domingo, 15 de febrero de 2015

La reina viste pantalones

Christine and the Queens no es el nombre de un grupo, sino el pseudónimo de Héloïse Letissier, una cantante francesa que nos recuerda por momentos a Camille, por momentos a Lorde, por momentos a Björk y por momentos también a Nicola Hitchcock (la cantante de Mandalay, ¿se acuerdan?). Chaleur humaine, su primer álbum, gozó de la aprobación unánime por parte de la crítica francesa. De allí que en los premios Victoire de la Musique pasaron por alto el premio de revelación y directamente le dieron el de Mejor Artista Femenina del Año.

El proyecto estético de Letissier se basa en la androginia, algo muy oportuno en esta época en la que todo el tiempo se habla sobre géneros y en la que la ambigüedad es vista como algo positivo. En 1986 la escritora Anne Garréta publicó Sphinx, una novela que narraba la historia de amor entre dos personajes, sin aclarar en ningún momento si se trataba de un hombre y una mujer, o de dos hombres, o de dos mujeres. Christine and the Queens, tranquilamente, podría ser uno de esos personajes.   

En Chaleur humaine todo es obra de Christine and the Queens, excepto por “Paradis Perdus”, reversión de la canción compuesta por Christophe (que termina siendo mezclada con “Heartless” de Kanye West). Las melodías que se escuchan son nítidas y precisas, quizás ligeramente anticuadas. El sonido electrónico muchas veces es capaz de restar elegancia, pero, afortunadamente, ello no sucede en Chaleur humaine.

Las letras (tanto en inglés como en francés) son brumosas, y en ocasiones esquivas. Son canciones que hablan sobre la identidad y la intimidad. El disco, así, se convierte casi en un tributo a lo impredecible, en una suerte de oda al azar existencial.

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