René Le Bossu, un crítico literario francés del siglo XVII, propuso llamar "denouement" [desanudamiento] a los finales felices. Lo contrario a ello es la catástrofe, el duro momento en que los protagonistas encuentran su funesto final.
Lo interesante de esto es discutir si los finales catastróficos que los autores proponen necesariamente deben ser así. ¿Realmente Layo debe morir a manos de Edipo, o debe Cristo morir en la Cruz? ¿Qué hubiese sucedido si ello no hubiese ocurrido de ese modo? Se ha especulado mucho acerca de cómo sería un mundo sin el reinado de Edipo o de Cristo, pero a la humanidad le interesa más reflexionar acerca de cómo continúa o debe continuar la vida después de ellos.
Sea como sea, las tragedias de Edipo o de Cristo adquirieron con el tiempo una significación colectiva: su sufrimiento, de alguna manera, también es nuestro. Debajo de ellos hay muchos, que no son héroes ni dioses, pero que también sufren. Y al lado de esos seres sufrientes, hay otros seres aún más sufrientes que tienen la tarea de albergar en sus memorias a quienes se han ido de un modo que, de tan súbito, nos resulta incomprensible. Hablar acerca de esa tragedias personales es adentrarse en el misterio de la culpa, el dolor y la identidad, y es un difícil arte hacerlo de un modo justo y respetuoso.
Adrien Bosc, un joven periodista francés, ha decidido investigar y escribir sobre una tragedia que la protagonizaron media centena de personas de carne y hueso. El resultado es Constellation. Por ese libro la Academia Francesa le otorgó a Bosc el Gran Premio de Novela, lo cual es un tanto irónico, ya que Constellation no pertenece exactamente a ese género.
El 27 de octubre de 1949 un Lockheed
Constellation perteneciente a la empresa Air France se estrelló en una isla del
archipiélago de Azores, mientras intentaba realizar un viaje para unir París
con Nueva York: cuarenta y ocho personas iban a bordo de ese vuelo, treinta y
siete de las cuales eran pasajeros, en tanto que las
once restantes formaban parte de la tripulación del avión. A Bosc le interesan ambas cosas –la catástrofe en si misma y la
vida de las víctimas–, por lo que ha optado por contar la historia tremenda de
la caída y reconstruir al mismo tiempo la biografía de todos los que perecieron
en el siniestro.
El problema para un lector ávido de ficción es que notará que Constellation
parece menos una novela que un relato periodístico. Las licencias literarias están
reducidas al mínimo en la obra de Bosc, pues la documentación sobre la que se
basa el texto es más que abundante.
Usando un estilo neutro (que sólo es
abandonado con las breves reflexiones poéticas que cierran cada capítulo), la
narración destaca sobre todo a dos personajes: el boxeador Marcel Cerdan, famoso campeón
francés que fuese amante de Édith Piaf, y la violinista Ginette Neveu, una
artista virtuosísima que adquiriese en su época un importante reconocimiento
internacional gracias a su enorme talento. De todos modos el libro es generoso con los demás personajes: Constellation
reconstruye e intercala las historias de cada uno de los pasajeros anónimos y no tan anónimos con la crónica
de todo lo relacionado al siniestro. El autor busca señalar coincidencias entre
las vidas de los que viajaban, cosas que seguramente ignoraron que existían al momento
de subirse al avión –queda sugerida la idea de que un azar “objetivo” guiaba a
los hombres y a las mujeres hacia su destino trágico, algo que, si uno lo
piensa un momento, no resulta tan extraordinario como parece.
Constellation podría haber sido una novela coral monumental, que
aprovechase tanto la riqueza biográfica de sus personajes montados en una nave de los locos contemporánea, como el simbolismo
del colapso en el intento de unir Europa con América, pero termina siendo no
más que un ejercicio de “periodismo literario”. Su construcción es ingeniosa,
la recolección de voces e historias es tenaz, pero la voluntad de escribir
una gran novela está totalmente ausente.
* Bosc, Adrien. Constellation. Stock, París, 2014, 18 €
0 comentarios:
Publicar un comentario