Muchos
artistas suelen fascinarse con los parias, puesto que las experiencias de un
muchacho rebelde o de una muchacha de vida licenciosa ilustran mejor nuestra
época que la mayoría de los bellos discursos, ya que rebelan una realidad densa
y turbia, casi incuestionable. Nuestras sociedades mercadocéntricas,
materialistas, racionalistas, feminizadas, individualistas y pacifistas detestan
la barbarie primitiva y salvaje. Por ese motivo un país como Francia tiene dos
tipos de parias fáciles de reconocer: los islamistas y los neonazis.
Cuando
digo “islamistas” no hablo de esa gente que reza en dirección a La Meca y participa luego de mesas de diálogo interreligioso o cosas por el estilo. Por el contrario, un
islamista es uno de esos jóvenes extraviados en el mundo contemporáneo y
reencaminados gracias a Allah y a su exhortación al asesinato. Del mismo modo,
un neonazi no es un lector de Jünger que practica el montañismo y se dedica a
aprender el alemán, es más bien un muchacho que se rapa el pelo, se pone una
remera negra y sale a las calles a embestir contra el que no es igual que
él.
Hacer
películas en Francia acerca del primer tipo de paria es un acto políticamente
incorrecto. ¿Alguien se imagina que pasaría si el Estado francés decide
financiar la filmación de la cinta Un
algérien, en la cual un joven inmigrante magrebí aparece dando vueltas por
las calles de París mientras vende y consume drogas, incendia autos y se
enfrenta a puñetazos contra aquel que lo desafía? Seguramente se desataría un
escándalo de enormes proporciones.
Pese a
ello, el otro grupo de parias al que referí, es decir los neonazis, si pueden
ser vilmente representados, ya que ellos son tan universalmente despreciados
como los fumadores o los cazadores. Es por ello que el cine del Hexágono
produjo Un français.
El
trailer de la película desencadenó una pequeña polémica, ya que muchos temían
que la cinta pudiese expresar un tono de empatía con alguien que es considerado
por nosotros como el peor de los males posibles. Sin embargo el estreno de la
obra en cuestión disipó toda preocupación.
Un français está muy lejos de ser una película memorable. Creo que no
exagero al sostener que la discusión sobre la obra es mucho más interesante que
la obra misma.
La historia que la película nos
permite conocer está protagonizada por Marco, un joven que hacia finales de la
década de 1980 es un adherente de la subcultura skinhead. El muchacho es un
verdadero bruto, dueño de un vocabulario limitadísimo y con escasas capacidades
para razonar correctamente, fallido producto del sistema educativo nacional y
de unos padres que no lo criaron como debían. Cuando no vagabundea por allí
bebiendo una cerveza y haciendo comentarios racistas, se dedica a chocar contra
miembros de bandas rivales o a acosar a los inmigrantes de razas y religiones
diferentes a la suya.
El maniqueísmo es infaltable en
una producción como esta (ello hace pensar que la película fue un invento del
Ministerio de Educación de Francia destinada a que la reproduzcan en las aulas
escolares y sirva como prólogo a unos debates que habrán de conducirse sin
ningún tipo de sorpresa).
Marco, con los años, evoluciona.
El hombre se purifica, y así lo sombrío de su alma de desvanece. Un cuento de
redención. La bestialidad y la violencia, el odio que guardaba dentro de si, lo
harán sofocarse, literalmente. Y, gracias a ello, cobrará consciencia de que la
gente es amable, la naturaleza es bella, y que todo falta si a uno lo privan de
una sonrisa y del amor de los hijos (su ex-mujer, una racista recalcitrante, lo
ha abandonado llevándose a la pequeña Gwendoline consigo).
Un français pretende ser revolucionaria, pero no lo es: el peligro de hoy no está
en esos hipotéticos neonazis que se esconden detrás de las cruces celtas, está
en aquellos que le juran fidelidad al Califato Islámico y hacen de la muerte su
razón de vivir. La poesía visual que produjo la genial Leni Riefenstahl
tiene hoy en día menos poder de seducción que esos videos de YouTube en donde un
hombre vestido de negro, otro vestido de anaranjado y un cuchillo divorcian brutalmente
a los cuerpos de las almas.
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