domingo, 25 de enero de 2015

El santo de la aguja

2014 presenció el estreno de dos películas inspiradas en Yves Saint Laurent, algo a mi entender excesivo. La gigantesca influencia del diseñador en el mundo de la alta costura internacional es un hecho indiscutible, pero su vida tan banal difícilmente merezca tanta atención.

Yves Saint Laurent, película dirigida por Jalil Lespert, vino a ser la biografía autorizada del modisto. A pesar de haber sido filmada suntuosamente, y más allá de ser una pieza cinematográfica bien ensamblada, la obra es demasiado superficial como para volver interesante a la vida de Saint Laurent. La actuación de Pierre Niney encarnando al diseñador es muy convincente: el joven actor se esfuerza para que las ansiedades del propio Saint Laurent irradien desde la pantalla.

La película sugiere que el famoso modisto fue una suerte de víctima de la Guerra de Argelia, por lo que su personalidad neurótica no sería producto ni de su relación con su madre, o de su relación con los hombres, o de otra cosa más que la feroz violencia que quebró a una comunidad que vivía feliz en el norte de África.

En París conoce a Christian Dior, su mentor, y a Pierre Bergé, el gran amor de su vida. Pero después todo en la película se vuelve una suerte de telenovela, en donde la genialidad de Saint Laurent se despliega ex nihilo y todas las celebridades de la época desfilan frente a la cámara, como dando a entender que al final el modisto pudo vencer los traumas de la juventud, experimentar las aventuras y desventuras del amor verdadero, y alcanzar el éxito que merecía.

Más interesante es Saint Laurent, la película de Bertrand Bonello (por qué no la llamó “Yves” es un misterio). Dotada de un mayor sentido del espectáculo, la película es a Yves Saint Laurent lo que Coco avant Chanel (2009) es a Coco Chanel & Igor Stravinsky (2009). Vale decir Saint Laurent, al explorar el mundo de los excesos y la seducción, pone dramatismo en una biografía por lo demás aburrida.

Bonello pasa por alto todo lo relacionado al ascenso al estrellato del modisto y pone el ojo sobre el Saint Laurent que ha alcanzado el reconocimiento, pero que aún así vive inseguro de si mismo: se ha vuelto célebre pero su espíritu se encuentra vacío. Gaspard Ulliel, mucho más carismático que Niney, interpreta a un Saint Laurent explosivo, pero poco parecido al real.  

La estructura de Saint Laurent es un tanto tortuosa, porque la película apuesta a lo sensitivo (creo que es eso o de lo contrario no se explica el montaje trivial en el que se mezclan recreaciones de las invenciones del modisto junto a imágenes de archivo del Mayo Francés y otros eventos históricos). A medida que la historia penetra en la década de 1970, la narración se torna más turbia, pues Saint Laurent está quebrándose mentalmente. En 1976 el modisto hace su regreso triunfal con una colección de ropa inspirada en la vestimenta de los marroquíes, y luego la historia omite todo lo que sigue hasta mostrar a un Saint Laurent anciano, salto temporal que sería imperdonable para una de esas biopics convencionales que les gusta fabricar en Hollywood.

Creo que lo más destacable de Saint Laurent son dos cosas: su amor por los detalles y el hecho de que es una película de y sobre Bonello (el famoso modisto es sólo una excusa del director para hablar de si mismo). Cada escena muestra un diseño meticuloso y acertado de escenario y vestuario; hacer lo contrario sería casi ofender la memoria de Saint Laurent. Ahora bien, en cuanto a lo otro, el propio cineasta ha confesado que la gran mayoría de los diálogos y situaciones fueron completamente inventadas, pues la idea era transmitir a través de la pantalla a la filosofía del diseñador más que simplemente reconstruir escenas de su vida.

Así Saint Laurent es una película proustiana, en donde las espirales temporales se estiran y la voluntad de explicar la genialidad se diluye en la presentación de la propia obra genial. Saint Laurent es también una película viscontina, con toda la fastuosidad visual expuesta de un modo sutil y natural. Y es, a su vez, una película ophulsiana por como está narrado el triángulo amoroso entre Yves, Pierre y Jacques. Saint Laurent, en definitiva, es una obra bien propia de Bertrand Bonello.

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