martes, 2 de marzo de 2010

Fumar o no fumar, esa es la cuestión

La guerra del fuego

Desde que se sancionó hace tres años la ley para eliminar el cigarrillo de los espacios públicos, Francia atraviesa por una guerra entre fumadores y no fumadores. Los más seriamente perjudicados en ese enfrentamiento han sido los empresarios de los sectores gastronómicos, hoteleros y del esparcimiento nocturno.
Con el propósito de evitar molestas multas, muchos bares, restaurantes, hoteles y discotecas tuvieron que instalar cabinas especiales para aislar a los que optan por fumar, algo verdaderamente antipático y poco útil cuando la cantidad de fumadores supera a la capacidad de las cabinas. La otra opción a la mano consiste en que los propietarios de los diversos locales inviten amablemente a sus clientes –incluso en invierno– a fumar en lugares abiertos. El problema de ello es que cuando los locales carecen de patios internos o de terrazas habilitadas al público, la gente se agolpa en las calles, y los vecinos levantan sus quejas (algunos, los más enfadados, arrojan agua fría o caliente sobre los fumadores, especialmente cuando la calle se llena de gente después de medianoche).
Al principio, cuando la ley fue aprobada, casi nadie elevó su voz en contra de la prohibición. Como en Francia la mayoría de las leyes suelen someterse a intensos debates entre entusiastas y detractores antes de ser finalmente autorizadas o rechazadas, la mayor parte de la sociedad francesa la aceptó como una fatalidad que los libraría poco a poco de la esclavitud del nocivo hábito. Sin embargo con el tiempo empezaron a crecer los cuestionamientos. Los defensores del cigarrillo –no tanto las tabacaleras sino los consumidores– proponen que la ley se modifique para que en horario nocturno, sobre todo durante la madrugada, se permita a la gente fumar libremente en los sitios de recreación y esparcimiento. El Ministerio de Salud, sin embargo, se niega terminantemente a ceder en su postura.

Secreto a voces 

Al prohibir el consumo de tabaco en espacios públicos, los franceses se pusieron rigurosos con la ley que prohíbe la promoción del consumo. Esto generó una estrategia en dos frentes: el defensivo y el ofensivo.
Del lado defensivo, la jugada consiste en extirpar las referencias al tabaco en toda la cartelería que se coloca sobre la vía pública. Así Audrey Tautou perdió el cigarrillo en el afiche promocional de la película Coco avant Chanel, y las volutas de humo que arrojaba Éric Elmosnino se esfumaron de las promociones de Gainsbourg (un vie heroïque). Malraux, Tati y Chirac también se vieron privados de sus pipas y cigarrillos. Todos ellos terminaron con sus manos o con sus labios en posiciones extrañas. La efectividad de dicha decisión ha sido puesta en duda.
Del lado ofensivo, en cambio, las cosas se han excedido un poco. La campaña antitabaco propulsada recientemente por la ONG “Derechos de los no fumadores” ha sacudido a la opinión pública hexagonal, y ha gozado de una gran repercusión internacional. Hace no mucho un cartel en el que se ve a tres jóvenes con un cigarrillo en la boca mientras un hombre los sujeta de la cabeza –como si estuviesen practicando una felación– escandalizó a muchos. La campaña tiene un efecto tan chocante al equiparar a las tabacaleras con los abusadores, que se la ha considerado un “trabajo de provocación” en lugar de ser un “trabajo de prevención”.
Más allá de todas las campañas a favor del aire libre, los franceses siguen manteniendo altos índices de consumo anual de cigarrillos. Por más que se lo quiera ocultar o demonizar, el cigarrillo sigue siendo un objeto rutinario entre la gente. Los viejos y nuevos fumadores, si bien no piden la derogación de las leyes antitabaco, pretenden al menos que el Estado les permita llenar de humo las noches entre cuatro paredes. Para ello habrá debate.

0 comentarios:

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails