miércoles, 1 de junio de 2011

Vértigo en Aix-en-Provence

Un balcon sur la mer es una película que oscila hermosamente entre el drama y el suspenso, como si, por una parte, su realizadora, Nicole García, intentase rendirle tributo al propio Alfred Hitchcock, mientras que, por otra, ensayase un ejercicio autobiográfico.
 
La historia gira en torno a Marc Palestro (Jean Dujardin), un buen esposo y padre de familia, que vive en el sur de Francia y trabaja en una importante agencia inmobiliaria. Por mera casualidad, cierto día se encuentra con una femme fatale llamada “Marie-Jeanne” (Marie-Josée Croze), una clienta de la empresa para la que trabaja en la que él cree identificar a Cathy, su gran amor de la pubertad que tuvo que perder debido a las circunstancias: Marc es un pied-noir que reside en Francia desde que su familia se viese obligado a huir del lugar en donde nació, tras la tumultuosa guerra de independencia en Argelia. Sin embargo la milagrosa recuperación de lo más bello de una niñez salpicada del horror de la violencia pronto se enturbiará: el protagonista sabe que la inocente Cathy murió en tierras africanas durante un cruento atentado terrorista, pero aún así, cargado de dudas e interrogantes, no puede resistir la tentación de involucrarse en una relación problemática y obsesionante con el fantasma surgido desde su pasado.   

A medida que la cinta avanza la trama va absorbiendo a los personajes. No obstante Marc nunca deja de utilizar la memoria para retornar a aquella infancia tan feliz y, al mismo tiempo, tan traumática a la que tuvo que sobrevivir –lo que lo deja al borde de una crisis existencial de adultez, que se va manifestando mientras los hechos policiales se van avecinando. Lo mejor de la obra reluce en esos momentos de intimidad y melancolía, magníficamente interpretados por Dujardin, cuya actuación resulta impecable puesto que procura no escamotear nada pero también no excederse en su función. 

En Un balcon sur la mer asistimos a la lucha de su protagonista contra su deseo. El clima es inquietante y las acciones no son completamente transparentes. La directora consigue jugar hábilmente con la percepción de los espectadores, construyendo felizmente una historia muy bien diseñada.    

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