Les filles au Moyen Age es una obra cinematográfica que asume el
compromiso de hablar sobre un colectivo social de un periodo histórico que no
es el nuestro. Sin embargo no escoge el tono documental para hacerlo, ni
tampoco pretende reconstruir con meticulosidad arqueológica a la experiencia
medieval a través de una ficción; por el contrario la película recurre al
artificio de un abuelo que le cuenta a sus nietas lo que era ser mujer en la Europa de hace quince o
diez siglos atrás, y las pequeñas recrean lúdicamente el relato.
Ese es el maravilloso artilugio
de la película: en una casa veraniega, aburridas de ver jugar a los varones un
videojuego sobre las Cruzadas, las niñas deciden buscar la verdadera Edad Media
y dan así con el anciano que les explica que en aquella época las mujeres eran
más libres y más respetadas que ahora. La imaginación se libera y, gracias a su
juego, las pequeñas dan su versión de la biografía y de la hagiografía de la
reina Clotilde, de Hildegarda de Bingen y de Juana de Arco entre otras (la Virgen María también aparece
presente a través de una leyenda sobre una tal Eufrósine, pero figuras
femeninas centrales del Medioevo como Leonor de Aquitania o Christine de Pizan
son omitidas a favor de historias con protagonistas no tan reconocidas). Se ve,
entonces, a un grupo de niños hablando con un conjunto de citas tomadas de las
actas del Concilio de Nicea, de poemas cortesanos, de medievales tratados
políticos, jurídicos y médicos, mezclado con espontáneas expresiones
contemporáneas, mientras visten túnicas blancas y barbas postizas. Las viñetas
develan una imagen fiel de la
Edad Media , presentándola como un mundo de honor, cortesía, piedad, alegría y malicia, donde la preocupación por los orígenes de la
humanidad y por su destino final estaban siempre presentes.
Hubert Viel, el realizador de la
película, se apoya en el libro La femme
au temps des catedrales (1980) de Régine Pernoud para construir su relato.
Dicho texto, pródigo en anécdotas bien detalladas, se ocupa de desmitificar a
una tradición historiográfica que asegura que antes de la Revolución Francesa
la vida de las mujeres fue un auténtico infierno. Más allá de la vindicación de
la Edad Media ,
Viel avanza una segunda tesis al ligar simbólicamente a la libertad y sabiduría
femenina a los poderes terrenales, y sugerir con ello que el progreso de la
agricultura intensiva (o, más bien, el capitalismo) es lo que ha alienado a las
mujeres en los últimos siglos.
Con lirismo, humor y fantasía,
Viel explora la historia del género femenino. Desde un punto de vista
estilístico Les filles au Moyen Age es
inclasificable: deliberadamente ecléctico, pero sabiamente ensamblado, el
director logra eludir tanto a la insustancialidad como a la desmesura. De la Nouvelle Vague retiene la
suntuosidad del blanco y negro, pero procura alejarse de su culto a la vanidad.
De la película Perceval le Gallois
(1978) de Éric Rohmer emula su audacia experimental en relación a la
artificiosidad, pero, al darle la tarea de actuar a un grupo de niños, elude el efecto excesivo de extrañamiento que genera en el
espectador. Y de la tradición
del cine infantil conserva la frescura (algo que sólo se logra con una
dirección de actores particularmente eficaz), pero evita el sentimentalismo.
Un niño vestido como un empresario
contemporáneo irrumpe en el jardín de las niñas al final de la película,
demandando racionalizar la producción y recobrando el triste color. El abuelo,
sin embargo, se ocupa de recordarle a su audiencia que la esperanza existe.
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