martes, 10 de febrero de 2015

Larousse ya no es lo que era

La editorial Larousse nació en el siglo XIX con la intención de proveer a los lectores franceses de obras de carácter republicano y progresista, por lo que desde sus inicios la empresa fue fuente de polémicas en el campo de la cultura.

Sin embargo las discusiones que disparó Larousse en los últimos tiempos lejos están de asemejarse a aquellas batallas que antaño se generaban en torno suyo. Es que –hay que reconocerlo– son otros los tiempos.
 
Para citar un ejemplo de lo que refiero basta recordar el conflicto que se desencadenó en 2012 después de que se difundiera que los diccionarios de Larousse definían a la homosexualidad usando el término “desviación”. La editorial actuó rápidamente sosteniendo que la definición que ofrecían de esa palabra no era errónea sino obsoleta, por lo que se comprometieron a cambiarla en las ediciones ulteriores de sus diccionarios.

El linchamiento mediático que recibió Larousse por ese episodio causó tanta vergüenza entre los directivos de la empresa que, al año siguiente, decidieron enmendarlo del modo más estúpido posible: alteraron la definición de matrimonio para que dijera que se trata de una unión solemne entre dos personas de igual o distinto sexo. Esa modificación fue realizada antes de que se aprobase la legalización del matrimonio entre homosexuales, por lo que muchos consideraron que Larousse estaba operando ideológicamente en lugar de atenerse a abordar hechos (como se supone que debe suceder con todos los buenos diccionarios).

Otra polémica de baja calidad que Larousse protagonizó recientemente está vinculada a su colección Les Petits Bêtisiers: pensada la misma como una serie de florilegios que recogen fragmentos textuales ingeniosos o torpes de los más diversos ámbitos (el mundo de las sentencias judiciales, el mundo de los exámenes, el mundo de los avisos clasificados, etc.), el tomo Les Perles des Tweets et du Net se publicó en 2014 sin consultar a sus diversos autores. En las condiciones de uso de la red social Twitter se especifica que los tuiteros son autores intelectuales de sus obras, por lo que aquellas no pueden ser empleadas en otras obras con fines de lucro sin el consentimiento expreso de los usuarios.

Para calmar la tempestad, Larousse decidió retirar de la venta al libro que tan felizmente había publicado apropiándose del trabajo ajeno.

2015 trae ahora otro bochornoso episodio protagonizado por la legendaria Larousse. Esta vez se trata no sólo de la presencia de malicia ideológica y de la falta de profesionalismo, sino de una combinación de ambas cosas. Me refiero, claro, a la publicación de la infausta guía de conversación Le Breton dans votre poche, un libro que pretende ser útil para todo aquel francoparlante que desee comunicarse con aquellas personas capaces de hablar en el dialecto bretón.

Escrito por Jean-René Bonissent y corregido por Marie Gabiache –dos ilustres desconocidos en el mundillo de los profesores y traductores de bretón–, el texto destinado a los principiantes está repleto de groseras faltas. Una muestra: ya en la página 10 y 11 se lee la frase “Peseurt teodoù komz out ?” que es traducida al francés como “Quelles langues parles-tu ?” obviando el hecho de que “teodoù” se deriva de “teod”, que es el término bretón para referirse no a la lengua que se habla sino al órgano que se encuentra en la boca (el término correcto que debieron haber usado es “yezh”).

Los cultores del bretón estallaron de rabia al toparse con semejante afrenta a su trabajo. Las quejas contra Larousse se multiplicaron. En respuesta, la editorial emitió un comunicado diciendo que el manuscrito original fue enviado a la Oficina Pública de la Lengua Bretona (un organismo estatal dedicado a preservar y difundir el dialecto) y fue devuelto sin recibir correcciones ni sugerencias, en lo que constituye una clara muestra de que los funcionarios perezosos son una plaga en el Hexágono y de que una marca prestigiosa como Larousse, amparada en el trabajo que otros supieron realizar correctamente durante décadas, puede saltearse controles de calidad con gran facilidad. Ahora los burócratas de la Oficina Pública de la Lengua Bretona, tras el escándalo, solicitan con urgencia que el libro sea nuevamente revisado. 

Muchos bretones se sienten ofendidos. Bonissent, el autor, se defendió diciendo que el bretón cambia con el tiempo, por lo que los numerosos errores gramaticales registrados en la obra se deben, seguramente, a que los mandarines del bretón transformaron las reglas que él conocía. Más de uno sospecha que Bonissent, en cambio, tiene un conocimiento mínimo del dialecto y para armar el libro utilizó alguna clase de traductor automático que, con tosquedad, transforma palabras y frases francesas en bretonas.

Afortunadamente existen otros textos de mayor calidad para aproximarse al bretón (los libros auspiciados por la editorial de la revista Al Liamm son un buen ejemplo de ello). De todos modos este episodio pone en evidencia que la herencia celta de los franceses es vista por muchos sólo como una oportunidad comercial y no como la manifestación de la de identidad cultural de la nación.

* Bonissent, Jean-René. Le Breton dans votre poche. Larousse, París, 2015, 3,50 €

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