Siete años después de Des roses et des orties, Francis Cabrel lanza
un nuevo álbum de composiciones personales: In
extremis, una obra que reúne una docena de canciones de aire minimalista y
entonación folk. Entre uno y otro disco, Cabrel homenajeó a Bob Dylan, The Beatles
y Jacques Dutronc, además de componer canciones para Grand Corps Malade,
Michael Jones y Garou.
Sexagenario ya, Cabrel busca en In extremis sonar serio y profundo, como
una suerte de James Taylor francófono (pero con acento occitano). En “Dur comme
fer” –la apertura del disco– y en “Pas si de bête” –la clausura del disco– se
hace evidente la intencionalidad política. “Mandela, pendant ce temps” no
contiene sorpresa alguna, pero es lógico que Cabrel no intente traicionar un
estilo consolidado, el cual es reconocible de modo inmediato para todo aquel
que ha estado en contacto con el escenario musical francés de los últimos 30
años. Con “Les fontaines du jazz”, Cabrel rinde homenaje a Ella Fitzgerald,
Chet Baker, Billie Holiday, Louis Armstrong y Wes Montgomery. Y también hay
espacio para el amor: “Azincourt” –canción sobre aquel triunfo inglés de 1415–,
“Dans chaque coeur” –sobre el Crucificado– e “In extremis” –sobre el poder y la
destrucción.
El paso del tiempo no es un tópico
ajeno para este Cabrel: “Partis pour rester”, “Les tours gratuits” y “La voix
du crooner” son viajes en el tiempo y, al mismo tiempo, preguntas sobre la
eternidad.
Francis Cabrel ha vuelto como lo
recordamos: apacible y serio, fiel a si mismo (y la fidelidad parece ser algo
importante para este artista, dado que poco después de haber lanzado In extremis se supo que el cantautor
entabló una demanda por difamación contra Alain Wodrascka, autor de la biografía
Cabrel, les chemins de traverse, libro
en el que se sugiere que el autor de “Je l'aime à mourir” habría engañado a su
esposa Mariette Darjo).
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