lunes, 8 de marzo de 2010

César y Oscar: abismos de familia

Primo rico, primo pobre

Pese a que sólo las distancia una semana, la diferencia conceptual entre la ceremonia de entrega de los premios César y la ceremonia de entrega de los premios Oscar es abismal. El motivo de ello se halla, a primera vista, en la diferencia que existe entre
las sumas de dinero invertidas para organizar ambos eventos. Mientras que en EEUU no vacilan en gastar unos treinta millones de dólares para otorgar el máximo galardón de la cinematografía norteamericana, en Francia la cuenta de gastos finales para su equivalente local apenas llega a los doscientos mil euros.
Semejante contraste monetario se justifica en el hecho de que ambas ceremonias (como ambas laureas) están pensadas desde dos lógicas diversas. Hollywood intenta premiar al entretenimiento, mientras que París dice premiar al arte. Hay ocasiones en que ambas cosas se mezclan y, tanto en EEUU como en Francia, hay películas y cineastas que ganan sus galardones sin una sola voz de oposición, pero por lo general eso no ocurre.
No sólo son disímiles ambos sistemas de nominación de candidatos y de elección de ganadores, sino que también hay una puesta en escena que poco tiene en común. En los Oscar hay toda una rutina que se va cumpliendo paso a paso, donde los ganadores se levantan de sus butacas y se acercan al estrado para poder hablar no más que durante 45 segundos. En los César, en cambio, los premios se entregan durante una cena, y no existen los límites de tiempo. Los norteamericanos buscan conseguir que los espectadores se coloquen al vilo de su asiento todo el tiempo que dura la ceremonia; los franceses, por su parte, quieren que aquellos participen de un modo relajado en el evento. Sébastien Le Fol, en su blog de Le Figaro, remarcó esto último hace poco, reprochándole a sus compatriotas organizadores de los César que no tengan la misma mentalidad espectaculizadora de los norteamericanos que promueven los Oscar.  
Todo ello se nota al final en el tamaño de la audiencia: mientras que a los César los miran en directo cada vez menos personas (fueron 3.3 millones en 2005, y 1.7 millones este año), los Oscar, edición tras edición, ganan seguidores en todo el mundo.   
Quizás el motivo más profundo que crea el abismo es el hecho de que mientras que los Oscar son vistos como honores que se ganan o se pierden, los César son percibidos como recompensas que se suman como reconocimiento a una obra ya dotada de mérito.

Los premiados

En los César de este año, Un prophète juntó nueve estatuillas, incluyendo las de la categoría “mejor película”, “mejor director” y “mejor actuación masculina” (el César a la mejor actuación femenina quedó en manos de Isabelle Adjani –el quinto en su carrera– por su participación en La journée de la jupe). La historia de la película gira en torno a las tensiones, las ansiedades y las vilezas de la vida carcelaria, es decir, se inscribe en el realismo social que últimamente acapara todas las recompensas cinematográficas del Hexágono.
Un prophèteque ya había sido positivamente valorada por la crítica en el Festival de Cine de Cannes– compitió también por su Oscar, tras ser nominada como mejor película extranjera. Sin embargo el film, intenso y socialmente crítico, fue superado sorpresivamente por El secreto de sus ojos, película argentina de aire popular y guiños sentimentalistas.  
De cualquier modo Francia no quedó con las manos vacías en Hollywood. El cortometraje Logorama terminó por ganar el máximo galardón en su categoría.

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