Las letras y los números

Para mucha gente las letras y los números parecieran ser dos realidades completamente divergentes entre si. Se cree que quien maneja a las primeras no puede hacer lo mismo con los segundos y viceversa. De allí que hace varias décadas ya se haya denunciado la existencia de dos culturas paralelas, una letrada y otra numérica, las cuales debían unificarse gracias a la acción de aquellos que poseían un espíritu integrador. 

Sin embargo no es cierto que los dominios estén tan compartimentados como se piensa, dado que es posible ver que los intercambios entre un campo y el otro son más que frecuentes, siendo éstos la fuente de una creatividad que deja luego una herencia poderosa. Tomemos como ejemplo a la narrativa, privilegiado espacio contemporáneo de las letras, y a la economía, que es el lugar en donde los números van a morir: en una carta dirigida a la escritora inglesa Margaret Harkness, el politólogo Friedrich Engels confesó que Honoré de Balzac fue su gran maestro en materia de economía; décadas después, Ayn Rand publicaría Atlas Shrugged, una novela surgida del estudio de las obras de Adam Smith y de Bernard Mandeville. Estos dos ejemplos me bastan para comprobar la existencia de una rica relación entre economía y narrativa. En el caso de Engels confirmamos que la teoría económica se nutrió de la práctica literaria, en tanto que en el caso de Rand sucedió lo contrario, puesto que fue la práctica literaria la que terminó siendo alimentada por la teoría económica. 

Un heterodoxo

Bernard Maris es un economista altermundialista que, además de desempeñarse en su campo, también es reconocido por su presencia constante en la prensa francesa como opinólogo en temas de su área. Columnista habitual de la revista satírica Charlie Hebdo, a Maris se lo puede ver también junto a Alain Badiou y Patti Smith en Film Socialisme, la película de 2010 dirigida por Jean-Luc Godard. 

La producción textual de Maris es muy vasta y explota varios géneros, especialmente el del análisis económico y el de la narrativa de ficción (el autor ha publicado ya tres novelas, además, claro, de haber puesto en circulación más de una docena de libros que versan sobre la economía).

Antimanuel d’économie (publicado en dos tomos –Les fourmis en 2003 y Les cigales en 2006–) ilustra bastante bien no sólo lo que son las ideas de Maris, sino también su estilo de escritura. En el primer aspecto destaca su crítica, ataque y desarticulación de la economía clásica, es decir del liberalismo. En el segundo aspecto, Maris aparece como un lector voraz, que no sólo cita a los economistas de mayor renombre histórico como David Ricardo, John Kenneth Galbraith y Friedrich von Hayek, sino también a filósofos (Jean Baudrillard, Martin Heidegger o Montesquieu) y, por supuesto, a escritores (Alfred Jarry, Guy de Maupassant, Émile Zola, Jonathan Swift y George Orwell).  

San Keynes y su apóstol Houellebecq

John Maynard Keynes y Michel Houellebecq son otros de los autores que circulan en los textos de Maris. Y lo hacen generosamente, pues el economista admite ser admirador de uno y de otro. Para homenajear al pensador inglés, Maris publicó Keynes ou l’économiste citoyen en 1999, una obra que elogia al padre de la macroeconomía contemporánea en su rol de teórico humanista. 

Ahora bien, para homenajear al novelista francés, este año Maris dio a conocer Houellebecq économiste. El libro es un ensayo ambicioso pero bien elaborado: busca demostrar que los textos de Michel Houellebecq critican muy ácidamente a los economistas contemporáneos, aunque, claro, sin ser plenamente conscientes de ello. Para lograr su objetivo, Maris minimiza la obra poética y ensayística de Houellebecq, y se concentra, sobre todo, en interpretar sus novelas. Así, por ejemplo, Les particules élémentaires (1998) sería un ataque en contra del consumismo individualista y de la metafísica de los supermercados, en tanto que Extension du domaine de la lutte (1994) podría leerse como una evaluación negativa del triunfo de la cultura gerencial y de las ciencias de la administración. La carte et le territoire (2010), por su parte, encarnaría una crítica al mundo del trabajo, mientras que Plateforme (2001) buscaría revisar el concepto de lo útil y lo parasitario, y La possibilité d’une île (2005) funcionaría como una fábula sobre los excesos del actual sistema capitalista. 

Maris destaca que Houellebecq ha leído a Marx, a Malthus y a Fourier, pero es poco el aprecio que les guarda. Keynes, en cambio, parece ser su referente. Cuando el novelista construye personajes adultos infantilizados que, insatisfechos, buscan acumular bienes y experiencias sólo para sentirse frustrados por no poder llegar a vivir satisfechos, es el autor de Teoría general del empleo, el interés y el dinero quien es evocado en su rol de enemigo del capitalismo liberal. 

La otra deuda que Houellebecq mantiene con los economistas tiene por acreedor al austriaco Joseph Schumpeter, quien –siguiendo al sociológo alemán Werner Sombart– fuese aquel autor que enunciase el famoso concepto de la “destrucción creativa”: ese tono de sumisión y de terror permanente que muchas veces manifiestan los personajes de las ficciones de Houellebecq ante un mundo que quiere liquidarlos refiere, según Maris, a esa situación tan habitual de la economía de mercado descrita por Schumpeter. 

Contra la mercantilización del amor

Maris subraya la lucidez de Houellebecq para fustigar al libre mercado: al detestar al individualismo vindica lateralmente a las comunidades intermedias; al despreciar el mundo empresarial apuesta por la solidaridad y la pacificación entre quienes compiten; y al intentar rescatar el rostro humano de los gerentes que se resisten a convertirse en tecnócratas, Houellebecq indica que el amor es el antídoto para evitar la destrucción de la especie a la que nos conduce el capitalismo. 

Desmercantilizar el amor: ese parecería ser el plan económico de Houellebecq, Keynes y Maris. Pues la economía no es un asunto matemático, sino moral. 

* Maris, Bernard. Houellebecq économiste. Flammarion, París, 2014, 14 €