Oestrogénèse, el último disco de Circé Deslandes, es una odisea orgánica
y visceral, una expresión pulsional con musicalización trip-hop.
No faltará quien, apenas la vea o
escuche, la relacionará de manera inmediata con Lana del Rey (aunque muy probablemente
ella citará a Marilyn Monroe y Brigitte Bardot como sus influencias). Sin
embargo la poesía cruel y onírica de Circé –o Cécilia para los conocidos–
desestima toda sospecha de oportunismo. El erotismo de la artista no parece ser
una pose, sino algo inherente a su naturaleza.
Su obra se abre con “Testostérone”
y se cierra con “Oestrogène”: entre las dos hormonas se desplega un mundo
animal, donde predominan las imágenes táctiles, falta el pudor y el deseo se
libera. Una canción, por ejemplo, se llama “Ta bite”, y no es más que un
homenaje a ese apéndice masculino al que se lo representa como algo poderoso
pero que, en realidad, es un pájaro frágil que una buena amante sabe proteger. En
el disco también hay lugar para la separación, la ausencia, la infancia, y,
claro, la muerte.
Oestrogénèse es un viaje por el universo íntimo de una mujer, pero el
mismo está presentado de modo brumoso y misterioso. Hay algunos momentos en donde
el hechizo se pierde, en donde el tono se exagera un poco, pero,
afortunadamente, esos derrapes son escasos y, en definitiva, irrelevantes.
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