domingo, 5 de abril de 2015

Algunos naufragan, otros sólo se hunden

Muchos dicen que envejecer no es fácil, pero en realidad envejecer tiene que ver con el vivir día a día: si para uno es complicado atravesar la vida cuando se es alto y apuesto como Flebas, probablemente también lo será cuando le llegue la hora a uno de entrar y sobrevivir en la vejez.

Françoise Hardy, creo, es una de esas personas a las que la vejez las ha impactado de manera negativa, pero no por la intesidad a la que ha debido renunciar, sino básicamente porque vivió esperando aquello a lo que nunca pudo acceder. Su ancianidad, entonces, no es percibida como un crepúsculo, sino más bien como un apagón. 

Este año la famosa cantante publicó un libro de ensayos: Avis non autorisés… La obra –descontando los textos sobre astrología y grafología que publicó– es su tercer título. Antes había dado a conocer Le désespoir des singes (su autobiografía de 2008) y L'amour fou (una novela de 2012). En ambas obras Hardy relata escenas de su vida, pero enfatizando el hecho de que el amor auténtico le fue esquivo. Una y otra vez intenta explicar que ella hizo todo lo posible por amar a Jacques Dutronc, pero jamás consiguió asociar esa experiencia a la felicidad. Entonces la vida le pasó ante los ojos y la terminó arrojando a una especie de soledad metafísica.

Avis non autorisés… es, o pretende ser, un texto reflexivo. Hardy, de ese modo, busca transmitir la sabiduría que la sola experiencia de haber existido por 71 años le ha cultivado en su espíritu. Sin embargo este libro dice más sobre sus lamentos que su autobiografía o su novela de inspiración biográfica.

En un ensayo sobre la vejez confiesa que nunca se consideró una mujer hermosa, ni siquiera aún cuando era joven, por lo que el paso de los años sólo ha empeorado la autopercepción que ella tenía de si misma –hay que reconocer que Hardy no cedió a la tentación de las cirugías estéticas, como si lo han hecho muchas de sus colegas, siendo un ejemplo la presentadora de televisión Sohpie Devant, quien este año publicó el libro Ce que j'ai appris de moi: journal d'une quinqua, una obra que se vendió bastante en la que la autora da consejos para ser feliz durante la quinta década de vida y hasta hace una apología de la medicina aplicada al campo de la estética. En su texto Hardy admite también el temor que siente ante la pérdida de independencia y propone discutir la eutanasia. Al acto de envejecer, en definitiva, no lo ve como un viaje sino más bien como un naufragio.

En otro ensayo cuenta su experiencia como mujer enferma (desde hace más de diez años que sufre de linfomas), describiendo especialmente su relación con las terapias alternativas, a las cuales no necesariamente vindica.

Ambos textos pintan un retrato muy sincero de Hardy, sin embargo la prensa francesa prefirió quedarse con los ensayos en donde la cantante jubilada opina acerca de la política francesa. ¿Por qué? Porque allí sostiene que la izquierda francesa es arcaica y que François Hollande, al igual que François Mitterrand, es prácticamente un cretino. Al mismo tiempo elogia a Nicolas Sarkozy, François Fillon y Alain Juppé, como también a los controversiales izquierdistas Michel Rocard y Hubert Védrine.

En un ensayo dedicado a la espiritualidad, Hardy evalúa positivamente el cambio en la Iglesia Católica que está intentando imponer el Papa Francisco, pero el periodismo francés en lugar de eso retuvo su crítica a la politización del ecologismo (según la cantante ese es un tema que debería estar por encima de toda división ideológica, por lo que termina criticando a Jean-Vincent Placé, Eva Joly, Cécile Duflot, Emmanuelle Cosse y a todos Los Verdes en general).

En materia de literatura, la cantante sostiene que ama la prosa de Henry James y Edith Wharton, como también aprecia a los textos de sus amigos Patrick Modiano y Michel Houellebecq, pero los mediócratas franceses se quedaron con su desprecio hacia Jean-Paul Sartre (por tedioso) y hacia Marguerite Duras (por desagradable), como también con su desaprobación de las ideas de Virginia Woolf y de las feministas más exaltadas.

En una visita al programa de televisión On n'est pas couché en France 2, el conductor del mismo no tuvo mejor idea que leer los ácidos pasajes del libro que la cantante le dedica a Aymeric Caron –un opinólogo progresista al que le gusta obrar de policía del pensamiento–, estando presente el sujeto en cuestión. Sin embargo el alto y apuesto Caron, prudentemente, se abstuvo de hacer las bufonadas de siempre, salvando con ello a la anciana dama de ser arrastrada al sucio barro en el que viven él y la Francia de hoy.

* Hardy, Françoise. Avis non autorisés… Éditions des Équateurs, París, 2015, 19 €

0 comentarios:

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails