Algo que en la actualidad afecta
a los franceses es el desempleo. Las mediciones más recientes indican que el
10,3% de la población económicamente activa en el Hexágono no trabaja pese a
querer hacerlo. El número, sin dudas, es inferior al de España o Croacia, pero
es superior al de Bélgica o Polonia, y casi duplica el índice de desempleo del
Reino Unido (dos países con un número similar de habitantes).
Ahora bien, frente a ese problema
social, el Estado francés ha respondido creando uno de los sistema de subsidios
a los desempleados más generoso del mundo (según la OCDE , sólo Islandia y Noruega
promueven mayores beneficios para la gente que no trabaja). A diario se ve cómo
las oficinas de empleo son desbordadas por cientos de personas. Sin embargo lo
que caracteriza a los desempleados franceses es que no sufren la presión de
aceptar un trabajo, ya que el sistema de empleo fue tan manoseado en las
últimas décadas, que se genera la ridícula situación en la que muchos parados
prefieren seguir cobrando lo que el Estado les paga en concepto de subvención
antes que firmar un contrato de empleo que les retribuya menos dinero por sus esfuerzos.
Justamente para evitar que
alguien se aproveche de un sistema pensado para auxiliar a una persona
temporalmente mientras se repone del trauma de haber perdido su empleo, el gobierno
francés le exige a la población desempleada una cantidad exagerada de
requisitos. Así, cada desempleado debe participar de actividades de formación
(lo que los hace asistir, por ejemplo, a clases de panadería o a talleres de
atención al público), y les pide que mensualmente informen de todo lo que
hicieron durante las últimas semanas para conseguirse un trabajo. Si el parado decide no hacer lo que el Estado le pide que haga, entonces su subsidio es cancelado. Sin embargo, como los funcionarios de las oficinas de desempleo no son máquinas sin corazón o sádicos que gozan quitándole su sustento económico a personas con cientos de problemas encima, la mayoría de las veces el sistema de sanciones se flexibiliza lo suficiente como para que los castigos sean minimizados o, directamente, anulados.
Muchos franceses opinan que el
trato que el Estado les da a los parados es un trato excesivamente beneficioso. Pierre
Cahuc y Stéphene Carcillo publicaron Améliorer
l’assurance chômage en 2014, un libro que, tras analizar seriamente el
asunto del desempleo, propone introducir un mayor rigor en el funcionamiento del sistema de
desempleo. Pero para que ello acontezca es necesario, por ejemplo, reformar las
prácticas de los trabajadores que hacen funcionar a los Pôle Emploi. Hasta no
hace más que un mes, el parado gozaba de una serie de libertades emanadas de la flexibilización de las sanciones, que le
permitían minimizar su trato con los funcionarios del Estado, eludir sus
controles y hasta agredirlos verbal o físicamente sin sufrir consecuencias por
ello. Sin embargo, a fines del pasado mayo François Rebsamen, actual Ministro
de Trabajo, Formación Profesional y Diálogo Social, anunció que se incorporaron
nuevos agentes públicos para incrementar los controles sobre los parados, y
empezar con ello a quitarles los beneficios a aquellos que participen del
sistema de desempleo con el único objetivo de obtener dinero sin esfuerzo. La idea no es atacar a quienes fallaron en los objetivos exigidos por el Estado por causas de fuerza mayor, sino que se busca erradicar a los que deliberadamente hacen todo lo posible para gozar de la vida fácil a expensas de la ciudadanía francesa.
Este fenómeno social –tanto el
del desempleado trampeando al sistema como el del funcionario del Estado
viéndose desbordado por la situación que enfrenta a diario– ha sido reflejado
en el campo de la cultura. La exitosísima película Intouchables comienza de ese modo: un hombre se presenta a una
entrevista de trabajo, la sabotea adrede y le pide al empleador que le firme
una constancia que señala que estuvo buscando empleo (el hombre no lo hace y
luego el desempleado comienza un proceso de aprendizaje y revalorización que,
por más buena voluntad que le pongan los empleadores, es raro de ver que suceda
fuera del cine). Por otra parte, el documental Pôle Emploi, ne quittez pas ! se detiene a observar a los empleados
estatales: sin comentar nada y sin entrevistar a nadie, es decir con sólo
registrar todo aquello que normalmente ocurre cotidianamente en una oficina de
desempleo, se puede apreciar que los funcionarios de esa agencia del Estado,
día a día, se dedican a empujar la roca como Sísifo o a llenar el tonel como
las Danaides.
Nora Philippe, realizadora del
citado documental, publicó recientemente un libro: Cher Pôle emploi. El volumen recoge misivas enviadas por los parados
a los funcionarios de las oficinas de desempleo con distintos propósitos (aunque la mayor
parte de los textos fueron redactados a fin de contestar los avisos de suspensión
de las subvenciones).
Las cartas de los náufragos del
empleo dejan en evidencia la desnudez de quienes las escriben, vale decir son
manifestaciones de impotencia ante un monstruo burocrático que amenaza con
quitarles lo poco que tienen. Algunos textos intentan sonar formales, pero
otros no ocultan su tono de súplica.
Algo muy común en las epístolas
es la excusa sin prueba alguna: “no fui al taller de formación porque me
desperté engripado, y no presenté certificado médico porque me automediqué”, si
bien algo así se oye perfectamente razonable, para la infame burocracia ello no
sirve para nada. También abunda el argumentum
ad misericordiam: “el padre de mi hija me abandonó hace seis meses”, “mi
madre está enferma con cáncer”, “sin mi en la casa mi sobrina no tenía a nadie que la cuide”,
y un larguísimo etcétera.
Otra característica de muchas
cartas es su rudeza y rispidez, pues muchos de los que escriben hablan mejor el
portugués, el albanés, el turco o el árabe que el francés.
Sin embargo el libro no es sólo
una antología de lágrimas, también hay textos de quienes han vencido al
sistema: personas que, con ayuda o sin ayuda del Pôle Emploi, consiguen un
trabajo digno y les comunican por escrito a los funcionarios del Estado que se
metan sus controles, su burocracia y todo lo demás allí donde el sol que a
diario les pega a las personas libres a ellos no les pega.
* Philippe, Nora. Cher Pôle emploi. Lettres de chômeurs entre détresse et contestation. Textuel, París, 2015 11,90 €
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