viernes, 5 de septiembre de 2014

El huevo de la serpiente

Al-Qaïda en France, el último libro de Samuel Laurent, se lee como una novela de espionaje. Interesado en investigar sobre la presencia de yihadistas franceses en la convulsionada Siria, el autor empieza a seguir pistas que lo llevan a descubrir la existencia de una amplia red de contactos terroristas que se extienden por numerosos países y desemboca en la mismísima Francia. 

Laurent trabajó varios años como consultor de diversas empresas europeas que apostaron por expandirse hacia el mundo árabe, especialmente hacia Irak. Básicamente su tarea consistía en ubicar a los representantes de los grupos islámicos más peligrosos y negociar con ellos un acuerdo para que el capital europeo penetre en la región. Esa experiencia –según él– le permitió conocer a mucha gente en los países árabes, los cuales, a pedido del interesado, le fueron abriendo las puertas a un mundo secreto y peligroso, poblado, fundamentalmente, por salafistas (que son una secta musulmana de carácter puritano y conservador). 

El relato de Laurent comienza en las mezquitas de Francia, en donde jóvenes nacidos en ese país (pero mayormente descendientes de magrebíes o mashrekíes) son convertidos en yihadistas que se trasladan a Siria para incorporarse a los grupos rebeldes que combaten al régimen del presidente Bashar al-Asad. En el Islam esos jóvenes encuentran una disciplina y una meta trascendente para sus vidas. En Medio Oriente, los franceses adquieren la experiencia del combate, pero sólo un selecto grupo de ellos es seleccionado por Abu Hassan, un emir de Al Qaeda. El objetivo es constituir una célula terrorista que sea de elite. 

La vanguardia de los más capacitados viaja a Somalia para recibir entrenamiento intensivo en un territorio cercano a Somalilandia y Puntlandia. Se trata de una veintena de hombres a los que se les enseña el arte del sabotaje y del atentado suicida. Cuando concluye la capacitación, los entrenados emprenden el viaje de regreso a Francia siguiendo una larga ruta para borrar huellas. 

Una vez en el Hexágono, comienza la simulación y el camuflaje. Los jóvenes yihadistas se convierten al laicismo. Su vida pasa a ser de una discreción total. Buscan mujeres árabes para casarse, pero procuran no mezclarse con aquellas que llevan el velo. Se afeitan prolijamente y arrojan las chilabas a la basura. Cortan vínculos con los elementos más exaltados de su comunidad y empiezan a cultivar un discurso censor en contra del extremismo. Y luego esperan. ¿Qué esperan? Pues las órdenes para entrar en acción. 

Al-Qaïda en France tiene un eje muy evidente sobre el cual gravita: la posibilidad de la realización de un atentado sangriento en algún punto de Francia, como en el 2004 ocurrió en España en la estación de Atocha. Laurent señala que ahora mismo en el Hexágono habría una treintena de agentes durmientes, y varios otros estarían listos para sumárseles.  

El libro advierte que los hombres de Al Qaeda están fuertemente armados en el territorio francés: no sólo cuentan con un arsenal con todo tipo de armas de guerra, sino que además han estudiado la cultura francesa y sus sistemas de seguridad y defensa, por lo que saben exactamente como golpear y generar el mayor daño físico y psicológico posible. Debido a ello la obra concluye argumentando que para detener esta guerra silenciosa que una organización terrorista árabe lleva a cabo en contra del Estado francés, es necesario que los agentes de inteligencia de Francia se infiltren en las redes del extremismo islámico y desarticulen el peligro desde adentro, antes de que la serpiente salga a la luz y envenene a quien tenga cerca. 

* Laurent, Samuel. Al-Qaïda en France. Seuil, París, 2014, 21 

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