jueves, 29 de noviembre de 2018

El estilo y la furia

El jurado del Premio Médicis reconoció a Idiotie de Pierre Guyotat como la mejor novela francesa del 2018. Sin embargo el libro no es exactamente una novela como las otras ocho o nueve que ha publicado Guyotat a lo largo de sus 78 años de vida, sino que se trata más bien de un relato autobiográfico, el cuarto de una serie que ya viene publicando desde hace más de una década.

Esta vez el escritor decidió revisitar el periodo donde dejó atrás la adolescencia para comenzar a convertirse en adulto (con su libro Coma de 2006 había narrado su experiencia con la depresión y la crisis de la mediana edad, mientras que en Formation de 2007 habló sobre su niñez en la casa familiar y en Arrière-fond de 2010 rememoró el despertar sexual de su adolescencia).

Por cuestiones estilísticas y temáticas, Guyotat no resulta un escritor apto para cualquier tipo de lector. En efecto, tanto su modo de escribir como los asuntos sobre los que escribe pueden resultarles repelentes al gran público. Su prosa no pretende ser lírica ni musical, sino original, motivo por el cual a veces resulta bastante complejo descifrar un párrafo de su autoría. Por otro lado algo que atraviesa a los textos de Guyotat es su obsesión por el sexo y su exposición de la violencia. Por ende, si no se está dispuesto a leer con paciencia y a sumergirse en el lado sórdido de la existencia, lo mejor es alejarse de este autor.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Deambulando por Estambul

Aunque Valéry Giscard d'Estaing sostuvo que Europa termina en el Bósforo, Turquía no ha cesado en sus intentos de ser incluida en el espacio de Schengen. Su mejor excusa es Estambul, ciudad situada en una encrucijada donde Occidente se encuentra con Oriente, por lo que no faltan las tensiones entre musulmanes y cristianos, asiáticos y europeos, conservadores y progresistas, tradicionalistas y modernistas, autocráticos y democráticos. Y es precisamente por esas dualidades presentes en todo el país -pero que, sobre todo, se manifiestan muy visiblemente en la otrora Constantinopla- que los turcos no han podido ser reconocidos como parte de la comunidad de naciones que conforman la Unión Europea. 

Es un lugar común afirmar que no es la cultura, la sociedad ni la economía turca lo que disgusta a los mandarines de la UE, sino su política. En efecto, con un poco más de civilidad y transparencia a la hora de tomar decisiones que impacten en el funcionamiento del Estado, Turquía podría estar usando el euro ahora mismo. Pero los políticos locales, o, al menos, un grupo mayoritario de ellos, no están dispuestos a transformar sus prácticas y discursos para adaptarlos al refinado gusto europeo, así que la integración ha quedado sólo como proyecto.

Valérie Manteau escribió una novela sobre el asunto, Le Sillon, que terminó por ser galardonada con el Premio Renaudot de este año.

martes, 27 de noviembre de 2018

Insomnio de las noches de verano

El libro Leurs enfants après eux de Nicolas Mathieu fue reconocido por el jurado del Premio Goncourt como el mejor producto de la literatura francesa de este año. La obra es un reportaje sobre la decadencia de la clase obrera en la reciente Francia finisecular, que sólo por deseo e insistencia de su autor se ha convertido en una novela social. 

A lo largo de cuatro extensos capítulos seguimos a un grupo de adolescentes que habitan en el pueblo lorenés de Heillange (obvia deformación imaginaria de Hayange). La acción comienza en el verano de 1992 y concluye en el verano de 1998, que fue el año en que el equipo de fútbol nacional conquistó la Copa del Mundo. La narración sigue particularmente a uno de los jóvenes protagonistas llamado Anthony, que parece ser el alter ego del escritor. 

¿Qué hacen exactamente los personajes principales a lo largo de las páginas? Pues no mucho: duermen, deambulan, copulan, cometen pequeños crímenes y consumen drogas (sus padres, severamente afectados a causa del desempleo originado por la desindustrialización de la región, son igual de insignificantes). Algunos buscan escapar a su realidad sórdida y estancada, por lo que dejan Heillange con la esperanza de estudiar en París o de servir en el Ejército Francés, otros, por su parte, se van al norte de África o al norte de América deseando encontrar la vida que les falta en su país. Pero todos terminan retornando al punto de partida, sin ningún aprendizaje a cuestas. Sus veranos, el momento en donde todos se reencuentran, no son veranos mágicos poblados de amores y aventuras, son más bien, y por el contrario, instancias en las que constatan que su existencia tiene vedada todo lo que no sea monotonía. 

viernes, 1 de diciembre de 2017

El detective tenaz

El Premio Femina de este año le ha sido otorgado a Philippe Jaenada por su voluminosa novela La serpe. La obra trata acerca de la vida del escritor Henri Girard, más conocido por su pseudónimo de "Georges Arnaud". Pero Jaenada se concentra en un particular momento de la biografía de Girard acaecido durante el otoño de 1941 cuando su padre, su tía y una mucama que trabajaba para ellos fueron asesinados en un castillo ubicado en la comuna de Escoire, el cual era propiedad de su familia. Como Girard resultó ser el principal sospechoso del triple homicidio -realizado, dicho sea de paso, con una serpe o corqueta-, fue sometido a un juicio en 1943 del que salió absuelto. Luego viviría un tiempo en París en concubinato con una cantante y dilapidaría rápidamente su herencia, antes de viajar a Sudamérica e intentar protagonizar aventuras durante tres años. Al retornar a Francia en 1950 publicó bajo pseudónimo a la novela Le salaire de la peur, la cual recibió numerosos elogios y terminó siendo adaptada exitosamente al cine por Henri-Georges Clouzot en 1953.

No es la primera vez que un escritor francés aborda a los crímenes de Escoire, ya que la estructura del episodio se asemeja a lo que en la literatura policial se conoce como "misterio de habitación bajo llave". Jacques Lagrange con Du crime d'Escoire au « Salaire de la peur » de 1999 y Guy Penaud con Le triple crime du château d'Escoire de 2002 son dos casos recientes de autores curiosos con los luctuosos acontecimientos, pero fue Maurice Garçon, el abogado de Girard en el juicio de 1943, el que inauguró la tradición de escribir acerca del asunto tras publicar L’affaire Girard en 1945 (libro que, en realidad, reúne las actas del proceso judicial). Lo original de Jaenada es que afronta el asunto desde el campo de la ficción. O algo así.

jueves, 30 de noviembre de 2017

El absoluto alveolado

A Yannick Haenel le otorgaron el Premio Médicis de este año por su obra Tiens ferme ta couronne. Es la segunda vez que recibe uno de los galardones literarios más importantes de Francia, habiendo sido la primera en 2009 cuando el libro Jan Karski fue condecorado con el Premio Interallié.

A partir de lo señalado, es lícito suponer que Haenel es uno de los mayores talentos literarios de la lengua francesa contemporánea, pero sostener ello es, cuanto menos, exagerado. 

Su último libro es sobre una búsqueda: la del absoluto. Pero, como toda búsqueda de lo absoluto publicada en la colección L'Infini de la editorial Gallimard, se trata de una aventura gnóstica que no supera el estadio estético (aunque tenga toda la pretensión de hacerlo).

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Sangre y Orgullo

Si los escritores franceses contemporáneos manifiestan una fascinación con el nazismo y sus víctimas, no se puede decir que suceda lo mismo con respecto a aquellos quienes los derrotaron y ayudaron a liberar al mundo de su influencia. 
Y obviamente no me refiero aquí a las ficciones sobre los hombres y las mujeres que se unieron a la Resistencia en la Francia ocupada por los alemanes y operaron desde la clandestinidad contra los invasores, porque obras en esa línea hay muchas y muy variadas. Me refiero, más bien, a las ficciones sobre las huestes militares que no capitularon luego de la Batalla de Francia y optaron, en su lugar, por continuar combatiendo a Alemania. Sobre esos héroes hay pocos cantos -quizás ello se deba a que, como decía Nicolas de Malézieu, "les français n’ont pas la tête épique".

Se supone que ya los manuales de historia y los monumentos narran las hazañas de los hombres de armas, por lo que las plumas galas, sospecho, se sienten limitadas en su imaginación o superfluas ante la historia oficial. Sin embargo Jean-René Van der Plaetsen, un histórico periodista de Le Figaro, decidió explorar esa área poco explotada de las letras francesas con su último libro La nostalgie de l'honneur, el cual este año no sólo fue galardonado con el Premio Jean Giono sino que también recibió el Premio Interallié.

Modos de vestir la piel del mal

Así como el nazismo -algo extinto hace varias décadas- es una máquina que no deja de producir temas y escenarios para la fantasía literaria, así también presenta siempre un problema a la hora de escoger el tono para narrarlo. Y no me refiero a ese particular evento creado por el nazismo que fue el Holocausto (el cual se ha impuesto como sinécdoque obligada del tema y ha establecido casi por consenso universal un modo canónico para su abordaje), sino al nazismo mismo, es decir a ese movimiento político que pretendió encarnar a la ideología alemana y que terminó convirtiéndose en sinónimo de abyección e ignominia. 

Se puede escribir sobre los nazis desde una perspectiva externa, mostrando como fue o como hubiese sido la vida bajo su dominio (algo que han hecho, con mayores o menores excesos, miles de escritores entre los que se me antoja destacar al Peter Weiss de Die Ästhetik des Widerstands y al Heinrich Böll de Billard um halb zehn). Pero también existe la opción de exponer al nazismo desde adentro, lo que implica vestir la piel del mal. 

En Francia quienes han hecho ello de modo rimbombante han sido Robert Merle en La mort est mon métier y Jonathan Littell en Les Bienveillantes (también podría contar aquí a la obra The Portage to San Cristobal of A.H. de George Steiner, ya que el afamado crítico literario era francés de nacimiento y su ficción trata de que Hitler sobrevive a la guerra, es capturado en el exilio y enjuiciado, y luego se autodeclara Mesías de Israel como alegato de defensa). El Premio Renaudot ha sumado a esta biblioteca tan particular un nuevo integrante: La disparition de Josef Mengele de Olivier Guez.

martes, 28 de noviembre de 2017

La economía de la distorsión

El nazismo es una fuente de inspiración literaria inagotable. Suscitando horror y terror, pero también fascinación y alucinación, el popular movimiento político alemán de la década de 1930 -ya largamente extinto en nuestros días- ha terminado por convertirse en una obscura fuerza metafórica que representa lo más vil y lo más descabellado del espíritu humano. El fallido Tercer Reich, desde hace un tiempo ya, personifica así el horizonte último de la imaginación. Por eso los escritores no han dejado de revisitarlo: es una embajada del Infierno que no deja de enviar monstruos para atormentarnos (monstruos ante los que, casi con unanimidad, nadie está dispuesto a sentir compasión). 

Los historiadores, en cambio, plantean otro abordaje sobre el asunto, menos espeluznante y menos amonestador, especialmente mientras el tiempo avanza y nuevos acontecimientos se interponen entre el presente y el pasado. 

Éric Vuillard, ganador del Premio Goncourt de este año con su obra L'ordre du jour, es un escritor que adora usurpar el puesto de historiador, pero sin asumir la responsabilidad a la que está sometido el mismo. Y ello se nota, sobre todo, en su tono panfletario y en su intención moralista. 

viernes, 2 de diciembre de 2016

El muchacho mudo que tiene el don de la narración

El niño feral es una entidad anónima y recuperada por la civilización cuando ya no quedan rasgos de ésta sobre él, por lo que está condenado a ser ahistórico. Pero su drama no concluye allí, ya que su existencia misma suele flotar en una zona donde se interseca la dimensión de lo animal y la dimensión de lo humano (sin pertenecer completamente a ninguna de las dos). Dado que estamos tan acostumbrados a obviar nuestra animalidad, nos cuesta entonces admitir la realidad de tal tipo humano, prefiriendo en su lugar confinarlo al campo de la ficción. Su ahistoricidad, su hibridez y su aura fictiva lo convierten en un estupendo objeto narrativo -protagonista de varios mitos y leyendas-, pero jamás en sujeto, ya que, como sostenía Lacan, la ausencia de padre le niega al niño feral el registro de lo simbólico: ello significa que nunca podrá hablar por él mismo, permitiéndoles a los demás que hablen por él. 

Quienes han dotado de voz a los niños ferales en Francia han sido Lucien Malson con su obra Les enfants sauvages de 1964 y Serge Aroles a través del libro L'enigme des enfants-loups de 2007. En el primer caso se trata de un hombre de las ciencias sociales, mientras que en el segundo caso el autor proviene de las ciencias naturales. Por ello Malson busca exponer el tema enmarcándolo en una reflexión general sobre la naturaleza humana, mientras que Aroles se ocupa más bien de recabar y confirmar datos puntuales sobre el asunto. Pero quien abordó el tópico por fuera de la ciencia y de un modo que muchos todavía recuerdan fue el cineasta François Truffaut, que en 1970 produjo, dirigió y protagonizó la película L'enfant sauvage, recuento ficcionalizado del caso del niño Victor de Aveyron. La obra, en un principio, había sido recibida con algarabía, ya que en plena era hippie se contaba la historia de un ser de la naturaleza más humano que cualquier humano, pero quienes sostenían esa interpretación de la pieza de Truffaut no tardaron en darse cuenta de que, en realidad, la película adopta el punto de vista del científico Jean Marc Gaspard Itard, quien sería el verdadero héroe aquí ya que, con sus conocimientos, trata de restaurarle la humanidad al niño.

Por ende a Francia le estaba faltando la historia de un niño feral que fuese contada desde un ángulo diferente al del científico. Marcus Malte, el ganador de este año del Premio Femina, se percató de ello y por ese motivo decidió cubrir ese vacío con su novela Le garçon

jueves, 1 de diciembre de 2016

El ogro y la dama

El tópico de la pareja despareja es un clásico de la novela rosa. La fantasía en la que dos mundos aparentemente diferentes se fusionan gracias al poder del amor es siempre satisfactoria para el lector, porque es algo que todo el mundo secretamente desea: que llegue el príncipe azul que nos ame y nos saque gratuitamente de la existencia monótona que cultivamos. 

Serge Joncourt, el ganador del Premio Interallié de este 2016, dio su versión sobre el tópico con la obra Repose-toi sur moi. Pero su creación presenta un giro: el príncipe azul no es un príncipe, sino un campesino, pues en este caso la de sangre azul es la mujer.

La novela se abre con la presentación de los personajes: ella, Aurore, es una hermosa mujer de cuatro décadas, que trabaja como diseñadora de ropa y tiene su propia empresa, y que es madre de dos hijos, pero tiene problemas maritales (pues su esposo, un estadounidense, tiene más interés por el dinero que por la familia); él, Ludovic, es un hombre alto y robusto, que jugó al rugby en su juventud y ahora se desempeña como cobrador extrajudicial de deudas, y que, si bien fue feliz viviendo en el campo y trabajando la tierra, se mudó a París luego de que su esposa enfermara y muriera a causa de los tóxicos pesticidas que empresarios inescrupulosos arrojan contra la naturaleza. Son el ogro -pero un ogro bueno- y la dama -pero una dama frívola. 

El inverosímil romance entre los dos personajes principales nace en un patio común que comparten los edificios en los que viven (el de él, un edificio viejo y derruido, el de ella, en cambio, un edificio renovado y moderno). Lo que genera el vínculo entre ambos es el temor contra los cuervos de la mujer y la valentía ante esas aves del hombre. Como el cuervo simboliza habitualmente el mal, Joncourt da a entender en esa escena que será Ludovic el que asuma el rol de protector de Aurore. 

martes, 22 de noviembre de 2016

Del uso de la historia como rescate de una voz

Laëtitia ou la fin des hommes, novela firmada por el historiador y periodista Ivan Jablonka, obtuvo la edición 2016 del Premio Médicis, uno de los galardones literarios más prestigiosos de Francia (también el diario Le Monde, en nombre suyo, le otorgó el premio a la mejor novela del año). Algo curioso sobre esta obra es que resulta evidente que el libro no ha sido leído correctamente: si se consultan las reseñas de los críticos, se nota de inmediato que lo entendieron como un esfuerzo por presentar una noticia policial preservando su naturaleza de noticia policial, vale decir, los críticos de Francia, casi todos ellos, leyeron Laëtitia ou la fin des hommes como el recuento de un acontecimiento siniestro, que súbitamente se insertó en una sucesión de eventos penosos. Así este microhecho habría producido una pesada masa de realidad fantasmagórica que se impuso sobre el Hexágono a través de los medios masivos de comunicación, sólo para esfumarse un poco más tarde y permitir con ello que lo similar reaparezca una y otra, y otra, y otra vez. En la mirada de los críticos, la novela de Jablonka comparte un destino similar al acontecimiento sobre el cual se construye: se ha instalado como un suceso relevante del presente, y luego la memoria se ocupará de barrerlo hacia el cesto de basura cuando pasen los meses.

¿Pero de qué habla la novela? Básicamente es un relato y una reflexión sobre un homicidio: el de Laëtitia Perrais, asesinada en terribles circunstancia durante la noche del 18 al 19 de enero de 2011 en Nantes. Más allá de las apariencias recreativas e impactantes del hecho policial, Jablonka se ocupa de implantar ese episodio en el contexto de una larga historia que poco tiene que ver con la brevedad ilusionista e iterativa con la que se fabrican las crónicas rojas. Dicho de otro modo, lo que Jablonka intentó hacer es rechazar la tiranía de la casualidad –con su temporalidad sucinta y aproximativa– a favor de una historia temporalmente agigantada, que no se deja embelezar por los caprichos y azares. Pero los cretinos que se supone que debían destacar este tipo de cosas fallaron… como habitualmente lo hacen.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Tribulaciones de sexagenarios que no aprendieron a vivir

Cuando una persona alcanza cierta edad, nota que la propia vida ha dado un giro, y comienza entonces un camino diferente. No todos lidian con esa experiencia del mismo modo, pero algunos lo hacen de modo más patético que otros.

Sobre eso versa Babylone, la novela de Yasmina Reza que ganó el Renaudot de este año. Los protagonistas de la historia son Elisabeth Rainguez y Jean-Lino Manoscrivi. Ella es una ingeniera que trabaja en el prestigioso Instituo Pasteur; él es un personaje pintoresco (probablemente la caricatura de alguien real), hijo de unos judíos italianos que inmigraron a Francia en épocas distintas. Ambos viven en París, en el ficticio barrio de Deuil-l'Alouette, en el mismo edificio. Los dos tienen una costumbre que los acerca: evitar el ascensor y subir a sus hogares a través de las escaleras –ella porque quiere realizar un poco de actividad física, él porque cultiva cierto temor frente a ese tipo de artefacto. Gracias a ello, ambos entablan algo así como una ligera amistad, pues cada viaje vertical compartido incluye una charla breve y agradable.

Elisabeth está casada con Pierre Jauze, un hombre de clase media bastante común y corriente. Jean-Lino, por su parte, es pareja de Lydie Gumbiner, una cantante de jazz amateur que se dedica a ofrecer terapias alternativas a quien la contacte. Elisabeth cultiva una admiración hacia el libro The Americans del fotógrafo judío Robert Frank, esa famosa y sombría mirada del lado opaco del sueño americano. Jean-Lino vive bajo la pesadumbre del salmo 137, única instrucción religiosa que recibió de su padre, aquel que empieza diciendo: “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos, y llorábamos al acordarnos de Sión.” Esas dos obras son el motivo conductor de la novela: la constatación de que la tristeza y la soledad son parte esencial del paisaje cotidiano del Nuevo Mundo, y la idea de que, mientras los hebreos permanezcan exiliados en Babilonia, no podrán cantar y bailar alegres.

domingo, 20 de noviembre de 2016

La violencia doméstica

Chanson douce empieza por el final de la historia. Una escena particularmente atroz inaugura el libro: un bebé muerto, una niña agonizante, una madre aturdida, y una niñera –la autora del crimen– que falló al intentar suicidarse. Tres páginas impactantes, un primer capítulo estridente. Sin embargo el resto de la novela no posee la misma contundencia, ya que espiralea y espiralea hasta diluirse en letra muerta.  

La historia es protagonizada por un joven matrimonio parisino de buenos ingresos. Paul y Myriam Massé son dos jóvenes que se aman el uno al otro, y como fruto de ese amor han engendrado a dos bellos niñitos: Mila y Adam. Sin embargo Myriam empieza a sentir que le falta algo en su vida: mientras él progresa en su empleo y comienza a ganarse la admiración de sus compañeras de trabajo, ella se da cuenta de que su existencia como ama de casa la ha hastiado. Así un viejo compañero de la universidad la encuentra y le ofrece un trabajo en su estudio de abogados, el cual acepta pese a la reticencia de su marido (Myriam es una graduada de la carrera de abogacía, pero su título está encajonado desde que optó por dedicarse a criar a sus hijos a tiempo completo). Debido a esto la pareja se ve obligada a buscar a una niñera.

Como a cualquiera que le ha tocado tener que escoger una empleada doméstica, el matrimonio de Paul y Myriam se enfrenta a una gran cantidad de opciones, una más dudosa que la otra. Finalmente aparece Louise, una rubia mujer salida de un cuento de hadas (no como las filipinas, o las marfileñas, o las marroquíes que entrevistaron antes).

Magistral con los niños, Louise demuestra también ser excelente para la administración del hogar y deslumbra a todos con sus habilidades de cocinera. Siempre disponible y bien predispuesta, en poco tiempo se gana el amor de toda la familia, que la incorpora como a una más de los suyos y la consagran indispensable para el funcionamiento de la casa en la que habitan.

La historia, sin embargo, tiene sus momentos obscuros: Louise empieza poco a poco a manifestar un comportamiento errático, que a los patrones les cuesta identificar y admitir dado el grado de inserción que ella tiene en sus vidas. Como el lector ya conoce el desenlace, se comprende que esos episodios son los momentos que anuncian el desastre, más allá de que los personajes aún lo ignoren.

viernes, 8 de julio de 2016

Viento, arena y estrellas

Hace un par de años atrás François Suchel, un piloto de Air France, publicó Sous les ailes de l’hippocampe, un libro que reúne fotografías y testimonios sobre su viaje de ocho meses en bicicleta desde Cantón hasta París. La extensa travesía fue su modo de paliar una situación un tanto ridícula: siendo un hombre que había viajado a todas partes del mundo, apenas lo conocía, puesto que su profesión lo obliga a confinarse en su cabina presurizada y lo insta a mantenerse alejado de los climas, los paisajes, las lenguas y las costumbres extranjeras (las cuales apenas rozan la comodidad de los cuartos de hotel en los que le toca alojarse).

Pues bien, el nombre de Suchel reapareció este año en el mercado editorial del Hexágono con el título 6 minutes 23 séparent l’enfer du paradis. En esta obra el piloto vuelve a recoger fotografías y testimonios pero centrados esta vez en aquello que vivió sobre el aire.  

domingo, 1 de mayo de 2016

Convallaria majalis


En Francia existe la costumbre de regalar un ramo de muguetos a los amigos y familiares el primer día del mes de mayo. El mugueto es una florecilla blanca, conocida también como lirio de los valles o lágrimas de María, cuyo aroma es dulce y agradable.

La flor es nativa del norte de Europa, pero la tradición folklórica cristiana la identifica como vinculada a las congojas de la Virgen María, del Rey Salomón o incluso de Eva. De allí también que los muguetos sean vistos por algunos como un símbolo del advenimiento de la felicidad eterna que producirá la Parusía.

Se supone que la costumbre de regalar flores en el Día del Trabajo es muy anterior a 1889: aparentemente Carlos IX o Catalina de Médici habrían estimulado el obsequio de muguetos a mediados del siglo XVI. Sin embargo dicha historia está cuestionada. Probablemente la idea de regalar flores blancas surgió en algún momento de comienzos del siglo XX, concebida por ciertos sectores empresariales para contrarrestar la propuesta de los sindicatos de promover el uso de rosas y claveles rojos como señal de conmemoración de las víctimas de la revuelta de Haymarket.

domingo, 20 de marzo de 2016

Hubo una vez...

Les filles au Moyen Age es una obra cinematográfica que asume el compromiso de hablar sobre un colectivo social de un periodo histórico que no es el nuestro. Sin embargo no escoge el tono documental para hacerlo, ni tampoco pretende reconstruir con meticulosidad arqueológica a la experiencia medieval a través de una ficción; por el contrario la película recurre al artificio de un abuelo que le cuenta a sus nietas lo que era ser mujer en la Europa de hace quince o diez siglos atrás, y las pequeñas recrean lúdicamente el relato.

Ese es el maravilloso artilugio de la película: en una casa veraniega, aburridas de ver jugar a los varones un videojuego sobre las Cruzadas, las niñas deciden buscar la verdadera Edad Media y dan así con el anciano que les explica que en aquella época las mujeres eran más libres y más respetadas que ahora. La imaginación se libera y, gracias a su juego, las pequeñas dan su versión de la biografía y de la hagiografía de la reina Clotilde, de Hildegarda de Bingen y de Juana de Arco entre otras (la Virgen María también aparece presente a través de una leyenda sobre una tal Eufrósine, pero figuras femeninas centrales del Medioevo como Leonor de Aquitania o Christine de Pizan son omitidas a favor de historias con protagonistas no tan reconocidas). Se ve, entonces, a un grupo de niños hablando con un conjunto de citas tomadas de las actas del Concilio de Nicea, de poemas cortesanos, de medievales tratados políticos, jurídicos y médicos, mezclado con espontáneas expresiones contemporáneas, mientras visten túnicas blancas y barbas postizas. Las viñetas develan una imagen fiel de la Edad Media, presentándola como un mundo de honor, cortesía, piedad, alegría y malicia, donde la preocupación por los orígenes de la humanidad y por su destino final estaban siempre presentes.

domingo, 13 de marzo de 2016

Una cierta mirada

Así como alguna vez se dijo que Benjamin Biolay era el mejor discípulo de Serge Gainsbourg, hoy en Francia se dice que Marvin Jouno es el mejor discípulo de Benjamin Biolay.

Aparentemente la veracidad tal apreciación está justificada por la calidad de Intérieur nuit, el álbum debut de Jouno: más de un especialista quedó impresionado por el nivel de escritura y de composición musical que la obra manifiesta.

Esa madurez artística de la que hace gala Jouno demuestra que el músico se ha esforzado en crear un disco en donde ninguna de sus piezas resulta ligera: cada una de las canciones está inteligentemente trabajada para que su sonido sea sólido y delicado, y los versos suenen profundos y meditados.

lunes, 7 de marzo de 2016

La locura de amar

Pese a que En attendant Bojangles es una novela que circula desde el 2014, recién con la reedición de enero de este año los lectores franceses descubrieron masivamente a la prosa de Olivier Bourdeaut.

Empecemos por explicar el título: el Bojangles al que se espera es el mismo vagabundo bailarín de la famosa canción norteamericana compuesta por Jerry Jeff Walker, y grabada por una infinidad de artistas que incluye a Bob Dylan, Billy Joel, Elton John, John Denver, Sammy Davis Jr., JJ Cale, Harry Nilsson, Cat Stevens, Jaime Cullum, Neil Diamond, Whitney Houston, Dolly Parton, Harry Belafonte y hasta Hugues Aufray (que la registró en francés). Sin embargo la versión que se usa en esta historia es la creada por Nina Simone, la cual resulta ser la canción preferida de una pareja, que es la que protagoniza la narración.

El otro personaje importante en esta novela es el niño que narra. En attendant Bojangles es eso: la historia de una pareja que ha tenido un hijo que vive con ellos. Pero la pareja no es una pareja promedio de trabajadores que repiten una rutina en la que madrugan para ganar lo suficiente como para pagar las cuentas, comprar comida y ahorrar para visitar la playa durante una semana una vez por año. Se trata, en cambio, de dos bohemios, locamente enamorados el uno del otro. Bien podrían ser Zelda y Scott Fitzgerald viviendo en los felices años veinte.

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