El historiador Antoine Prost
confesó una vez que, hacia fines de la década de 1970, él creyó que ya no se
podía agregar nada relevante a la historia de la Primera Guerra Mundial, puesto
que las investigaciones sobre el tópico habían alcanzado un punto en el que todo
lo nuevo que se producía no aportaba absolutamente nada novedoso a lo ya escrito.
Una decena de años después,
empero, el enfoque historiográfico sobre la Primera Guerra Mundial se vio
revolucionado gracias a la irrupción de la historia cultural, que vino a
relevar a la historia social -y, claro, a la historia diplomática-militar- que
antes había primado. Sin embargo esta innovación generó una amplia y acalorada disputa
entre los historiadores franceses, la cual al día de hoy sigue vigente.
Las sociedades salvajes
Las viejas teorías francesas que
explicaban la Gran Guerra
se convirtieron en sombras de si mismas hacia fines de la década de 1980: la
idea nacionalista de que Alemania era la única culpable de la tragedia y la
idea marxista de que el capitalismo había desembocado necesariamente en la
matanza ya no satisfacían a nadie, pues mientras que la primera idea tensaba
las relaciones franco-alemanas y obstaculizaba a la integración europea, la
segunda ya no servía para favorecer la expansión de una URSS que colapsaba al
mando de Gorbachov. Los historiadores, entonces, comenzaron a plantear la
posibilidad de que la Primera Guerra
Mundial podría ser la matriz del violento totalitarismo que murió en 1945 con
el avance del Ejército Rojo por las calles de Berlín.
Es en ese contexto que, en
1992, se crea el Historial de la Gran Guerra ,
en la ciudad de Péronne, sobre los campos en donde se desarrolló la Batalla del Somme. El
museo va acompañado de un centro de investigaciones del cual emergerá una
visión novedosa sobre el conflicto iniciado en 1914. El norteamericano Jay
Winter se convertirá en padrino del Círculo de Péronne.
La historia sobre la Primera Guerra Mundial se verá
conmovida: el foco de interés se trasladará al análisis de las aspiraciones,
temores, ansiedades, esperanzas y sueños que constituyeron el marco de una
historia de representaciones que alimento una cultura bélica. Esta perspectiva
mantiene la mirada “de los de abajo” que proponía la historia social, pero
agrega una novedad: la idea de que existió un consentimiento patriótico como
fuente del proceso de movilización. Vale decir, lo que el Historial de Péronne
atestigua es que la Primera Guerra
Mundial estuvo revestida de una dimensión escatológica, que consiguió que la
gente viviese el conflicto en Francia como una suerte de cruzada que enfrentaba a la
civilización contra la barbarie, al derecho contra la fuerza, o, más
simplemente, al bien contra el mal.
El libro 14-18, retrouver la guerre (2000) de los historiadores Stéphane
Audoin-Rouzeau y Annette Becker es la mejor síntesis de la tesis: los autores
insisten en que las sociedades europeas, a lo largo del siglo XIX, fueron sometidas a un proceso de
secularización que desembocó en una suerte de
“brutalización” cívica, la cual, naturalmente, provocó la guerra total
(evidentemente detrás de esa idea está la influencia del George Mosse de Fallen Soldiers). Ello explicaría por
qué la mayoría de los Estados beligerantes no entraron en pánico en 1914, y por
qué hubo una reacción social tan entusiasta –especialmente en las grandes
ciudades– cuando se supo que acababa de desencadenarse algo tan terrible como
una guerra. El consentimiento patriótico, además, arrojaría un poco de luz
sobre la alianza de sectores sociales disímiles y hasta opuestos en tiempos
bélicos que en Francia, gracias al Presidente Raymond Poincaré, se denominó
“Unión Sagrada”.
La querella del consentimiento
Al describir a los soldados como
oprimidos, deshumanizados, aterrorizados y amenazados de muerte por sus propios
superiores, Rousseau atacó a los “péronnistes”. Frente a la idea de la
existencia de una cultura de la guerra que habría alimentado el conflicto bélico de
1914 es más sencillo encontrar indicios de la presencia de una “cultura de la
paz” que, por el contrario, habría repudiado el alzamiento en armas de la
nación.
La oposición al Historial de
Péronne se unificó en 2006 con la creación de un Colectivo de Investigación Internacional y de Debate sobre la Gran
Guerra de 1914-1918 (CRID 14-18), verdadera máquina de
combate dedicada a organizar una estructura que contenga y promueva a los
anti-péronnistes. El CRID 14-18 no es un grupo de estudios sino un “colectivo
de lucha”: cada miembro tiene que demostrar que merece pertenecer al grupo, y
su incorporación al equipo se decide con una votación que debe arrojar un
resultado unánime para ser exitosa (eso significa que si alguien pone una
objeción a un aspirante basada en la ambigüedad o falta de claridad de su obra,
esa persona no puede integrar el CRID 14-18). De esa manera el colectivo se
ahorra las disputas internas y puede concentrar sus esfuerzos para desacreditar
a sus opositores.
En La
Grande Guerre en
tant qu’expériences sociales (2006), Rousseau confirma su deseo de superar a
la historia cultural recuperando buena parte del arsenal teórico y de los puntos
de vista de la historia social. El debate sobre la Primera Guerra Mundial se
reorientó hacia el tema de la selección de las fuentes: contra la afirmación
del Historial de Péronne de que la cultura es lo que comanda las prácticas
sociales, el CRID 14-18 privilegia el estudio de las prácticas sosteniendo que
los discursos producidos por las clases dominantes no son de fiar debido a su
ejercicio de la censura y su esfuerzo por deslegitimar a las voces disidentes.
La subversión
Tanto el Historial de Péronne
como el CRID 14-18 parecen ser dos escuelas historiográficas completamente
opuestas la una a la otra. Las miradas, los abordajes y los análisis
discursivos son distintos, pero las conclusiones de ambos, en el fondo, son
bastantes similares. El Dictionnaire de la Grande Guerre 1914-1918,
editado por Larousse y dirigido por Jean-Yves Le Naour, es un intento de
convergencia entre las escuelas enfrentadas.
Lo más grave de esta renovación
historiográfica francesa en torno a la explicación sobre la Primera Guerra Mundial fue la
resignificación de la figura del poilu:
de ser un héroe folklórico pasó a convertirse en una víctima de las élites que
mandaban sobre Francia.
Todo el esfuerzo del Círculo de
Péronne para vindicar a los soldados como actores de su tiempo resulta vano
frente a la imposición de una memoria victimizadora que sólo le interesa
conservar la idea del sacrificio. La figura del héroe resulta subvertida: los
fusilados por cobardía o los amotinados pasan a ser los auténticos valientes,
mientras que los que murieron en los campos de batalla como víctimas del fuego
enemigo no fueron más que pobres infelices que terminaron arrojados al matadero por su falta
de coraje para resistirse y martirizarse.
En cuanto a la guerra, ella es
convertida en un caos sin cola ni cabeza, o, como mucho, en una guerra civil
europea.
* Audoin-Rouzeau, Stéphane y Becker, Annette. 14-18, retrouver la guerre. Gallimard, París, 2000, 22,90 €
* Le Naour, Jean-Yves. Dictionnaire de la Grande Guerre 1914-1918. Larousse, París, 2008, 10 €
* Rousseau, Frédéric. La guerre censurée. Une histoire des combattants européens de 14-18. Seuil, París, 1999, 21,70 €
* Rousseau, Frédéric. La Grande Guerre en tant qu’expériences sociales. Ellipses, París, 2006, 13 €
* Audoin-Rouzeau, Stéphane y Becker, Annette. 14-18, retrouver la guerre. Gallimard, París, 2000, 22,90 €
* Le Naour, Jean-Yves. Dictionnaire de la Grande Guerre 1914-1918. Larousse, París, 2008, 10 €
* Rousseau, Frédéric. La guerre censurée. Une histoire des combattants européens de 14-18. Seuil, París, 1999, 21,70 €
* Rousseau, Frédéric. La Grande Guerre en tant qu’expériences sociales. Ellipses, París, 2006, 13 €
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