jueves, 17 de junio de 2010

Castillos en el agua

Jacques Rougerie es un arquitecto francés que ha diseñado numerosas edificaciones para ambientes tan diversos como lo son la tierra y el espacio. Muchas de sus obras han sido exitosamente materializadas, lo que le ha permitido ganarse la fama de ser un diseñador si no vanguardista, al menos refrescantemente original. Sin embargo el sector en el que Rougerie se siente más a gusto es, sin lugar a dudas, en el agua.

En efecto, este arquitecto ha trabajado tanto tiempo alrededor de la creación de espacios habitables en el agua (ya sea tanto sobre como bajo este medio) similares a los que existen en la tierra, que hoy en día nadie objetaría que se lo considere un verdadero constructor “marrestre” o “terrino”.

Rougerie estuvo vinculado durante muchos años al grupo de estudios del reconocido oceanauta Jacques Cousteau. Por ese motivo el arquitecto es también un acérrimo protector de las biosferas marinas y un entusiasta promotor de las investigaciones acerca del universo acuático. Desde 1975 trabaja en proyectos cuyos objetivos centrales son los de demostrar que los mares y los océanos no son lugares hostiles en los que sólo los marineros más feroces pueden sobrevivir, sino que, por el contrario, conforman fuentes de inagotable belleza que deberían estar al alcance de toda la humanidad, permitiéndoles así a los hombres de todas las naciones construir una nueva manera de interpretar al mundo.


Su proyecto más ambicioso hasta la fecha es el SeaOrbiter, un megaemprendimiento que, para funcionar, lleva gastado ya más de treinta millones de euros, y que aún no está completamente construido. El SeaOrbiter es un laboratorio que, de alguna manera, sintetiza toda la investigación de Rougerie realizada a lo largo de su vida en torno al desarrollo de construcciones para los espacios acuáticos. El proyecto parece producido por la imaginación de un autor japonés de animés, pues se trata de una estructura de 50 metros de alto y sólo 10 de largo, como si fuese una suerte de hipocampo gigante. La idea es que el 60% de esta nave esté sumergida en el agua. La cámara de la base está presurizada, lo que la convierte en un lugar ideal para llevar a cabo entrenamientos de astronautas, razón por la cual la NASA figura como uno de los patrocinantes del proyecto. La nave tiene capacidad para albergar a unas 18 personas, y cuenta con un conjunto de variados y complejos robots submarinistas completamente aptos para realizar inmersiones en las profundidades.

Esta planeado que el SeaOrbiter se mueva por intermedio de motores eléctricos, pero se pretende también que la máquina sea principalmente desplazada por las propias corrientes marinas, lo que ayudaría a que el ruido artificioso de los propulsores no irrumpa en el agua y evite con ello ahuyentar a la fauna marina que se encuentre a su alrededor, pues se estima que en las cercanías del laboratorio puede formarse un oasis de vida acuática que los científicos podrían llegar a agradecer.

Además del estudio de la biodiversidad, el SeaOrbiter cumplirá muchas funciones relativas a la investigación acerca de la temperatura de los océanos y los procesos de concentración de salinidad en las aguas, recabando información que será muy importante en el futuro próximo.

Si bien hasta ahora todas las pruebas de este nieto del Nautilus imaginado por Jules Vernes permiten ser optimistas, la finalización del proyecto está siendo retrasada. No obstante se espera que para los últimos meses de 2011 finalmente empiece a dar vueltas por el Mediterráneo, y que un año después ya esté completamente operativo. Por este motivo Rougerie publicó el libro De vingt mille lieues sous les mers à SeaOrbiter, un texto que fue escrito con la colaboración de la periodista Alexandrine Civard-Racinais y la participación de Ariel Fuchs –el vocero oficial del Centro de Arquitectura del Mar y el Espacio (CAME) que preside Rougerie–, que cuenta con un prefacio firmado por el astronauta Jean-Loup Chrétien y un postfacio escrito por el biólogo Joël de Rosnay, y que resume la vida y obra del arquitecto y explica qué es, cómo funciona y cuál es la importancia del SeaOrbiter, no sólo para la Francia actual sino para todo el mundo por venir.

* Rougerie, Jacques y Civard-Racinais, Alexandrine. De vingt mille lieues sous les mers à SeaOrbiter. Democratic Books, París, 2010, 35

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