jueves, 30 de noviembre de 2017

El absoluto alveolado

A Yannick Haenel le otorgaron el Premio Médicis de este año por su obra Tiens ferme ta couronne. Es la segunda vez que recibe uno de los galardones literarios más importantes de Francia, habiendo sido la primera en 2009 cuando el libro Jan Karski fue condecorado con el Premio Interallié.

A partir de lo señalado, es lícito suponer que Haenel es uno de los mayores talentos literarios de la lengua francesa contemporánea, pero sostener ello es, cuanto menos, exagerado. 

Su último libro es sobre una búsqueda: la del absoluto. Pero, como toda búsqueda de lo absoluto publicada en la colección L'Infini de la editorial Gallimard, se trata de una aventura gnóstica que no supera el estadio estético (aunque tenga toda la pretensión de hacerlo).

En Tiens ferme ta couronne nos encontramos con Jean, el alter ego de Haenel. A lo largo de tres centenas de páginas, seguimos a este hombre, un escritor alcohólico y solitario, en sus reflexiones y sus obsesiones. La acción transcurre mayormente en París, más precisamente en el pequeño departamento ubicado en el distrito 20 en el que vive Jean. Allí están en proyección permanente sobre un televisor dos películas, a las que Jean no se cansa de ver (y de describir): Apocalypse Now de Francis Ford Coppola y The Deer Hunter de Michael Cimino. 

El escritor menciona ser autor de un guión sobre la vida de Herman Melville, el cual resulta irrealizable como película por su extensión superior a las 800 páginas. Sin embargo piensa que Cimino, que ganó fama por su enorme ambición como cineasta y por sus fracasos como ejecutor de sus proyectos, puede transformar en imágenes vivas lo que sólo son letras sobre papel. Por ello lo busca y lo encuentra en Nueva York, o al menos en una versión onírica de la ciudad estadounidense.

También hay una cena con la actriz Isabelle Huppert en el restaurante parisino Bofinger. Allí vuelven a aparecer Cimino y Melville, pero además hay un doble de Emmanuel Macron que se comporta como un zopenco. 

Jean tiene un amigo jugador de póker, Tot, que deja la ciudad y le pide que riegue sus plantas y pasee a su perro, un dálmata que responde al nombre de "Sabbat". El escritor le cumple el favor, pero lo hace mal. 

En el Museo de la Caza y de la Naturaleza (escenario que aparece por el interés que el protagonista manifiesta hacia los ciervos) trabaja Lena, una mujer sobre la cual Jean tiene interés romántico y con la que protagoniza unas escenas bastante vulgares de sexo. A ella se le muere la hermana e intenta resucitarla exigiéndoselo a Jesucristo. 

Ahora bien, llegado a esta parte de mi texto, el lector quizás se preguntará por qué motivo estoy mencionando a los personajes que pueblan la obra en lugar de contar el desarrollo de la trama. Y, tras entender esa oración, el lector inteligente se habrá dado la respuesta: "porque la novela carece de trama". Ello, por cierto, no es enteramente verdadero, ya que hay una mínima trama en la historia de Haenel, pero la misma no tiene mucha relevancia para el plan general de la obra. Lo que el autor intenta hacer con su libro es un torpe ejercicio de alquimia, donde un conjunto de símbolos esotéricos de diversa índole interactúan entre si con el propósito de introducir en la mente del lector la idea de lo que mencioné más arriba: que Jean (y Haenel) es un buscador de un elusivo absoluto, es decir que hay una realidad inefable que flota junto al mundo cotidiano y que se la intuye mediante el arte. 

Esta empresa no es extravagante en si misma, lo extravagante es pensar que un sujeto como Haenel está capacitado para ejecutarla o para guiar a otros en su ejecución. Y esto que apunto, que puede parecer una agresión gratuita que realizó contra un escritor premiado, el lector podrá constatarlo por si mismo al leer el final de Tiens ferme ta couronne donde el autor, quizás al percatarse de lo insuficiente de su búsqueda del absoluto, termina apelando a una ritualidad que justifique con su profundidad y trascendencia todas las palabras vertidas en el libro. Allí se consuma la impostura: Haenel le agradece al lector que le haya prestado su tiempo, pero se desentiende completamente de la tarea de dejarle algo más que eso. 


Haenel, Yannick. Tiens ferme ta couronne. París: Gallimard, 2016. 20 

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