domingo, 20 de marzo de 2016

Hubo una vez...

Les filles au Moyen Age es una obra cinematográfica que asume el compromiso de hablar sobre un colectivo social de un periodo histórico que no es el nuestro. Sin embargo no escoge el tono documental para hacerlo, ni tampoco pretende reconstruir con meticulosidad arqueológica a la experiencia medieval a través de una ficción; por el contrario la película recurre al artificio de un abuelo que le cuenta a sus nietas lo que era ser mujer en la Europa de hace quince o diez siglos atrás, y las pequeñas recrean lúdicamente el relato.

Ese es el maravilloso artilugio de la película: en una casa veraniega, aburridas de ver jugar a los varones un videojuego sobre las Cruzadas, las niñas deciden buscar la verdadera Edad Media y dan así con el anciano que les explica que en aquella época las mujeres eran más libres y más respetadas que ahora. La imaginación se libera y, gracias a su juego, las pequeñas dan su versión de la biografía y de la hagiografía de la reina Clotilde, de Hildegarda de Bingen y de Juana de Arco entre otras (la Virgen María también aparece presente a través de una leyenda sobre una tal Eufrósine, pero figuras femeninas centrales del Medioevo como Leonor de Aquitania o Christine de Pizan son omitidas a favor de historias con protagonistas no tan reconocidas). Se ve, entonces, a un grupo de niños hablando con un conjunto de citas tomadas de las actas del Concilio de Nicea, de poemas cortesanos, de medievales tratados políticos, jurídicos y médicos, mezclado con espontáneas expresiones contemporáneas, mientras visten túnicas blancas y barbas postizas. Las viñetas develan una imagen fiel de la Edad Media, presentándola como un mundo de honor, cortesía, piedad, alegría y malicia, donde la preocupación por los orígenes de la humanidad y por su destino final estaban siempre presentes.


Hubert Viel, el realizador de la película, se apoya en el libro La femme au temps des catedrales (1980) de Régine Pernoud para construir su relato. Dicho texto, pródigo en anécdotas bien detalladas, se ocupa de desmitificar a una tradición historiográfica que asegura que antes de la Revolución Francesa la vida de las mujeres fue un auténtico infierno. Más allá de la vindicación de la Edad Media, Viel avanza una segunda tesis al ligar simbólicamente a la libertad y sabiduría femenina a los poderes terrenales, y sugerir con ello que el progreso de la agricultura intensiva (o, más bien, el capitalismo) es lo que ha alienado a las mujeres en los últimos siglos.

Con lirismo, humor y fantasía, Viel explora la historia del género femenino. Desde un punto de vista estilístico Les filles au Moyen Age es inclasificable: deliberadamente ecléctico, pero sabiamente ensamblado, el director logra eludir tanto a la insustancialidad como a la desmesura. De la Nouvelle Vague retiene la suntuosidad del blanco y negro, pero procura alejarse de su culto a la vanidad. De la película Perceval le Gallois (1978) de Éric Rohmer emula su audacia experimental en relación a la artificiosidad, pero, al darle la tarea de actuar a un grupo de niños, elude el efecto excesivo de extrañamiento que genera en el espectador. Y de la tradición del cine infantil conserva la frescura (algo que sólo se logra con una dirección de actores particularmente eficaz), pero evita el sentimentalismo.

Un niño vestido como un empresario contemporáneo irrumpe en el jardín de las niñas al final de la película, demandando racionalizar la producción y recobrando el triste color. El abuelo, sin embargo, se ocupa de recordarle a su audiencia que la esperanza existe.

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