historiador Antoine Prost confesó una vez que, hacia fines de la década de 1970, él creyó que ya no se podía agregar nada relevante a la historia de la Primera Guerra Mundial, puesto que las investigaciones sobre el tópico habían alcanzado un punto en el que todo lo nuevo que se producía no aportaba absolutamente nada novedoso a lo ya escrito.

Una decena de años después, empero, el enfoque historiográfico sobre la Primera Guerra Mundial se vio revolucionado gracias a la irrupción de la historia cultural, que vino a relevar a la historia social -y, claro, a la historia diplomática-militar- que antes había primado. Sin embargo esta innovación generó una amplia y acalorada disputa entre los historiadores franceses, la cual al día de hoy sigue vigente.

Las sociedades salvajes

Las viejas teorías francesas que explicaban la Gran Guerra se convirtieron en sombras de si mismas hacia fines de la década de 1980: la idea nacionalista de que Alemania era la única culpable de la tragedia y la idea marxista de que el capitalismo había desembocado necesariamente en la matanza ya no satisfacían a nadie, pues mientras que la primera idea tensaba las relaciones franco-alemanas y obstaculizaba a la integración europea, la segunda ya no servía para favorecer la expansión de una URSS que colapsaba al mando de Gorbachov. Los historiadores, entonces, comenzaron a plantear la posibilidad de que la Primera Guerra Mundial podría ser la matriz del violento totalitarismo que murió en 1945 con el avance del Ejército Rojo por las calles de Berlín.

Es en ese contexto que, en 1992, se crea el Historial de la Gran Guerra, en la ciudad de Péronne, sobre los campos en donde se desarrolló la Batalla del Somme. El museo va acompañado de un centro de investigaciones del cual emergerá una visión novedosa sobre el conflicto iniciado en 1914. El norteamericano Jay Winter se convertirá en padrino del Círculo de Péronne.

La historia sobre la Primera Guerra Mundial se verá conmovida: el foco de interés se trasladará al análisis de las aspiraciones, temores, ansiedades, esperanzas y sueños que constituyeron el marco de una historia de representaciones que alimento una cultura bélica. Esta perspectiva mantiene la mirada “de los de abajo” que proponía la historia social, pero agrega una novedad: la idea de que existió un consentimiento patriótico como fuente del proceso de movilización. Vale decir, lo que el Historial de Péronne atestigua es que la Primera Guerra Mundial estuvo revestida de una dimensión escatológica, que consiguió que la gente viviese el conflicto en Francia como una suerte de cruzada que enfrentaba a la civilización contra la barbarie, al derecho contra la fuerza, o, más simplemente, al bien contra el mal.

El libro 14-18, retrouver la guerre (2000) de los historiadores Stéphane Audoin-Rouzeau y Annette Becker es la mejor síntesis de la tesis: los autores insisten en que las sociedades europeas, a lo largo del siglo XIX, fueron sometidas a un proceso de secularización que desembocó en una suerte de “brutalización” cívica, la cual, naturalmente, provocó la guerra total (evidentemente detrás de esa idea está la influencia del George Mosse de Fallen Soldiers). Ello explicaría por qué la mayoría de los Estados beligerantes no entraron en pánico en 1914, y por qué hubo una reacción social tan entusiasta –especialmente en las grandes ciudades– cuando se supo que acababa de desencadenarse algo tan terrible como una guerra. El consentimiento patriótico, además, arrojaría un poco de luz sobre la alianza de sectores sociales disímiles y hasta opuestos en tiempos bélicos que en Francia, gracias al Presidente Raymond Poincaré, se denominó “Unión Sagrada”. 

La querella del consentimiento

Pensar a la Primera Guerra Mundial como un proceso de adhesión masiva causado por un sentimiento patriótico delirante (y cuasi-religioso) sonaba muy tentador, pero esa mirada se devela poco sólida si se la critica lo suficiente. Frédéric Rousseau, en su obra La guerre censurée (1999), atacó virulentamente al concepto de “consentimiento patriótico”, sosteniendo que no fue el patriotismo fervoroso lo que impulsó la guerra sino la coerción del Estado francés sobre su ciudadanía.

Al describir a los soldados como oprimidos, deshumanizados, aterrorizados y amenazados de muerte por sus propios superiores, Rousseau atacó a los “péronnistes”. Frente a la idea de la existencia de una cultura de la guerra que habría alimentado el conflicto bélico de 1914 es más sencillo encontrar indicios de la presencia de una “cultura de la paz” que, por el contrario, habría repudiado el alzamiento en armas de la nación.   

La oposición al Historial de Péronne se unificó en 2006 con la creación de un Colectivo de Investigación Internacional y de Debate sobre la Gran Guerra de 1914-1918 (CRID 14-18), verdadera máquina de combate dedicada a organizar una estructura que contenga y promueva a los anti-péronnistes. El CRID 14-18 no es un grupo de estudios sino un “colectivo de lucha”: cada miembro tiene que demostrar que merece pertenecer al grupo, y su incorporación al equipo se decide con una votación que debe arrojar un resultado unánime para ser exitosa (eso significa que si alguien pone una objeción a un aspirante basada en la ambigüedad o falta de claridad de su obra, esa persona no puede integrar el CRID 14-18). De esa manera el colectivo se ahorra las disputas internas y puede concentrar sus esfuerzos para desacreditar a sus opositores. 

En La Grande Guerre en tant qu’expériences sociales (2006), Rousseau confirma su deseo de superar a la historia cultural recuperando buena parte del arsenal teórico y de los puntos de vista de la historia social. El debate sobre la Primera Guerra Mundial se reorientó hacia el tema de la selección de las fuentes: contra la afirmación del Historial de Péronne de que la cultura es lo que comanda las prácticas sociales, el CRID 14-18 privilegia el estudio de las prácticas sosteniendo que los discursos producidos por las clases dominantes no son de fiar debido a su ejercicio de la censura y su esfuerzo por deslegitimar a las voces disidentes.   

La subversión

Tanto el Historial de Péronne como el CRID 14-18 parecen ser dos escuelas historiográficas completamente opuestas la una a la otra. Las miradas, los abordajes y los análisis discursivos son distintos, pero las conclusiones de ambos, en el fondo, son bastantes similares. El Dictionnaire de la Grande Guerre 1914-1918, editado por Larousse y dirigido por Jean-Yves Le Naour, es un intento de convergencia entre las escuelas enfrentadas.

Lo más grave de esta renovación historiográfica francesa en torno a la explicación sobre la Primera Guerra Mundial fue la resignificación de la figura del poilu: de ser un héroe folklórico pasó a convertirse en una víctima de las élites que mandaban sobre Francia.

Todo el esfuerzo del Círculo de Péronne para vindicar a los soldados como actores de su tiempo resulta vano frente a la imposición de una memoria victimizadora que sólo le interesa conservar la idea del sacrificio. La figura del héroe resulta subvertida: los fusilados por cobardía o los amotinados pasan a ser los auténticos valientes, mientras que los que murieron en los campos de batalla como víctimas del fuego enemigo no fueron más que pobres infelices que terminaron arrojados al matadero por su falta de coraje para resistirse y martirizarse.

En cuanto a la guerra, ella es convertida en un caos sin cola ni cabeza, o, como mucho, en una guerra civil europea.    

Audoin-Rouzeau, Stéphane y Becker, Annette. 14-18, retrouver la guerre. Gallimard, París, 2000, 22,90 €
* Le Naour, Jean-Yves. Dictionnaire de la Grande Guerre 1914-1918. Larousse, París, 2008, 10 €
Rousseau, FrédéricLa guerre censurée. Une histoire des combattants européens de 14-18. Seuil, París, 1999, 21,70 
Rousseau, Frédéric. La Grande Guerre en tant qu’expériences sociales. Ellipses, París, 2006, 13 €

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