Platón, en la República ,
aconseja a los gobernantes no formar parejas. De ese modo se evitan las
dinastías, la pornocracia y la participación de un cónyuge despechado en un
complot contra el poder. En su lugar propone que los hombres y las mujeres que
gobiernan ejerzan una suerte de “amor libre” entre ellos (aunque es más bien un
entrecruzamiento eugenésico para perpetuar a la raza virtuosa), y que a sus
hijos los críe el Estado, sin intervención directa de los progenitores.
Si hoy se viviese según las
normas de gobierno establecidas en la utopía platónica, probablemente en
Francia no se hablaría ni de Valérie Trierweiler ni de François Hollande. Pero
la humanidad no le ha hecho caso al filósofo -y probablemente no esté en sus
planes cambiar de actitud. De allí que no sólo en Francia, sino también en muchas otras
partes del mundo, se siga con atención por estos días lo que la indiscreta señora Trierweiler
tiene para decir del infame señor Hollande. Por más de que ella sólo haya sido una
figura decorativa, aún así su palabra es tan filosa que puede terminar de hundir al actual gobernante de uno de los
países más poderosos del planeta.
Puta e insumisa
Valérie Trierweiler no es la
primera ex-esposa de un líder político de la V º República que decide cobrar venganza
involucrando a toda Francia. En julio de 1987 la edición francesa de Playboy le concedió su tapa y sus
páginas centrales a Pierrette Lalanne, la otrora mujer de Jean-Marie Le Pen y,
claro, madre de su hija Marine. Lalanne vestía ropa de mucama en las fotos y
aparecía fregando o usando la aspiradora semidesnuda. Era una suerte de ironía:
Le Pen, tras su separación en 1984, se negaba a concederle el divorcio –cosa que
ella anhelaba para recibir la tajada de los bienes conjuntos que le
correspondía–, entonces ambos se peleaban públicamente. Así Le Pen le había aconsejado
a su ex-esposa que, si estaba necesitada de dinero, bien podía ir a limpiar
casas. Y eso hizo Lalanne, sólo que sin ropa y con un fotógrafo en frente.
Al año siguiente Lalanne anunció
que publicaría un libro en el que desenmascararía a su ex-marido. El texto
parecía prometedor, pues se suponía que detallaba quienes eran los financistas
del Front National, lo que develaría una red de intereses sospechosos que
involucraba a un ex-presidente francés y hasta a países del Bloque Comunista.
Sin embargo el texto nunca llegó a las librerías, y apenas se filtraron unas
pocas apostillas sobre Le Pen -como la que sostenía que el parche que usaba en
esa época sobre su ojo no se debía a que se hubiese lastimado por defender a Ahmed
Djebbour como relataba él, sino a que las cataratas le habían avanzado hasta el
punto de desviarle la mirada, dejándolo bizco.
Sospechosamente rubia
Otras compañeras de líderes
políticos de la V º
República, a diferencia de Pierrette Lalanne o Valérie Trierweiler, no han
tenido la necesidad de ser despiadadas contra esos hombres que dirigieron los
destinos de Francia y con los que supieron estar casadas. Tal fue el caso de
Claude Pompidou, la mujer de Georges Pompidou.
Viuda desde 1974, la señora editó
su biografía en el año 1997, con el título “L’élan
du cœur”. El texto relataba su infancia provinciana feliz, su adolescencia en
la Francia de
entreguerras, y su afortunado encuentro con Georges Pompidou, acontecimiento
que cambiaría para siempre el curso de su vida. Al lado del Presidente, según
lo que cuenta la autobiografía, Claude Pompidou trató siempre de ser una esposa
ejemplar. Como compensación por su esfuerzo y sacrificio, la vida la premió con la posibilidad de dedicarse durante décadas a
la promoción y mecenazgo del arte contemporáneo, materia que la había
apasionado desde pequeña.
El libro de Madame Pompidou es de
una insustancialidad pasmosa. Por ello su lectura es insuficiente para hacerse
una idea cabal de lo que fue esta mujer.
Al vacío biográfico de la viuda del sucesor de Charles de Gaulle lo llena el libro Claude Pompidou, l’incomprise (2010) de Aude Terray. Allí se la pinta mejor de lo que ella misma se pintó: en su época, Claude Pompidou fue objeto de duras críticas y ácidas sátiras, por ser considerada una mujer frívola, excéntrica y arribista, amiga íntima de los Rothschild y de otros usurócratas similares, cuyo máximo anhelo era autocoronarse Papisa de las Vanguardias Estéticas. Los Cahour, su familia, eran burgueses progresistas, que predicaban el deber de asistir a los más necesitados; sin embargo, puertas adentro habían desarrollado hábitos tiránicos, lo que hizo que Claude evadiera esa incómoda realidad sumergiéndose en la lectura (algo que le serviría posteriormente para seducir al que sería su marido). Pronto empezó a fumar y a usar pantalón, convirtiéndose en una inconformista. Cuando migró a París para estudiar en la universidad, Claude se olvidó de la provincia en la que había nacido.
Al vacío biográfico de la viuda del sucesor de Charles de Gaulle lo llena el libro Claude Pompidou, l’incomprise (2010) de Aude Terray. Allí se la pinta mejor de lo que ella misma se pintó: en su época, Claude Pompidou fue objeto de duras críticas y ácidas sátiras, por ser considerada una mujer frívola, excéntrica y arribista, amiga íntima de los Rothschild y de otros usurócratas similares, cuyo máximo anhelo era autocoronarse Papisa de las Vanguardias Estéticas. Los Cahour, su familia, eran burgueses progresistas, que predicaban el deber de asistir a los más necesitados; sin embargo, puertas adentro habían desarrollado hábitos tiránicos, lo que hizo que Claude evadiera esa incómoda realidad sumergiéndose en la lectura (algo que le serviría posteriormente para seducir al que sería su marido). Pronto empezó a fumar y a usar pantalón, convirtiéndose en una inconformista. Cuando migró a París para estudiar en la universidad, Claude se olvidó de la provincia en la que había nacido.
Terray cuenta que el peor momento
que tuvo que atravesar Madame Pompidou fue el llamado Caso Markovic: Stevan
Markovic, un guardaespaldas que trabajaba para Alain Delon, apareció asesinado
en 1968; en su auto la policía encontró un sobre con fotos en el que se veía a
dos mujeres desnudas en plena relación lésbica, una de las cuales sería la
esposa del por entonces ascendente Georges Pompidou. Al final nunca se comprobó
si la rubia de las fotos era o no Claude Pompidou, pero se impuso la versión de
que todo se habría tratado de una treta ideada y montada por gaullistas que no
querían ver a su marido como presidente, y no se volvió a hablar oficialmente
acerca del tema. Madame Pompidou apenas y refiere a este tremendo episodio en
las páginas de su L’élan du cœur.
La madre superiora
Bernadette Chirac, la esposa de
Jacques Chirac, es otra de las primeras damas francesas que escribió una
autobiografía muy conveniente para ella y su marido. Conversation (2001) es una serie de entrevistas efectuadas por
Patrick de Carolis, en donde Bernadette Chodron de Courcel por fin expuso
retazos de su vida, algo que en el pasado se había negado a hacer
sistemáticamente. Se dice que el propio Presidente Chirac leyó la última
versión del libro y sugirió algunas correcciones, incluyendo la del título (en
un principio el libro se iba a llamar “Les confidences d’une tortue”).
Los Chirac son un caso especial:
tanto él como ella se dedicaron a la política de manera activa, por lo que Bernadette
Chirac conoció de primera mano lo que son las negociaciones, las disputas y los
arreglos políticos. Siempre quisieron aparentar ser un matrimonio de gente de
acción, abocados a trabajar por el bien común desde las primeras horas de la
mañana hasta las últimas de la noche -eso hizo, por ejemplo, que en el contrato
con Plon se estableciera que todo el dinero obtenido por el libro fuese a parar
a obras de caridad: el volumen fue un éxito en las librerías, llegando a vender
cerca de trescientas mil copias. Pero el contenido de Conversation es poco interesante: no hay revelaciones sorprendentes
ni relatos duros.

En donde se pueden leer chismes
jugosos sobre el clan Chirac es en el libro Chirac
: une famille pas ordinaire, escrito por Anh Dao Traxel en 2014.
Traxel es una mujer vietnamita a la que los Chirac, en 1979, le abrieron las
puertas de su casa por su condición de refugiada. Los Chirac nunca la adoptaron
oficialmente, pero trataron de mostrarla siempre como una miembro de
su familia. Anh Dao sostiene que ello es prueba de que fue utilizada por el matrimonio para alimentar
sus carreras políticas. Son incontables las ocasiones en las que la llevaron a diversos eventos
para ser incluida en las fotografías familiares, hasta que, en 1995, el entorno
del Presidente le limitó el acceso al Eliseo: como Jacques ya había logrado su objetivo, la "hija" oriental se había vuelto superflua. Al parecer su “familia del corazón” nunca se
preocupó en facilitarle el acceso a la educación, por lo que Anh Dao cuenta que
tuvo que hacer un gran esfuerzo para aprender a hablar francés y adaptarse a la
vida parisina, pese al hecho nada menor de haber sido muy cercana a un presidente de Francia y a su esposa.
Dos mujeres y un marido
El caso de Danielle Mitterrand
fue distinto. Nacida en el seno de una familia laica y republicana, desde muy
joven estuvo involucrada en política (antes de eso había participado de la Resistencia Francesa
durante los años de ocupación alemana). En Le
livre de ma mémoire, su autobiografía publicada en 2007, cuenta su trayectoria
como hija y esposa. Comienza con el relato de que, antes de nacer, su madre
estuvo a punto de suicidarse, pero su padre logró hacerla cambiar de opinión.
Después detalla sus años en la casa Gouze, el hogar paterno, donde siempre se
discutía acaloradamente sobre política.
Cuando contrae matrimonio con
François Mitterrand, los dos se encargan de arruinar la ceremonia católica con
su irreverencia –se casaron en una iglesia sólo para complacer a los padres de
François, ya que en realidad ninguno era creyente. Luego pasa años militando en el socialismo y criando a sus hijos hasta que se convierte en primera dama. Cuando en 1983 el gobierno de su
marido cuestiona a sus propios principios, la mujer le da la espalda a su país
y se convierte en abanderada internacional de los derechos humanos: apoyará a
los kurdos, a los tibetanos, a los cubanos y a los nicaragüenses (estos últimos
en medio de una penosa guerra civil). Así irá radicalizándose hasta el punto de
convertirse en una referente francesa del altermundialismo.
Más allá de todo el cuentito del
combate político que llena página tras página de Le livre de ma mémoire, hay una parte de la obra dedicada a
explicar su posición ante Anne Pingeot, la amante oficial de Mitterrand –con la
que el Presidente socialista, de hecho, tuvo una hija llamada Mazarine Pingeot.
“Nosotros nos casamos, tuvimos hijos y, en un momento, nuestras vidas afectivas
se bifurcaron” dice Danielle, pero, pese a ello, la pareja nunca se divorció formalmente
ni tampoco anunció su distanciamiento hasta que Mitterrand ya había entrado en
los últimos tramos de su vida. Se deduce así que vivieron un pacto matrimonial similar al de
Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, pero con más discreción y decoro.
Quien se ha ocupado de la otra
viuda del histórico Presidente socialista es David Le Bailly, un periodista que
escribió La captive de Mitterrand
(2014), primera biografía sobre Anne Pingeot, una de las mujeres más
misteriosas de Francia. Mientras que Mazarine, su hija, no desaprovecha minutos
en un estudio de televisión o espacios en revistas para vender los libros que escribe, Anne ha
mantenido un silencio poderosísimo. El libro de Le Bailly describe a una
muchacha austera y de poco encanto, proveniente de una familia acaudalada, que con el correr del tiempo devino una señora de carácter fuerte. ¿Cómo esta mujer aceptó vivir en la sombra
cumpliendo el papel de segunda mujer de un sujeto tan particular? Nadie lo
sabe. La captive de Mitterrand cuenta
que Danielle, al enterarse del amorío, le exigió a François que eligiese entre
ella o la otra, pero el hombre no hizo nada de eso. Y luego agrega que, más tarde, el propio Mitterrand
terminaría acordando con su esposa para que el amante de ella trabajase como
chofer para él. De todos modos eso no explica por qué Pingeot soportó continuar
siendo parte de aquel triángulo, aunque la presencia de la niña Mazarine –hoy en día una
mujer de 40 años– explique hasta cierto punto a la situación.
La mujer maravilla
Cécilia Attias, la ex-mujer de
Nicolas Sarkozy, es un caso aparte. Ella, cuyo apellido de soltera es
Ciganer-Albéniz, se casó a principios de la década de 1980 con el conductor de
televisión Jacques Martin. Con él tuvo dos hijas, pero, tras cuatro años de
matrimonio, se divorció para unirse a Nicolas Sarkozy. Sarkozy estaba casado
con Marie-Dominique Culioli, de quien recién se divorciaría oficialmente en
1996, pese a haber permanecido separados cerca de ocho años.
Sarkozy ascendió políticamente a
través de las décadas: empezó como concejal en Neuilly-sur-Seine y, veinticinco
años después, fue nombrado Ministro del Interior de Francia. Al menos en quince
de esos veinticinco años, Nicolas estuvo acompañado por Cécilia, a quien llegó
a considerar algo así como su soporte espiritual para atravesar los sucios
campos de la política. Sin embargo hacia 2004 la pareja comenzó a sentir el
desgaste, lo que hizo que Cécilia comenzara a frecuentar a Richard Attias, un
empresario marroquí que actualmente es su marido. En su momento hubo diarios
belgas y suizos que notificaron la relación entre Cécilia y Richard, pero
Sarkozy acusó a la prensa de estar difamándolo con cuestiones de su vida
privada.
Durante la campaña presidencial
de 2007, Cécilia jugó un rol de acompañante de Nicolas. La pareja se mostraba
unida, aunque los rumores de que su amor se trataba de una actuación eran muy
fuertes. Ya en 2005 los abogados del matrimonio Sarkozy habían prohibido la
publicación de Entre le cœur et la raison,
una biografía de Cécilia Attias escrita por Valérie Domain, en la cual la propia protagonista habría colaborado con la autora. Entonces, con el fin de poner en circulación al libro, los editores decidieron cambiar el género para convertirlo en una ficción y la obra llegó a las librerías en el 2006 convertida en una novela en la que los personajes eran claramente identificables.
Cécilia duró apenas unos pocos
meses en el rol de primera dama. Durante ese tiempo fue relevante su
participación en una negociación que hubo entre la Unión Europea y Libia para liberar a un grupo de enfermeras búlgaras que estaban condenadas a muerte por el gobierno del país africano, acusadas de haber estado inoculando con sida a niños locales para causar una epidemia. Luego, cuando los asesores de imagen trataban de convertir a la esposa de Sarkozy en una suerte de heroína francesa, se difundió un comunicado en el que se anunciaba que Nicolas y Cécilia se habían divorciado en mutuo acuerdo. Acto seguido Cécilia fundó una ONG para contribuir con el desarrollo humano de mujeres en el Tercer Mundo y se mudó fuera de Francia –a Dubai primero, y a Nueva York después– siguiendo a su nuevo marido.
Cécilia habla de su propia vida (se enorgullece de descender de judíos y gitanos por parte de su padre, y de españoles por parte de su madre, es decir se enorgullece de no tener sangre francesa), y después cuenta lo fallido que resultó su primer matrimonio por culpa de Jacques Martin, y lo hermoso que fue el segundo, hasta que el amor se empezó a agotar.
Cécilia también se defiende: contra los rumores, asegura no haber sido ella la ideóloga de celebrar el triunfo presidencial en el restaurante Fouquet’s ni de vacacionar en el yate de Vincent Bolloré –ambos gestos fueron interpretados en Francia como símbolos de una ostentación frívola y obscena de su riqueza, lo que la prensa nacional denominó “cultura bling-bling”. Además afirma que su presencia al lado de Nicolas Sarkozy durante la campaña presidencial de 2007 no se debió a un acuerdo entre ambas partes para manipular a la opinión pública, sino que el verdadero motivo fue que ella sinceramente quería salvar a su matrimonio y reconstruir a su familia.
El resto del libro lo usa para hablar sobre sus compromisos humanitarios y demostrarles a los franceses que ella es gentil, generosa, y solidaria, o sea todo lo contrario a lo que la mayoría piensa de ella.
La escritora maldita
Valérie Trierweiler, al contrario
de sus colegas primeras damas pero en consonancia con Pierrette Lalanne, operó
en contra del que alguna vez fuese su marido. La diferencia de Trierweiler con
Lalanne, claro, fue que la periodista no se desnudó ante las cámaras pero si
desnudó a François Hollande en las páginas de Merci pour ce moment. De todos modos la obra de la ex-esposa del
socialista no deja de ser tan vulgar como lo fue la de la ex-esposa del
frontista.
En pocos días su libro vendió los
doscientos mil ejemplares que inicialmente se imprimieron (los cuales fueron
editados en Alemania para evitar que se gotease información y que el Eliseo
ordenase suspender la empresa). El libro impactó con dureza en Francia. Sin
embargo muy pocos manifestaron su apoyo a Trierweiler, pues la gente de
izquierda juzgó al asunto como una triste maniobra desestabilizadora y la gente
de derecha interpretó a la situación como un esfuerzo por farandulizar a la
política y dejar en ridículo a la nación francesa. Ni siquiera las feministas
tomaron partido por Trierweiler. Laurent Beccaria, dueño de la editorial que
publicó Merci pour ce moment, sostuvo
que hubo una conspiración mediática para demonizar al libro: para él lo
escandaloso no es el contenido de la obra, sino el modo en que la prensa
francesa abordó el asunto para generar reacciones de asombro e indignación.
El texto no es una gran obra
literaria, pero cumple con su propósito de constituirse como testimonio público
de una mujer separada. La periodista escribe con una prosa plana y sin brillo, quizás digna de la actual Paris-Match –aunque no faltan
expresiones robadas de la novela rosa: “el campo de cenizas de nuestros amores
incendiados”. En Merci pour ce moment
hay datos incorrectos que más que errores parecen ser un modo de protegerse.
Varios comentaristas notaron que, cada tanto, alguna página regala faltas ortográficas
y construcciones gramaticales poco aceptables (se rumorea que el texto fue
escrito junto al novelista Laurent Binet, lo que haría más insólito el asunto,
si no fuese por el hecho de que, dada la clandestinidad con la que se construyó
el libro, es probable que no se haya contratado a un corrector literario para
retocar los párrafos).
El tema central de Merci pour ce moment es la ilegitimidad.
Trierweiler confiesa que el abandono, la humillación y el maltrato que sufrió
provino de ese hecho: era una mujer ilegítima. Es que, para los franceses,
François Hollande fue siempre el marido de Ségolène Royal, una dirigente
socialista que representó a su partido en las elecciones presidenciales de
2007, las mismas que ganó Sarkozy. Sin embargo Trierweiler cuenta que ya desde
2004 ella y Hollande eran amantes, por lo que se infiere que el amor de François
y Ségolène manifestado en las fotos de campaña era tan falso como el de Nicolas
y Cécilia.
Valérie no siempre se apellidó “Trierweiler”,
pues nació en el seno de la familia Massonneau, famosos banqueros del oeste
francés. Sin embargo ella vivió austeramente. Tras un primer matrimonio fallido
con Frank Thurieau, la mujer se casó con Denis Trierweiler en 1995, un
académico galo famoso por haber traducido del alemán al francés a Christian
Meier, Carl Schmitt, Karl-Otto Apel, Günther Anders, Karlfried Graf Dürckheim y
Hans Blumenberg. Con él tuvo tres hijos. El proceso de divorcio de ambos no fue
fácil y se extendió por tres años: si bien François y Valérie blanquearon su
relación en 2007, recién pudieron casarse en 2010. La periodista cuenta que con
el Presidente buscaron engendrar un hijo, pero la sabia naturaleza se los
impidió (ella agrega que la idea lo entusiasmaba a Hollande, ya que los cuatro
hijos que había tenido con Royal prácticamente no le dirigen la palabra desde
hace años).
En Merci pour ce moment hay un relato sobre cierto día de enero de
2014 en el que Valérie Trierweiler se enteró que la actriz Julie Gayet le había
hecho a ella lo mismo que ella le había hecho a la política Ségolène Royal. La
diferencia, claro, es que cuando ella conquistó a Hollande, éste no era tan
poderoso como lo es ahora. Trierweiler habla en su libro sobre su intento de
suicidio y sobre cómo su marido lo evitó. Luego menciona también que ella buscó
aislarse, y que el Presidente, patéticamente, intentó romper ese aislamiento
con una cadena interminable de mensajes de texto a su celular, que fue seguida por el envío de numerosos ramos de flores, cartas manuscritas e invitaciones a reconciliarse.
La realidad avergüenza a la ficción
Es claro el contraste que el
libro marca entre Hollande y Trierweiler: él es un hombre hambriento de poder,
que dice ser socialista pero que, entre jocosa y despectivamente, llama “los
sin dientes” a la gente pobre –principal objeto de interés de un socialista–;
ella, en cambio, se presenta como una mujer solidaria, que desde su humilde
posición hace todo lo posible para mejorar la calidad de vida de los africanos (de
hecho, en medio del escándalo ocasionado por la publicación del libro, Trierweiler viajó a Madagascar para
entrevistarse con el Padre Opeka y colaborar con su misión evangelizadora en la
isla).
La expresión “los sin dientes”
fue oportunidad de todo tipo de sátiras y parodias, puesto que en Francia todos recuerdan que Hollande, en el año 2006, aseguró que él "no am[a] a los ricos". También los libreros de
izquierda bromearon con la situación: al agotarse la primera tirada, empezaron
a aparecer carteles irónicos (v. gr. “no tenemos más ejemplares del libro de Trierweiler
pero aún nos quedan muchos de Maupassant, Baudelaire, etc.”) y Twitter festejó
la ocurrencia viralizando el asunto.
Ante la posibilidad de que una
nueva tirada de Merci pour ce moment fuese
reimpresa para satisfacer a la demanda, Ségolène Royal pidió que se lo hiciese
excluyéndose los pasajes en los que ella aparece, cosa que fue tomada en cuenta
(¿cómo no hacerlo si en Francia hasta la novelista
Christine Angot fue obligada a pagarle una indemnización a la ex-esposa de su
actual marido por haberla ficcionalizado en su obra Les Petits?).
La enseñanza que deja el libro de
Trierweiler es que Hollande es un sujeto muy superficial, que ha comprendido
que para gobernar se necesita hoy en día agradarle a los medios masivos de
comunicación. Si el Presidente soportó a una mujer como la que ahora lo
ridiculiza en público, es porque ella era una periodista experta en política. Trierweiler
dice sobre Hollande que –a diferencia de Pompidou– a él no le interesa en lo
más mínimo la literatura, el teatro o la música, pues su único interés y pasatiempo
es la política; y cuando tiene un micrófono cerca, una cámara apuntándolo, o un
entrevistador escuchándolo inevitablemente siente que ha llegado la hora de
demostrar que sirve para aquello a lo que tanto tiempo le dedica. El problema
es que tanta pasión no le ha rendido frutos, ya que la imagen negativa de
Hollande en Francia asciende al 80% (o sea que prácticamente ocho de cada diez
franceses desaprueban su gestión).
Antes de la finalización de la
última primavera se publicó el libro M. le Président, je te fais cette lettre..., escrito por una autora que se
identificaba como “Valérie T”. Hace unos meses, en una entrevista posterior a
que la revista Closer le anunciase al
mundo el romance entre Hollande y Gayet, le preguntaron a Trierweiler si
escribiría su testimonio sobre el asunto: ella dijo que no tenía pensado
hacerlo. Entonces apareció esa otra obra paródica –una suerte de diario íntimo con intención
de epístola– en la que una mujer despechada repasaba acontecimientos que le
habían resultado incómodos y bochornosos, como cuando doña Trierweiler tuiteó
deseándole el triunfo a Olivier Falorni, un candidato socialista que competía
contra Ségolène Royal, o como cuando se peleó con su colega Claude Sérillon
porque éste demostró estar más capacitado que ella para manejar el aparato
comunicativo del Eliseo. La parodia sugería que la ex-esposa de Hollande es una
persona un tanto detestable. Merci pour
ce moment confirma la intuición.
Memorias del futuro
Cuando Jean-Edern Hallier murió,
uno de los que ocupó su lugar fue Patrick Besson, autor tan prolífico como
polémico. Su última novela se burla de las personalidades políticas del periodo
2007-2012, época que, vista desde un hoy cargado de escándalos, pareciera haber
acontecido hace como un siglo atrás. Esos personajes que hasta hace poco
ocupaban todos los espacios de la prensa política, en la actualidad parecen
criaturas imaginarias ante las cuales es lícito dudar de su existencia.
La última obra de Besson se
titula “La mémoire de Clara”, y gira en torno a Clara Bruti, la viuda del Presidente Brancusi (1955-2035), que en el
año 2060 decide escribir sus memorias con la ayuda de un colaborador. La
modelo, nonagenaria, ha perdido cierta lucidez para expresarse debido al
Alzheimer que padece pero no ha perdido el sentido de la ironía.
Besson, en su texto, imagina cómo
serán los próximos cincuenta años en Francia, un país en el que la barbarie
mediática y la vacuidad del poder atentan día a día en contra del bienestar de
la población. Bajo la dictadura de arrogantes fariseos, se desarrolla un
Apocalipsis más bien cómico, en donde el Islam ha avanzado tanto que Europa se ha vuelto irreconocible.
El humanitarismo convertido en
masacre, la cultura transformada en cursilería, la educación vaciada de
contenido: la novela es una crónica de la decadencia. Cada descripción del
futuro, en realidad, es una crítica al pasado. Por eso no resulta extraño que
en ese escenario Qatar domine al mundo.
Ciertamente las memorias de Clara
no serán como las de Carla, pero mientras esperamos a que la cantante envejezca
(y siga amando o devenga enemiga de su marido) el libro de Besson entretiene. Más
que cualquiera de los otros libros citados anteriormente en este artículo.
* Attias, Cécilia. Une envie de vérité. Flammarion, París, 2013, 18,90 €
* Besson, Patrick. La mémoire de Clara. Rocher, Mónaco, 2014, 16,90 €
* Chirac, Bernadette y de Carolis, Patrick. Conversation. Plon, París, 2001, hasta 17 €
* Domain, Válerie. Entre le cœur et la raison. Fayard, París, 2006, 9,90 €
* Le Bailly, David. La captive de Mitterrand. Sotck, París, 2014, 19,50 €
* Mitterrand, Danielle. Le livre de ma mémoire. Jean-Claude Gawsewitch Éditeur, París, 2007, 22 €
* Pompidou, Claude. L’élan du cœur. Propos et souvenirs. Plon, París, 1997, hasta 17 €
* Revel, Renaud. L’Egérie. L’énigme Claude Chirac. Éditions JC Lattès, París, 2007, 16 €
* T., Válerie. M. le Président, je te fais cette lettre... L’Archipel, París, 2014, 17,95 €
* Terray, Aude. Claude Pompidou, l’incomprise. Éditions du Toucan, París, 2010, 20 €
* Traxel, Anh Dao. Chirac : une famille pas ordinaire. Hugo Doc, París, 2014, 16,95 €
* Traxel, Anh Dao. Chirac : une famille pas ordinaire. Hugo Doc, París, 2014, 16,95 €
* Trierweiler, Valérie. Merci pour ce moment. Les Arènes, París, 2014, 20 €
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