jueves, 20 de mayo de 2010

Dama Camélia

En Francia se emite desde hace varios años un programa de televisión llamado “Nouvelle Star”, que es la adaptación vernácula del exitosísimo formato del Pop Idol inglés. Cada temporada desde ese espacio televisivo se promueve una camada de nuevos cantantes que irrumpen con algo de ruido en la escena musical francesa; sin embargo el éxito de la mayoría de ellos no perdura, y su carrera termina eclipsándose frente a los artistas más consolidados. De todos modos siempre hay un puñado de jóvenes que sobresalen por su talento y consiguen hacerse un lugar en el universo musical francés. Tal es el caso de Camélia Jordana.

Esta cantante nacida en 1990 es descendiente de argelinos. En Nouvelle Star ganó mucha popularidad gracias a su voz magnífica y a su peculiar look: aparecía con unos anteojos de marco muy grueso, como una especie de Nana Mouskouri del siglo XXI. Durante las emisiones del show tuvo la oportunidad de interpretar convincentemente algunos clásicos del rock y del pop anglosajón (como “Heart of glass” de Blondie o “Paint It, Black” de The Rolling Stones) y apropiarse de algunos hits más contemporáneos (como “Foundations” de Kate Nash y “Anyone else but you” de The Moldy Peaches), pero sin dudas su momento consagratorio fue cuando cantó “Quelqu'un m'a dit” de Carla Bruni.

La repercusión de su participación en el popular programa de televisión le facilitó la posibilidad de registrar su primer disco, al que bautizó “Camélia Jordana”. La obra promete más de lo que concreta, pero aún así no es un álbum olvidable. El primer single de difusión, muy jovial y de fácil digestión, es “Non non non (écouter Barbara)”, una especie de yé-yé aggiornado. Otras canciones como “La vie en solitaire” y “Mois du août” no se alejan tanto del seguro terreno del pop, pero le advierten al público sobre la posibilidad que Camélia Jordana tiene de explotar otras vetas. Asimismo también son rescatables piezas como “Moi c'est” –que se destaca por su nítidez interpretativa–, o “Je pars” y “Lettera” –ambas de expresión sincera e inocente. Y no se puede obviar el duelo/homenaje a Alain Bashung a través de “Calamity Jane”, o el eco de Patricia Klass (la casi Marianne del año 2000) que se percibe en “J’étais une fille”.

Aunque la mayoría de su público aún lea con más entusiasmo Jeune et Jolie antes que Les Inrocks, ello no es motivo para desilusionarse. Lo que este disco debut deja después de escucharlo es la sensación de que Camélia Jordana es una excelente intérprete y, a su vez, un proyecto muy interesante de cantante futura. Si bien ella aún está bastante lejos de alcanzar el estatuto legendario de una Juliette Gréco, al menos ha ratificado su voluntad por afiliarse a esa tradición y asimilar esa herencia, al mismo tiempo que continuará rindiéndole un permanente y merecido tributo a Ella Fitzgerald en sus obras por venir.  

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