La septième fonction du langage, la novela escrita por Laurent
Binet que este año recibió el premio Interallié, es como una reescritura de Il nome della rosa pero ambientada en el
París de 1980 y protagonizada por la pléyade estructuralista/posmodernista en
lugar de los escolásticos medievales. Detrás del enigmático título se oculta
una investigación policial insólita sobre el homicidio de Roland Barthes (pues,
al contrario de lo que todos sabemos, Barthes no habría muerto atropellado en
un siniestro vial, sino que habría sido víctima de unos asesinos que lo
liquidaron luego de salir de una reunión con François Mitterrand, ya que el
intelectual se encontraba en posesión de unos documentos secretos que iban a
poner en peligro a la mismísima República).
Barthes, en esta historia, no es
un espía colaborando con los servicios de inteligencia de su país o de otro
(como bien podría ser el caso de un académico), sino que es más bien el autor
de un hallazgo asombroso que, en caso de caer en las manos equivocadas, puede causar la
ruina de millones de personas: Roman Jakobson señaló que el lenguaje humano
tiene seis funciones -referencial, emotiva, apelativa, fática, poética y
metalingüística-, pues bien la séptima función descubierta por Barthes sería la
performativa, la cual le permitiría a un hablante ejercer una extraña influencia
sobre los otros y dominar de ese modo al mundo. Barthes habría codificado algo
así como al idioma secreto con el que los magos de todos los tiempos afirmaron
comunicarse con las fuerzas ocultas del universo para obligar a la realidad a
someterse a sus deseos.
El comisario Jacques Bayard y el
semiólogo Simon Herzog son reunidos para que investiguen quien estuvo detrás
del crimen contra Barthes y dónde han ido a parar esos documentos tan
peligrosos que reúnen los resultados de su investigación. Los dos comenzarán así
una búsqueda que los llevará a descubrir la existencia de una sociedad secreta,
el Logos Club, previo recorrido a través del mundo político y académico del
París de comienzos de los ochenta.
Muchos lectores confesaron
abandonar el libro a mitad de lectura por considerarlo demasiado
intelectualizado. Sin embargo
Laurent Binet no es Mathias Énard, y La
septième fonction du langage no es Boussole.
Es decir el tono del libro ganador del Interallié no es igual al tono
del libro ganador del Goncourt: uno es satírico mientras que el otro es
dramático. Binet no es un intelectual que busca darle un aire popular al
discurso académico francés, es un autor de fábulas televisivas que busca
convertir a la academia en un producto de divertimento. Por ese motivo por las
páginas de La septième fonction du
langage desfilan Foucault, Althusser, Sartre, Lacan, Derrida, Deleuze,
Sollers, Kristeva, Cixous, y hasta Bernard-Henri Lévy y Umberto Eco, todos
ellos convertidos en caricaturas (el autor de Surveiller et Punir, por ejemplo, aparece en el interior de un
sauna gay, y BHL lleva su infaltable camisa blanca cuando es contactado por los
investigadores).
Bayard y Herzog también son
caricaturescos: representan, respectivamente, a la derecha y a la izquierda.
Por momentos Bayard parece ser una versión novelesca del detective Jack Palmer,
el personaje de historietas creado por René Pétillon (cosa que a su compañero
no le hace mucha gracia). Empero a medida que los socios avanzan en su aventura
empiezan a congeniar, mientras discuten sobre política y elaboran una lección
de semiología a través de sus diálogos.
Más allá de querer ser meticuloso
a la hora de escribir sobre una época que no vivió como adulto, Binet no puede
evitar cometer errores: por ejemplo sostiene que un Renault Fuego no estaba al
alcance de un empleado común en 1980, cuando es sabido que aquel famoso modelo
sólo daba el aspecto de un auto deportivo sin serlo realmente, siendo por tanto
accesible a los trabajadores, o también pone a un personaje a usar un walkman
en febrero de 1980, meses antes de que ese aparato inventado en Japón ingresase
oficialmente a Francia, y así un largo etcétera.
Ahora bien, el verdadero problema
con La septième fonction du langage emerge
en su última parte, cuando la narración se diluye y el texto se vuelve una
suerte de insustancial ensayo sobre el lenguaje y la política. En 2012 la
editorial Grasset le publicó a Binet el libro Rien ne se passe comme prévu, una obra que empieza como una crónica
de la campaña presidencial de François Hollande desde adentro y termina funcionando
como la profesión de la fe progresista de su autor. Después de ese fracaso, uno
creía que Binet había aprendido la lección sobre lo innecesario en la literatura, pero la
segunda parte de La septième fonction du
langage nos confirma que hay hombres que no cambian.
* Binet, Laurent. La septième
fonction du langage. Grasset, París, 2015, 22 €
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