domingo, 21 de septiembre de 2014

Los floreros que hablan

Platón, en la República, aconseja a los gobernantes no formar parejas. De ese modo se evitan las dinastías, la pornocracia y la participación de un cónyuge despechado en un complot contra el poder. En su lugar propone que los hombres y las mujeres que gobiernan ejerzan una suerte de “amor libre” entre ellos (aunque es más bien un entrecruzamiento eugenésico para perpetuar a la raza virtuosa), y que a sus hijos los críe el Estado, sin intervención directa de los progenitores.

Si hoy se viviese según las normas de gobierno establecidas en la utopía platónica, probablemente en Francia no se hablaría ni de Valérie Trierweiler ni de François Hollande. Pero la humanidad no le ha hecho caso al filósofo -y probablemente no esté en sus planes cambiar de actitud. De allí que no sólo en Francia, sino también en muchas otras partes del mundo, se siga con atención por estos días lo que la indiscreta señora Trierweiler tiene para decir del infame señor Hollande. Por más de que ella sólo haya sido una figura decorativa, aún así su palabra es tan filosa que puede terminar de hundir al actual gobernante de uno de los países más poderosos del planeta.

Puta e insumisa

Valérie Trierweiler no es la primera ex-esposa de un líder político de la Vº República que decide cobrar venganza involucrando a toda Francia. En julio de 1987 la edición francesa de Playboy le concedió su tapa y sus páginas centrales a Pierrette Lalanne, la otrora mujer de Jean-Marie Le Pen y, claro, madre de su hija Marine. Lalanne vestía ropa de mucama en las fotos y aparecía fregando o usando la aspiradora semidesnuda. Era una suerte de ironía: Le Pen, tras su separación en 1984, se negaba a concederle el divorcio –cosa que ella anhelaba para recibir la tajada de los bienes conjuntos que le correspondía–, entonces ambos se peleaban públicamente. Así Le Pen le había aconsejado a su ex-esposa que, si estaba necesitada de dinero, bien podía ir a limpiar casas. Y eso hizo Lalanne, sólo que sin ropa y con un fotógrafo en frente.

Al año siguiente Lalanne anunció que publicaría un libro en el que desenmascararía a su ex-marido. El texto parecía prometedor, pues se suponía que detallaba quienes eran los financistas del Front National, lo que develaría una red de intereses sospechosos que involucraba a un ex-presidente francés y hasta a países del Bloque Comunista. Sin embargo el texto nunca llegó a las librerías, y apenas se filtraron unas pocas apostillas sobre Le Pen -como la que sostenía que el parche que usaba en esa época sobre su ojo no se debía a que se hubiese lastimado por defender a Ahmed Djebbour como relataba él, sino a que las cataratas le habían avanzado hasta el punto de desviarle la mirada, dejándolo bizco.

Sospechosamente rubia

Otras compañeras de líderes políticos de la Vº República, a diferencia de Pierrette Lalanne o Valérie Trierweiler, no han tenido la necesidad de ser despiadadas contra esos hombres que dirigieron los destinos de Francia y con los que supieron estar casadas. Tal fue el caso de Claude Pompidou, la mujer de Georges Pompidou.

Viuda desde 1974, la señora editó su biografía en el año 1997, con el título “L’élan du cœur”. El texto relataba su infancia provinciana feliz, su adolescencia en la Francia de entreguerras, y su afortunado encuentro con Georges Pompidou, acontecimiento que cambiaría para siempre el curso de su vida. Al lado del Presidente, según lo que cuenta la autobiografía, Claude Pompidou trató siempre de ser una esposa ejemplar. Como compensación por su esfuerzo y sacrificio, la vida la premió con la posibilidad de dedicarse durante décadas a la promoción y mecenazgo del arte contemporáneo, materia que la había apasionado desde pequeña.

El libro de Madame Pompidou es de una insustancialidad pasmosa. Por ello su lectura es insuficiente para hacerse una idea cabal de lo que fue esta mujer. 

Al vacío biográfico de la viuda del sucesor de Charles de Gaulle lo llena el libro Claude Pompidou, l’incomprise (2010) de Aude Terray. Allí se la pinta mejor de lo que ella misma se pintó: en su época, Claude Pompidou fue objeto de duras críticas y ácidas sátiras, por ser considerada una mujer frívola, excéntrica y arribista, amiga íntima de los Rothschild y de otros usurócratas similares, cuyo máximo anhelo era autocoronarse Papisa de las Vanguardias Estéticas. Los Cahour, su familia, eran burgueses progresistas, que predicaban el deber de asistir a los más necesitados; sin embargo, puertas adentro habían desarrollado hábitos tiránicos, lo que hizo que Claude evadiera esa incómoda realidad sumergiéndose en la lectura (algo que le serviría posteriormente para seducir al que sería su marido). Pronto empezó a fumar y a usar pantalón, convirtiéndose en una inconformista. Cuando migró a París para estudiar en la universidad, Claude se olvidó de la provincia en la que había nacido.     

Terray cuenta que el peor momento que tuvo que atravesar Madame Pompidou fue el llamado Caso Markovic: Stevan Markovic, un guardaespaldas que trabajaba para Alain Delon, apareció asesinado en 1968; en su auto la policía encontró un sobre con fotos en el que se veía a dos mujeres desnudas en plena relación lésbica, una de las cuales sería la esposa del por entonces ascendente Georges Pompidou. Al final nunca se comprobó si la rubia de las fotos era o no Claude Pompidou, pero se impuso la versión de que todo se habría tratado de una treta ideada y montada por gaullistas que no querían ver a su marido como presidente, y no se volvió a hablar oficialmente acerca del tema. Madame Pompidou apenas y refiere a este tremendo episodio en las páginas de su L’élan du cœur.

La madre superiora

Bernadette Chirac, la esposa de Jacques Chirac, es otra de las primeras damas francesas que escribió una autobiografía muy conveniente para ella y su marido. Conversation (2001) es una serie de entrevistas efectuadas por Patrick de Carolis, en donde Bernadette Chodron de Courcel por fin expuso retazos de su vida, algo que en el pasado se había negado a hacer sistemáticamente. Se dice que el propio Presidente Chirac leyó la última versión del libro y sugirió algunas correcciones, incluyendo la del título (en un principio el libro se iba a llamar “Les confidences d’une tortue”).

Los Chirac son un caso especial: tanto él como ella se dedicaron a la política de manera activa, por lo que Bernadette Chirac conoció de primera mano lo que son las negociaciones, las disputas y los arreglos políticos. Siempre quisieron aparentar ser un matrimonio de gente de acción, abocados a trabajar por el bien común desde las primeras horas de la mañana hasta las últimas de la noche -eso hizo, por ejemplo, que en el contrato con Plon se estableciera que todo el dinero obtenido por el libro fuese a parar a obras de caridad: el volumen fue un éxito en las librerías, llegando a vender cerca de trescientas mil copias. Pero el contenido de Conversation es poco interesante: no hay revelaciones sorprendentes ni relatos duros. 

Jacques es retratado como un seductor nato, que supo controlar su don por aprecio, respeto y estima a la institución del matrimonio. Claude, la hija trepadora y oportunista, es pintada como una mujer con una gran conciencia social que sacrificó el éxito profesional para asistir a su padre (Renaud Revel, en el despiadado L’Egérie. L’énigme Claude Chirac, cuenta que hubo una guerra entre la hija y la madre, originada en el empeño de Bernadette de seguir pareciendo una “típica madre francesa”, cuando los manuales de mercadotecnia política contemporánea que leía Claude recomendaban evitar proyectar esa imagen). Laurence, la hija anoréxica y depresiva, aparece en el libro, pero, más allá de todo el sufrimiento ocasionado a su familia, es presentada como una criatura comprendida y amada. Bernadette Chirac, a su vez, termina dibujada como una mujer sensible, batalladora, generosa y modesta. Todo al mismo tiempo. Es que por esa época se especulaba en la posibilidad de que Madame Chirac sucediese a su marido en el puesto de presidente, y Conversation tenía por propósito colaborar a construir una imagen idílica de su autora (sólo después de que Jacques Chirac se jubilase en 2007, la Justicia de Francia decidió procesar al matrimonio con el propósito de conseguir aclarar cual había sido su participación en ciertos casos de corrupción ocurridos cuando los Chirac mandaron en el Hexágono).

En donde se pueden leer chismes jugosos sobre el clan Chirac es en el libro Chirac : une famille pas ordinaire, escrito por Anh Dao Traxel en 2014. Traxel es una mujer vietnamita a la que los Chirac, en 1979, le abrieron las puertas de su casa por su condición de refugiada. Los Chirac nunca la adoptaron oficialmente, pero trataron de mostrarla siempre como una miembro de su familia. Anh Dao sostiene que ello es prueba de que fue utilizada por el matrimonio para alimentar sus carreras políticas. Son incontables las ocasiones en las que la llevaron a diversos eventos para ser incluida en las fotografías familiares, hasta que, en 1995, el entorno del Presidente le limitó el acceso al Eliseo: como Jacques ya había logrado su objetivo, la "hija" oriental se había vuelto superflua. Al parecer su “familia del corazón” nunca se preocupó en facilitarle el acceso a la educación, por lo que Anh Dao cuenta que tuvo que hacer un gran esfuerzo para aprender a hablar francés y adaptarse a la vida parisina, pese al hecho nada menor de haber sido muy cercana a un presidente de Francia y a su esposa. 

Dos mujeres y un marido 

El caso de Danielle Mitterrand fue distinto. Nacida en el seno de una familia laica y republicana, desde muy joven estuvo involucrada en política (antes de eso había participado de la Resistencia Francesa durante los años de ocupación alemana). En Le livre de ma mémoire, su autobiografía publicada en 2007, cuenta su trayectoria como hija y esposa. Comienza con el relato de que, antes de nacer, su madre estuvo a punto de suicidarse, pero su padre logró hacerla cambiar de opinión. Después detalla sus años en la casa Gouze, el hogar paterno, donde siempre se discutía acaloradamente sobre política.

Cuando contrae matrimonio con François Mitterrand, los dos se encargan de arruinar la ceremonia católica con su irreverencia –se casaron en una iglesia sólo para complacer a los padres de François, ya que en realidad ninguno era creyente. Luego pasa años militando en el socialismo y criando a sus hijos hasta que se convierte en primera dama. Cuando en 1983 el gobierno de su marido cuestiona a sus propios principios, la mujer le da la espalda a su país y se convierte en abanderada internacional de los derechos humanos: apoyará a los kurdos, a los tibetanos, a los cubanos y a los nicaragüenses (estos últimos en medio de una penosa guerra civil). Así irá radicalizándose hasta el punto de convertirse en una referente francesa del altermundialismo.  

Más allá de todo el cuentito del combate político que llena página tras página de Le livre de ma mémoire, hay una parte de la obra dedicada a explicar su posición ante Anne Pingeot, la amante oficial de Mitterrand –con la que el Presidente socialista, de hecho, tuvo una hija llamada Mazarine Pingeot. “Nosotros nos casamos, tuvimos hijos y, en un momento, nuestras vidas afectivas se bifurcaron” dice Danielle, pero, pese a ello, la pareja nunca se divorció formalmente ni tampoco anunció su distanciamiento hasta que Mitterrand ya había entrado en los últimos tramos de su vida. Se deduce así que vivieron un pacto matrimonial similar al de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, pero con más discreción y decoro.    

Quien se ha ocupado de la otra viuda del histórico Presidente socialista es David Le Bailly, un periodista que escribió La captive de Mitterrand (2014), primera biografía sobre Anne Pingeot, una de las mujeres más misteriosas de Francia. Mientras que Mazarine, su hija, no desaprovecha minutos en un estudio de televisión o espacios en revistas para vender los libros que escribe, Anne ha mantenido un silencio poderosísimo. El libro de Le Bailly describe a una muchacha austera y de poco encanto, proveniente de una familia acaudalada, que con el correr del tiempo devino una señora de carácter fuerte. ¿Cómo esta mujer aceptó vivir en la sombra cumpliendo el papel de segunda mujer de un sujeto tan particular? Nadie lo sabe. La captive de Mitterrand cuenta que Danielle, al enterarse del amorío, le exigió a François que eligiese entre ella o la otra, pero el hombre no hizo nada de eso. Y luego agrega que, más tarde, el propio Mitterrand terminaría acordando con su esposa para que el amante de ella trabajase como chofer para él. De todos modos eso no explica por qué Pingeot soportó continuar siendo parte de aquel triángulo, aunque la presencia de la niña Mazarine –hoy en día una mujer de 40 años– explique hasta cierto punto a la situación.

La mujer maravilla

Cécilia Attias, la ex-mujer de Nicolas Sarkozy, es un caso aparte. Ella, cuyo apellido de soltera es Ciganer-Albéniz, se casó a principios de la década de 1980 con el conductor de televisión Jacques Martin. Con él tuvo dos hijas, pero, tras cuatro años de matrimonio, se divorció para unirse a Nicolas Sarkozy. Sarkozy estaba casado con Marie-Dominique Culioli, de quien recién se divorciaría oficialmente en 1996, pese a haber permanecido separados cerca de ocho años.

Sarkozy ascendió políticamente a través de las décadas: empezó como concejal en Neuilly-sur-Seine y, veinticinco años después, fue nombrado Ministro del Interior de Francia. Al menos en quince de esos veinticinco años, Nicolas estuvo acompañado por Cécilia, a quien llegó a considerar algo así como su soporte espiritual para atravesar los sucios campos de la política. Sin embargo hacia 2004 la pareja comenzó a sentir el desgaste, lo que hizo que Cécilia comenzara a frecuentar a Richard Attias, un empresario marroquí que actualmente es su marido. En su momento hubo diarios belgas y suizos que notificaron la relación entre Cécilia y Richard, pero Sarkozy acusó a la prensa de estar difamándolo con cuestiones de su vida privada.

Durante la campaña presidencial de 2007, Cécilia jugó un rol de acompañante de Nicolas. La pareja se mostraba unida, aunque los rumores de que su amor se trataba de una actuación eran muy fuertes. Ya en 2005 los abogados del matrimonio Sarkozy habían prohibido la publicación de Entre le cœur et la raison, una biografía de Cécilia Attias escrita por Valérie Domain, en la cual la propia protagonista habría colaborado con la autora. Entonces, con el fin de poner en circulación al libro, los editores decidieron cambiar el género para convertirlo en una ficción y la obra llegó a las librerías en el 2006 convertida en una novela en la que los personajes eran claramente identificables. 

Cécilia duró apenas unos pocos meses en el rol de primera dama. Durante ese tiempo fue relevante su participación en una negociación que hubo entre la Unión Europea y Libia para liberar a un grupo de enfermeras búlgaras que estaban condenadas a muerte por el gobierno del país africano, acusadas de haber estado inoculando con sida a niños locales para causar una epidemia. Luego, cuando los asesores de imagen trataban de convertir a la esposa de Sarkozy en una suerte de heroína francesa, se difundió un comunicado en el que se anunciaba que Nicolas y Cécilia se habían divorciado en mutuo acuerdo. Acto seguido Cécilia fundó una ONG para contribuir con el desarrollo humano de mujeres en el Tercer Mundo y se mudó fuera de Francia –a Dubai primero, y a Nueva York después– siguiendo a su nuevo marido. 

La autobiografía de Cécilia Attias vio la luz en 2013. Une envie de vérité se convirtió en un éxito de ventas en cuestión de semanas. Muchos querían saber qué había escrito sobre Sarkozy. Pero no hay nada escandaloso en sus páginas. 

Cécilia habla de su propia vida (se enorgullece de descender de judíos y gitanos por parte de su padre, y de españoles por parte de su madre, es decir se enorgullece de no tener sangre francesa), y después cuenta lo fallido que resultó su primer matrimonio por culpa de Jacques Martin, y lo hermoso que fue el segundo, hasta que el amor se empezó a agotar. 

Cécilia también se defiende: contra los rumores, asegura no haber sido ella la ideóloga de celebrar el triunfo presidencial en el restaurante Fouquet’s ni de vacacionar en el yate de Vincent Bolloré –ambos gestos fueron interpretados en Francia como símbolos de una ostentación frívola y obscena de su riqueza, lo que la prensa nacional denominó “cultura bling-bling”. Además afirma que su presencia al lado de Nicolas Sarkozy durante la campaña presidencial de 2007 no se debió a un acuerdo entre ambas partes para manipular a la opinión pública, sino que el verdadero motivo fue que ella sinceramente quería salvar a su matrimonio y reconstruir a su familia. 

El resto del libro lo usa para hablar sobre sus compromisos humanitarios y demostrarles a los franceses que ella es gentil, generosa, y solidaria, o sea todo lo contrario a lo que la mayoría piensa de ella.   

La escritora maldita

Valérie Trierweiler, al contrario de sus colegas primeras damas pero en consonancia con Pierrette Lalanne, operó en contra del que alguna vez fuese su marido. La diferencia de Trierweiler con Lalanne, claro, fue que la periodista no se desnudó ante las cámaras pero si desnudó a François Hollande en las páginas de Merci pour ce moment. De todos modos la obra de la ex-esposa del socialista no deja de ser tan vulgar como lo fue la de la ex-esposa del frontista.

En pocos días su libro vendió los doscientos mil ejemplares que inicialmente se imprimieron (los cuales fueron editados en Alemania para evitar que se gotease información y que el Eliseo ordenase suspender la empresa). El libro impactó con dureza en Francia. Sin embargo muy pocos manifestaron su apoyo a Trierweiler, pues la gente de izquierda juzgó al asunto como una triste maniobra desestabilizadora y la gente de derecha interpretó a la situación como un esfuerzo por farandulizar a la política y dejar en ridículo a la nación francesa. Ni siquiera las feministas tomaron partido por Trierweiler. Laurent Beccaria, dueño de la editorial que publicó Merci pour ce moment, sostuvo que hubo una conspiración mediática para demonizar al libro: para él lo escandaloso no es el contenido de la obra, sino el modo en que la prensa francesa abordó el asunto para generar reacciones de asombro e indignación.

El texto no es una gran obra literaria, pero cumple con su propósito de constituirse como testimonio público de una mujer separada. La periodista escribe con una prosa plana y sin brillo, quizás digna de la actual Paris-Match –aunque no faltan expresiones robadas de la novela rosa: “el campo de cenizas de nuestros amores incendiados”. En Merci pour ce moment hay datos incorrectos que más que errores parecen ser un modo de protegerse. Varios comentaristas notaron que, cada tanto, alguna página regala faltas ortográficas y construcciones gramaticales poco aceptables (se rumorea que el texto fue escrito junto al novelista Laurent Binet, lo que haría más insólito el asunto, si no fuese por el hecho de que, dada la clandestinidad con la que se construyó el libro, es probable que no se haya contratado a un corrector literario para retocar los párrafos).

El tema central de Merci pour ce moment es la ilegitimidad. Trierweiler confiesa que el abandono, la humillación y el maltrato que sufrió provino de ese hecho: era una mujer ilegítima. Es que, para los franceses, François Hollande fue siempre el marido de Ségolène Royal, una dirigente socialista que representó a su partido en las elecciones presidenciales de 2007, las mismas que ganó Sarkozy. Sin embargo Trierweiler cuenta que ya desde 2004 ella y Hollande eran amantes, por lo que se infiere que el amor de François y Ségolène manifestado en las fotos de campaña era tan falso como el de Nicolas y Cécilia.

Valérie no siempre se apellidó “Trierweiler”, pues nació en el seno de la familia Massonneau, famosos banqueros del oeste francés. Sin embargo ella vivió austeramente. Tras un primer matrimonio fallido con Frank Thurieau, la mujer se casó con Denis Trierweiler en 1995, un académico galo famoso por haber traducido del alemán al francés a Christian Meier, Carl Schmitt, Karl-Otto Apel, Günther Anders, Karlfried Graf Dürckheim y Hans Blumenberg. Con él tuvo tres hijos. El proceso de divorcio de ambos no fue fácil y se extendió por tres años: si bien François y Valérie blanquearon su relación en 2007, recién pudieron casarse en 2010. La periodista cuenta que con el Presidente buscaron engendrar un hijo, pero la sabia naturaleza se los impidió (ella agrega que la idea lo entusiasmaba a Hollande, ya que los cuatro hijos que había tenido con Royal prácticamente no le dirigen la palabra desde hace años).

En Merci pour ce moment hay un relato sobre cierto día de enero de 2014 en el que Valérie Trierweiler se enteró que la actriz Julie Gayet le había hecho a ella lo mismo que ella le había hecho a la política Ségolène Royal. La diferencia, claro, es que cuando ella conquistó a Hollande, éste no era tan poderoso como lo es ahora. Trierweiler habla en su libro sobre su intento de suicidio y sobre cómo su marido lo evitó. Luego menciona también que ella buscó aislarse, y que el Presidente, patéticamente, intentó romper ese aislamiento con una cadena interminable de mensajes de texto a su celular, que fue seguida por el envío de numerosos ramos de flores, cartas manuscritas e invitaciones a reconciliarse.  

La realidad avergüenza a la ficción

Es claro el contraste que el libro marca entre Hollande y Trierweiler: él es un hombre hambriento de poder, que dice ser socialista pero que, entre jocosa y despectivamente, llama “los sin dientes” a la gente pobre –principal objeto de interés de un socialista–; ella, en cambio, se presenta como una mujer solidaria, que desde su humilde posición hace todo lo posible para mejorar la calidad de vida de los africanos (de hecho, en medio del escándalo ocasionado por la publicación del libro, Trierweiler viajó a Madagascar para entrevistarse con el Padre Opeka y colaborar con su misión evangelizadora en la isla).

La expresión “los sin dientes” fue oportunidad de todo tipo de sátiras y parodias, puesto que en Francia todos recuerdan que Hollande, en el año 2006, aseguró que él "no am[a] a los ricos". También los libreros de izquierda bromearon con la situación: al agotarse la primera tirada, empezaron a aparecer carteles irónicos (v. gr. “no tenemos más ejemplares del libro de Trierweiler pero aún nos quedan muchos de Maupassant, Baudelaire, etc.”) y Twitter festejó la ocurrencia viralizando el asunto.

Ante la posibilidad de que una nueva tirada de Merci pour ce moment fuese reimpresa para satisfacer a la demanda, Ségolène Royal pidió que se lo hiciese excluyéndose los pasajes en los que ella aparece, cosa que fue tomada en cuenta (¿cómo no hacerlo si en Francia hasta la novelista Christine Angot fue obligada a pagarle una indemnización a la ex-esposa de su actual marido por haberla ficcionalizado en su obra Les Petits?). 

La enseñanza que deja el libro de Trierweiler es que Hollande es un sujeto muy superficial, que ha comprendido que para gobernar se necesita hoy en día agradarle a los medios masivos de comunicación. Si el Presidente soportó a una mujer como la que ahora lo ridiculiza en público, es porque ella era una periodista experta en política. Trierweiler dice sobre Hollande que –a diferencia de Pompidou– a él no le interesa en lo más mínimo la literatura, el teatro o la música, pues su único interés y pasatiempo es la política; y cuando tiene un micrófono cerca, una cámara apuntándolo, o un entrevistador escuchándolo inevitablemente siente que ha llegado la hora de demostrar que sirve para aquello a lo que tanto tiempo le dedica. El problema es que tanta pasión no le ha rendido frutos, ya que la imagen negativa de Hollande en Francia asciende al 80% (o sea que prácticamente ocho de cada diez franceses desaprueban su gestión).  

Antes de la finalización de la última primavera se publicó el libro M. le Président, je te fais cette lettre..., escrito por una autora que se identificaba como “Valérie T”. Hace unos meses, en una entrevista posterior a que la revista Closer le anunciase al mundo el romance entre Hollande y Gayet, le preguntaron a Trierweiler si escribiría su testimonio sobre el asunto: ella dijo que no tenía pensado hacerlo. Entonces apareció esa otra obra paródica –una suerte de diario íntimo con intención de epístola– en la que una mujer despechada repasaba acontecimientos que le habían resultado incómodos y bochornosos, como cuando doña Trierweiler tuiteó deseándole el triunfo a Olivier Falorni, un candidato socialista que competía contra Ségolène Royal, o como cuando se peleó con su colega Claude Sérillon porque éste demostró estar más capacitado que ella para manejar el aparato comunicativo del Eliseo. La parodia sugería que la ex-esposa de Hollande es una persona un tanto detestable. Merci pour ce moment confirma la intuición. 

Memorias del futuro

Cuando Jean-Edern Hallier murió, uno de los que ocupó su lugar fue Patrick Besson, autor tan prolífico como polémico. Su última novela se burla de las personalidades políticas del periodo 2007-2012, época que, vista desde un hoy cargado de escándalos, pareciera haber acontecido hace como un siglo atrás. Esos personajes que hasta hace poco ocupaban todos los espacios de la prensa política, en la actualidad parecen criaturas imaginarias ante las cuales es lícito dudar de su existencia.

La última obra de Besson se titula “La mémoire de Clara”, y gira en torno a Clara Bruti, la viuda del Presidente Brancusi (1955-2035), que en el año 2060 decide escribir sus memorias con la ayuda de un colaborador. La modelo, nonagenaria, ha perdido cierta lucidez para expresarse debido al Alzheimer que padece pero no ha perdido el sentido de la ironía.

Besson, en su texto, imagina cómo serán los próximos cincuenta años en Francia, un país en el que la barbarie mediática y la vacuidad del poder atentan día a día en contra del bienestar de la población. Bajo la dictadura de arrogantes fariseos, se desarrolla un Apocalipsis más bien cómico, en donde el Islam ha avanzado tanto que Europa se ha vuelto irreconocible.

El humanitarismo convertido en masacre, la cultura transformada en cursilería, la educación vaciada de contenido: la novela es una crónica de la decadencia. Cada descripción del futuro, en realidad, es una crítica al pasado. Por eso no resulta extraño que en ese escenario Qatar domine al mundo.

Ciertamente las memorias de Clara no serán como las de Carla, pero mientras esperamos a que la cantante envejezca (y siga amando o devenga enemiga de su marido) el libro de Besson entretiene. Más que cualquiera de los otros libros citados anteriormente en este artículo.

* Attias, Cécilia. Une envie de vérité. Flammarion, París, 2013, 18,90 €
* Besson, Patrick. La mémoire de Clara. Rocher, Mónaco, 2014, 16,90 €
* Chirac, Bernadette y de Carolis, Patrick. Conversation. Plon, París, 2001, hasta 17 €
* Domain, Válerie. Entre le cœur et la raison. Fayard, París, 2006, 9,90 €
* Le Bailly, David. La captive de Mitterrand. Sotck, París, 2014, 19,50 €
* Mitterrand, Danielle. Le livre de ma mémoire. Jean-Claude Gawsewitch Éditeur, París, 2007, 22 €
* Pompidou, Claude. L’élan du cœur. Propos et souvenirs. Plon, París, 1997, hasta 17 €
* Revel, Renaud. L’Egérie. L’énigme Claude Chirac. Éditions JC Lattès, París, 2007, 16 €
* T., Válerie. M. le Président, je te fais cette lettre... L’Archipel, París, 2014, 17,95 €
* Terray, Aude. Claude Pompidou, l’incomprise. Éditions du Toucan, París, 2010, 20 €
* Traxel, Anh Dao. Chirac : une famille pas ordinaire. Hugo Doc, París, 2014, 16,95 €
* Trierweiler, Valérie. Merci pour ce moment. Les Arènes, París, 2014, 20 €

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