La gastronomía francesa goza del
honor de ser considerada hoy en día como una de las mejores del mundo. Tan unánime
es su reconocimiento, que hasta la
UNESCO , en el año 2010, decidió declarar a la cuisine française como patrimonio intangible
de la humanidad.
Si se indaga en la historia de
Francia, se vuelve evidente que la evolución de la gastronomía nacional estuvo
ligada a las transformaciones sociales y políticas del país. La cocina medieval
francesa tuvo en Guillaume Tirel a su máximo exponente. Este cocinero es el
famoso autor de Le Viandier, un texto
que busca convertir a la cocina en una suerte de ciencia, detallando como
sazonar y decorar los alimentos para que los banquetes se vuelvan asuntos
suntuosos. La influencia de Tirel –quien se inspiraba fundamentalmente en la
gastronomía italiana– se extendió hasta la época de la Revolución Francesa ,
cuando en el ámbito de la condimentación se empezó a apostar más por el uso de hierbas
aromáticas y el concepto de sabor fue redefinido. Ello representó el tardío triunfo
de François Pierre de La
Varenne , quien ya en el siglo XVII había comenzado con el
proceso de transformación de la gastronomía francesa.
La cocina de Francia del siglo
XIX tuvo dos grandes referentes: Marie-Antoine Carême, en la primera mitad, y Auguste
Escoffier, en la última. La concepción de la gastronomía de estos cocineros
transformó no sólo a los recetarios nacionales, sino que también modificó el
papel social de los cocineros e introdujo toda una serie de innovaciones
tendientes a convertir a la gastronomía en una industria productora del lujo.
El siglo XX vivió bajo la
influencia de Escoffier hasta la década de 1960, cuando creció lo que en ese
momento se denominó “nouvelle cuisine”. Este nuevo estilo gastronómico lo que
pretendía era simplificar las técnicas de preparación de alimentos, preservar más
los sabores naturales (de allí el repetido uso del vapor), reducir la variedad
de los menús, renovar el equipamiento en las cocinas, estudiar más el valor
nutricional de cada plato, aligerar salsas al mismo tiempo en que se proponían
ingredientes alternativos para sazonar, y experimentar más con las combinaciones
y los maridajes. Otro elemento fundamental de la “nouvelle cuisine” fue la
exigencia de privilegiar la presencia de alimentos frescos a la hora de
cocinar.
Hacia mediados de la década de
1980, la “nouvelle cuisine” alcanzó sus límites de desarrollo, y los cocineros
empezaron a abandonar algunos de sus principios para reflotar la cocina gourmet
decimonónica. Sin embargo, en este renacimiento hubo un intento por preservar
algunas de las innovaciones que proponían los exponentes de la “nouvelle
cuisine”.
Logorama
En la actualidad el sector
gastronómico es uno de los motores de la economía francesa, siendo particularmente
alimentado por los numerosos turistas que año a año visitan el Hexágono. De
todos modos, cuando se hace un balance sobre este ámbito, salta a la vista un
dato importante: casi el 60% de los ingresos del sector gastronómico los
generan los locales de comida rápida.
La expansión en los restaurantes
franceses de la técnica del recalentamiento de comidas ya preparadas para
reducir gastos es considerada por los gobernantes como un atentado en contra de
la calidad de la gastronomía nacional, por lo que se vieron obligados a intentar
regular la actividad con el propósito de desalentar esa práctica en particular.
Así, este año, se les ocurrió
inventar el logotipo de “fait maison”
[“hecho en casa”]. Se trata de un sello que otorgan los bromatólogos que trabajan en el Estado, mediante el cual un cliente de un restaurante puede saber si los
alimentos que va a consumir son frescos y recién cocinados, o si se trata de
algo ya previamente preparado que ha sido reacondicionado para ser servido.
El problema de la iniciativa
regulatoria es que introduce una gran cantidad de excepciones que vuelven
sospechosa a la clasificación. Por ejemplo la norma establece que todas las
verduras que han sido peladas y cortadas en una cocina el mismo día en que serán
consumidas merecen llevar el logotipo de una sartén con un techo encima; sin
embargo las papas quedan fuera de esta regulación, pues con ello el gobierno
busca evitar que McDonald’s y demás establecimientos similares que sirven papas
fritas obtengan la etiqueta de “fait maison”,
que vendría a ser como una suerte de símbolo de comida saludable.
También el gremio de los gastronómicos
ha objetado al gobierno. Como los restaurantes ya no pueden arriesgar su
prestigio al omitir el logotipo, entonces están obligados a incorporar personal
en las cocinas destinado, por ejemplo, a lavar y pelar vegetales, cuando hasta
hace poco los cocineros recibían los alimentos ya acondicionados y listos para
entrar a los hornos o saltar a las sartenes.
El tema de las carnes también ha
recibido un pobre abordaje. Ante la imposibilidad de matar y despellejar
animales en las cocinas de un restaurante, el gobierno ha permitido que se
utilice carne congelada, la cual, pese a su estadía en las cámaras frigoríficas,
también es apta para recibir el famoso logotipo. ¿Qué sentido tiene esto si
contradice el criterio elemental de alimentos frescos?
Los idealistas
Con la nueva regulación, el
gobierno francés pretende que todos los restaurantes del país uniformicen sus
menús, no tanto para ofrecer todos los mismos contenidos sino más bien para
respetar todos la misma forma. Cada menú en el Hexágono debe llevar la leyenda “los
platos caseros están hechos in situ a partir de productos crudos”, independientemente de si el restaurante ofrece o no ese tipo
de platos (es como los paquetes de cigarrillos que llevan obligatoriamente la
leyenda de “fumar es perjudicial para la salud”). Todos los platos que cubren
los requisitos del “fait maison” deben
aparecer visiblemente en los menús, y se considera delito tanto la falsa atribución
de la categoría a platos que no están hechos con alimentos frescos como la
omisión del sello en el menú junto a los platos que si fueron preparados con
dichos alimentos.
Lo que se especula que puede
llegar a pasar con el “fait maison”
es que desaliente a muchos clientes de restaurantes: al descubrir que las
opciones preparadas con alimentos frescos son más bien pocas, entonces es
probable que los consumidores directamente compren a mitad de precio en los
supermercados a los almuerzos o a las cenas que pueden calentar en sus propios microondas.
Del mismo modo, los partidarios de la comida hogareña y artesanal pueden comenzar
a abandonar los restaurantes para dedicarse ellos mismos a cocinar en casa con
productos que sean realmente frescos.
Quienes más se han entusiasmados
con este asunto impulsado por el gobierno han sido los idealistas que
consideran que el industrialismo daña la reputación culinaria de Francia, y que
por ello, para combatir a la mundialización, es necesario fomentar lo casero, incluso
si no está claro lo qué es exactamente ello.
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