jueves, 15 de julio de 2010

Proletariatura

Las temporadas en el infierno

En noviembre de 2008 la prestigiosa revista Paris Match publicó un artículo en el cual abordaba el tema de los nuevos pobres que la última crisis financiera internacional produjo en Francia. En aquella oportunidad los periodistas recorrieron diversos lugares en los que se asiste a personas carenciadas y recogieron varios testimonios, entre los cuales se encontraba el de Nelly Zin, una joven de 27 años, madre de dos niñas pequeñas, y poseedora de un Baccalauréat (un título que atestigua que está capacitada para ingresar en la educación superior) con orientación en secretariado administrativo. Encontrar a alguien así en un comedor comunitario representa una dura muestra de la deriva económica en la que se encuentra Europa, por lo que de algún modo Zin se convirtió –al menos para los lectores de la revista– en el rostro contemporáneo de la pobreza que, como sugería el filósofo Emmanuel Lévinas, obliga al interlocutor a ejercer el cuarto mandamiento bíblico en una modalidad diferente a la habitual: del “no matarás” se pasa al “no me dejarás morir”.

Las palabras de la joven madre fueron conmovedoras, pues ponían en evidencia el modo en que al futuro de una joven familia lo carcomió la espiral usuraria de créditos que endeudó hasta dejar en la miseria a muchísimos habitantes del continente. La gente se solidarizó con ella y, gracias a una casilla de correo electrónico que Paris Match le habilitó especialmente, recibió numerosos regalos y mensajes de aliento (para ella y, sobre todo, para sus hijas), junto a propuestas laborales y hasta un acuerdo para conseguir un techo a buen precio de alquiler.

Unos meses después de aquellas particulares navidades, Nelly Zin se decidió a relatar su experiencia en forma de libro: así nació 3 euros par jour. El texto, a diferencia de lo que se puede suponer, no gira en torno a la figura de una mujer de vida exitosa que, culpa de la desgracia, se desvía de su camino de felicidad para luego recuperarlo gracias a su coraje y al amor de los otros. Por el contrario, 3 euros par jour versa sobre una muchacha proveniente de una familia disfuncional (donde la madre, prácticamente sola, tuvo que hacerse cargo de ella y de su hermana ante un padre ausente), que a los 20 años comenzó un noviazgo con un muchacho tres años más joven (que más tarde la abandonaría tras mucho conflicto conyugal generado a partir de la mala convivencia y de los problemas monetarios), y que padeció no uno sino dos embarazos inesperados (aunque, hay que reconocérselo, el artífice de ambos milagros fue el mismo hombre con quien vivía en concubinato).

3 euros par jour funciona como una nada extraordinaria confesión, pero también brinda elementos como para obtener una imagen panorámica sobre la precarización del mercado laboral francés, en el que impunemente se trabaja según lo que los franceses llaman “système D”, obligando a los trabajadores –ante el temor de perder el empleo y de verse por ello superados por las deudas– a tener que tolerar salarios magros, extenuantes horarios rotativos y maltrato por parte de sus jefes.

El título del libro corresponde a un cálculo que Zin hace, con el cual, tras sumar el dinero de sus ingresos y restar el de los gastos, cae en la cuenta de que ella y sus dos niñas tenían algo más de 100 euros mensuales para alimentarse, vestirse, transportarse e higienizarse, es decir contaban con aproximadamente 3 euros para satisfacer las necesidades del día. El proceso en el que se va degradando su estilo de vida (renuncia a la Internet, empieza a consumir segundas y terceras marcas, abandona los estudios universitarios al darse cuenta que sólo puede pensar en qué hará el día siguiente para garantizarle el mayor bienestar posible a sus hijas, recurre a la asistencia social para recibir ayuda del Estado, etc.) es narrado con dramatismo, pero el humor presente en el texto es mayor que el patetismo, dando la impresión con ello de que quien narra comenta en realidad una historia ya vivida y superada. Y resulta al menos curioso que el fantasma que más haya acechado a Zin no haya sido el de la prostitución, aunque antes que a la deshonestidad de la autora habría que culpar, quizás, a las leyes promovidas por el propio Sarkozy.

* Zin, Nelly. 3 euros par jour. Albin Michel, París, 2010, 15 €

Un safari progresista

Florence Aubenas estuvo en boca de toda Francia cuando, en 2005, fue secuestrada por nacionalistas iraquíes. En efecto, ella se encontraba en aquel país asiático reportando los eventos de la ocupación Occidental para el diario centroizquierdista Libération, cuando fue capturada por la resistencia nacional de Iraq. Su cautiverio duró algo así como cinco meses, que fueron vividos con mucha angustia y preocupación, especialmente por ella.

Superado el trauma del secuestro, Aubenas ha seguido ejerciendo su oficio como habitualmente lo hace. A muchos periodistas se los acusa de adornar demasiado sus textos, o incluso de fabular (recientemente aparecieron investigaciones sobre la maestría del polaco Ryszard Kapuscinski en este aspecto); pero no es el caso de Aubenas. Ella es una periodista respetada por la prensa del Hexágono, pues se la considera una mujer de acción, es decir se la ve como a una de esas reporteras que ante un conflicto focalizado en un lugar particular, no vacilan en acercarse hasta allí para conseguir los testimonios de los protagonistas. Por ese motivo hay numerosas crónicas que llevan su firma en la que se describen huelgas, revueltas y juicios escritas desde el ojo mismo del huracán.

El último trofeo en la vidriera de periodista de Aubenas es un controversial experimento que está detallado en Le quai de Ouistreham. Antes de explicarlo caben una aclaraciones. En el mundo del periodismo lo que no puede faltar es la información, tanto en el sencillo proceso de su manipulación como en el más complejo de su obtención. Sin temor de simplificar, se puede decir que, para los periodistas, hay dos grandes tipos de información: (1) la que alguien con el fin de beneficiarse a si mismo o perjudicar a alguien más le otorga al periodista, (2) la que el periodista consigue por sus propios medios y cuya divulgación vulnera los intereses de alguien que prefiere que dicha información no se haga pública. El primer tipo es el más habitual, pues –como alguna vez observó Borges– en nuestro siglo lo normal es que las montañas converjan sobre el moderno Mahoma, en lugar de que suceda lo contrario. Así, por ejemplo, el periodico Le canard enchaîné opera según la modalidad señalada, lo que lo ha hecho famoso por haber desatado numerosos escándalos a lo largo del siglo XX (desde el suscitado tras denunciar la muerte del cardenal Daniélou en un burdel, hasta el suscitado tras denunciar que el presidente Giscard d’Estaing había aceptado un regalo de diamantes proveniente de la “generosidad” del emperador de Centroáfrica, entre muchos otros casos). El segundo tipo de información (la información conseguida por el esfuerzo del periodista) es algo más extraño de observar. Y es bajo esta perspectiva del periodista abandonando la oficina de redacción para husmear en los rincones sucios del mundo que está presentado Le quai de Ouistreham, el último libro de Aubenas.  

Después de anunciar públicamente que viajaría a Marruecos unos cuantos meses para escribir una novela, Aubenas tiñó sus cabellos, buscó sus documentos y se instaló en Caen. Allí la famosa periodista se convirtió en una mujer casi-anónima (pese a conservar su nombre y su espíritu inquisidor, apenas un par de personas, según lo que dice el texto, la reconocieron), y se dedicó a sobrevivir por un lapso cercano a los seis meses, sin hacer gala ni comprobar ninguna preparación laboral específica, vale decir como una trabajadora sin calificación de ningún tipo.

La vida que describe es durísima, similar a aquella que Émile Zola fotografiaba en sus novelas naturalistas sobre el mundo obrero. Aubenas cuenta que la fatiga nerviosa, los horarios interminables, los desplazamientos incesantes de un trabajo al otro y los abusos de las patronales la fue sumiendo en un estado de deterioro que le fue quitando la palabra. Sus prolijas anotaciones de periodista pronto devinieron desgarradoras páginas de un diario íntimo (en ese punto es inevitable pensar en la novela Hambre de Knut Hamsun, con la diferencia de que al protagonista de la novela del autor noruego, pese a todo su sufrimiento, es imposible pensarlo sin su sentido del humor intacto).

Esta idea de un informante testigo no es nada nueva. La figura del infiltrado que comunica todo lo que ve desde las filas enemigas es antiquísima, pero parece nunca caer en desuso (recuerdo como ejemplo reciente a Au Front, un famoso libro de finales de los ochenta escrito por Anne Tristan en plena Guerra Fría y con la bendición de los servicios de inteligencia del Estado francés, en el que se pretendía ridiculizar y criminalizar a Le Pen y los suyos, transcribiendo comentarios de los militantes menos instruidos como si fuesen propuestas políticas recogidas de primera fuente, para de esa manera ensuciar al antisionismo con el fantasma del antisemitismo, al etnopluralismo con el monstruo del racismo, y a la tercera posición con el demonio del fascismo). 

De todos modos la autora de Le quai de Ouistreham se desentiende de la estrategia del entrismo, y sostiene que ella misma financió su obra y explica en la introducción que el inspirador de su trabajo es el periodista alemán Günter Wallraff, quien hace unos 25 años se hizo pasar por un ciudadano turco para vivir en carne propia lo que los inmigrantes musulmanes viven en Alemania. En el caso de Wallraff la lección era, al parecer, promover la tolerancia ante el peligro de la xenofobia. En el caso de Aubenas, sin embargo, no se sabe muy bien cuál es la lección: ¿quiso someterse a la tortura de la pobreza sabiendo que sólo duraría unos pocos meses y que luego volvería a gozar del lujo y de la vida sana?, ¿quiso quitarle los trabajos temporarios y precarios que consiguió a gente que de verdad los necesitaba?, ¿quiso parodiar a Job?, ¿quiso hacer un safari por el mundo de los desposeídos?, ¿con fines comerciales?, ¿con fines cívicos?, ¿con fines políticos?, ¿con fines culturales?, ¿con fines progresistas?

* Aubenas, Florence. Le quai de Ouistreham. Editions de L’Olivier, París, 2010, 19 €

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