sábado, 23 de octubre de 2010

La sonrisa del millón de dólares

Durante la última década Francia ha transformado su economía al ritmo de la globalización capitalista. Como consecuencia de ello las autoridades insisten en modificar el escenario laboral dentro del Hexágono. En 2006 el gobierno de Chirac intentó flexibilizar los mecanismos para la inserción al mercado de trabajo, con el propósito de que los jóvenes dispuestos a incorporarse al mundo de los asalariados fuesen más impunemente manoseados por las patronales. En 2010, Sarkozy y su corte embistieron contra los trabajadores activos, proponiendo demorar su ingreso a la pasividad tras plantear expandir la edad para acceder al beneficio de la jubilación. En ambas ocasiones la resistencia popular no se hizo esperar.

Gracias a un fuerte frente intersindical unificado y a miles de estudiantes movilizados por los grupúsculos de izquierda en las calles, Francia tiende a tornarse un caos, lo que incita a la gente a buscar a los culpables. La máxima responsable actual del diseño de las políticas económicas francesas es Christine Lagarde. Esta mujer, una exitosa abogada, es la primera representante de su género que asume un puesto como el suyo en alguno de los países del G8. Antes de formar parte del equipo de gobierno de Nicolas Sarkozy, Lagarde había irrumpido sorpresivamente en el mundo político francés, después de haber sido convocada por Jean-Pierre Raffarin, con el consentimiento de Dominique de Villepin.

Si bien la ministra nació en París y fue criada en Le Havre, a muchos franceses les resultó llamativo el hecho de que la mayor parte de su carrera haya sido realizada a miles de kilómetros de su tierra natal, más precisamente en los EEUU.

A principios de la década de 1980, Lagarde ingresó al buffete Baker & McKenzie desde donde comenzó a forjar su fama y a construir poder a nivel internacional. Unos veinte años más tarde, y después de haber trabajado defendiendo a corporaciones estadounidenses (tanto fuera como dentro del país que alberga a la Estatua de la Libertad), a Lagarde se la sindicó como un miembro de peso dentro del CSIS, un instituto de estudios económicos constituido con el objetivo de asesorar a grandes compañías y gobiernos alrededor del globo para realizar reformas que le permitiesen alinearse con los intereses norteamericanos y recibir la aprobación política y la remoción de barreras comerciales por parte del gigante ubicado entre México y Canadá. La Réseau Voltaire, en 2005, denunció que Lagarde fue una de las impulsoras del plan del tecnócrata Zbigniew Brzezinski –plan bendecido por el propio George W. Bush– destinado a facilitar la penetración de las redes monopólicas industriales y financieras de EEUU a la zona europea otrora bloqueada por una “cortina de hierro” socialista. 

Por su parte Le canard enchaîné, canal habitual de denuncias políticas y financieras en el Hexágono, desató un pequeño escándalo en 2007 al informar que en el ministerio de Lagarde casi todas las comunicaciones internas se redactaban directamente en inglés. En un país que se esfuerza por conservar intacto su idioma, tal suceso no fue fácilmente digerido.

Pero la elección del idioma no es lo único atípicamente francés en Lagarde, también su estilo de trabajo es poco común en esas latitudes. Los franceses se jactaron siempre de ser un pueblo racional y reflexivo, por lo que muchos se irritaron cuando la ministra sugirió que la gente de su país debería “actuar más y pensar menos”. Y no hay que olvidar tampoco aquella vez hacia finales de 2008 en la que aseguró que la crisis económica mundial había llegado a su fin, o la vez en que sostuvo que la banca islámica (famosa por su supuesta integridad ética a la hora de hacer negocios) tenía las puertas abiertas en París por si alguna vez decidían abandonar a Londres como su centro de operaciones en Occidente.

Año tras año, Lagarde asciende en el ranking de las mujeres más poderosas del mundo que elabora la revista Forbes, pero, en contrapartida, su imagen se vuelve más impopular entre los ciudadanos del Hexágono. Para ella es urgente iniciar una campaña que reposicione su nombre entre los más valorados de la política francesa. Tal vez ello explique por qué motivo la editorial Michel Lafon publicó el panegírico Christine Lagarde. Enquête sur la femme la plus puissante de France escrito por Cyril Lachèvre y Marie Visot, dos periodistas de Le Figaro.

El texto de Lachèvre y Visot es una especie de cuento de hadas republicano, en donde una joven de clase media asciende gracias a su esfuerzo, dedicación e inteligencia hasta llegar a convertirse en una seria candidata al puesto de Primera Ministro de Francia. Subrayando su gusto por el desafío, destacando su cultivo de metodologías detallistas y recordando la enorme red de influencias de la que forma parte, los periodistas de Le Figaro intentan convertir todas las declaraciones infortunadas de la funcionaria en cándidos deslices producidos por alguien que desconoce los modos violentos que normalmente articulan la esfera política francesa. Es decir, Christine Lagarde intenta mostrar a la mujer más poderosa de Francia como una persona que, tras haber vivido tanto tiempo en el extranjero, ha olvidado la idiosincrasia de su nación, pero que, para compensarlo, día a día se adapta con mayor velocidad a la vida cotidiana del Hexágono, sin perder los conocimientos, modales y visiones fundamentales que ha adquirido del otro lado del Atlántico. Para Lachèvre y Visot, la siempre sonriente Lagarde sería una suerte de síntesis viviente entre Francia y Estados Unidos, una rara avis nacida de la unión entre el gallo y el águila.

* Lachèvre, Cyril y Visot, Marie. Christine Lagarde. Enquête sur la femme la plus puissante de France. Michel Lafon, Neuilly-sur-Seine Cedex, 2010, 17,95 €

0 comentarios:

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails